Paula 1170. Sábado 1 de agosto de 2015.
Aunque no se conocen, tanto Sonia Pérez (59), enferma de un cáncer a la columna; Adela Moya (61), con un cáncer en la lengua; Luis Sanhueza (65), diabético con neuropatía en sus piernas y los primeros signos de afección a la vista; y Adrián Casassus (74), también diabético con indicación de amputación de su pierna, se encuentran todos los días en la sala de espera de la Unidad de Baromedicina del Hospital del Trabajador Achs para entrar juntos a una enorme cápsula hermética de acero de 5 metros de largo y 5 toneladas de peso, con pequeñas ventanas redondas al estilo de una nave espacial o de un submarino. Por fuera, un tablero atiborrado con luces de colores, perillas y medidores dan al ambiente un aire futurista. Dentro de la estructura hay diez asientos acolchados lo suficientemente cómodos para un viaje. Porque, aunque la cápsula no despega ni se sumerge, su fin es someter al cuerpo a las mismas condiciones que experimenta un buzo a 12 metros de profundidad en el mar: respirar oxígeno al 100% en un ambiente hiperbárico –de presión mayor a la normal–, lo que permite que llegue a lugares donde normalmente no lo hace, oxigenando cada célula para estimular sus vitales funciones de defender, limpiar y reparar, ayudando así a regenerar tejidos dañados.
Para lograr tales condiciones subacuáticas, una vez que se cierra la compuerta, comienza la presurización de la cámara y Sonia, Adela, Luis y Adrián se ponen máscaras de oxígeno, que respiran durante una hora y veinte minutos. La sensación de descenso es casi imperceptible, aunque, tal como ocurre cuando se bucea, se puede experimentar un leve dolor o tapón de oídos.
Creada para tratar el síndrome de descompresión –una fatal formación de burbujas en el torrente sanguíneo– que afecta a los buzos y que se produce por una disminución brusca de la presión atmosférica al ascender a la superficie, los primeros registros de una cámara hiperbárica se remontan hace cinco siglos, aunque recién en 1830, con el perfeccionamiento de la escafandra que hizo posible la permanencia por largo tiempo de los buzos bajo el mar, se observó esta patología también conocida como "mal de buzo" y que luego derivó en una subespecialidad médica: la Medicina Subacuática y que hoy se implementa en recintos navales en el mundo entero, en especial en islas donde el buceo es frecuente. Además, sirve para acondicionar el cuerpo como entrenamiento para sumergirse en las profundidades del mar.
El oxígeno y la presión a los que se expone al cuerpo dentro de la cámara tienen, además, otros alcances terapéuticos que han permitido el desarrollo de la Medicina Hiperbárica, cuyo uso más frecuente es tratar a los intoxicados por monóxido de carbono –el típico caso de la persona a quien se le apaga el calefón mientras se ducha e inhala el nocivo gas que puede resultar fatal–, quienes entran a la cámara inconscientes e intubados y salen caminando. Otros efectos de la cámara son ampliamente conocidos en el mundo entero, como la regeneración de vasos capilares, hueso y piel, pero su uso en hospitales es nuevo y recién en 1967, con la fundación de la Sociedad Americana de Medicina Subacuática e Hiperbárica (UHMS), se logran dar las pautas de investigación para el tratamiento de varias afecciones, catorce admitidas hasta hoy (ver recuadro), como las que todos los días convocan a Sonia, Adela, Luis y Adrián a encerrarse dentro de esta cápsula sanadora.
La doctora Tania Capote monitorea cada sesión en la cámara hiperbárica.
A BUCEAR
"Literalmente es como estar buceando entre 10 y 12 metros de profundidad", explica la doctora internista Tania Capote, jefa de la Unidad de Baromedicina del Hospital del Trabajador Achs y presidenta de la Sociedad Chilena de Medicina Hiperbárica y Subacuática. Desde 2002 que en ese recinto hay dos cámaras multiplaza, con capacidad para diez personas cada una, hasta donde llegan intoxicados por monóxido de carbono, diabéticos con úlceras en la piel, quemados, posoperados con mala cicatrización, deportistas lesionados, fracturados y pacientes de cáncer cuyos tejidos han sido afectados por la radioterapia. Todos ellos buscan los efectos terapéuticos del oxígeno. "Tiene propiedades regeneradoras, antiinflamatorias y bactericidas", afirma la especialista.
La Medicina Hiperbárica o Baromedicina es también conocida como Oxigenoterapia Hiperbárica (OHB) y consiste en suministrar oxígeno al 100% dentro de un ambiente presurizado. Se realiza dentro de una cámara hermética que permite subir la presión atmosférica normal (1 ATA –Atmósferas Absolutas–) a presiones desde 1,4 ATA y 3 ATA. "Por leyes de la física, al aumentar la presión, aumenta la disolución del gas en el líquido, tal como cuando quieres echar gas a una botella de bebida gaseosa debes aumentar la presión, para que éste pueda entrar. Lo mismo ocurre con nuestro cuerpo: al aumentar la presión, penetra más oxígeno que cuando estamos a una presión normal, que es la que experimentamos sobre el nivel del mar", ilustra la doctora Capote.
Su principio terapéutico se basa en incrementar la presión parcial del oxígeno en los tejidos, algo que solo se logra cuando el cuerpo está sometido a altas presiones. En condiciones normales, el aire que respiramos se compone de 21% de oxígeno y casi 80% de nitrógeno y nuestro cuerpo está adaptado para ello. Sin embargo, existen afecciones que están directamente relacionadas con algún grado de hipoxia o déficit de oxígeno, por ejemplo, la necrosis de huesos y de piel o los traumas encefalocraneanos, que hace que las células de esos tejidos vayan muriendo. "Al respirar oxígeno al 100% y aumentar la presión, el oxígeno viaja en el agua del plasma y no en la hemoglobina de los glóbulos rojos, como lo hace en condiciones normales. Esto le permite llegar a zonas a las que jamás llegaría, potenciando el metabolismo celular hasta en 15 veces más de su capacidad normal, logrando recuperar esas células que están por morir", explica el doctor Bernardo Chernilo, traumatólogo de Clínica Meds y especialista en Medicina Hiperbárica hace más de 15 años, quien asegura que complementar esta terapia con el tratamiento habitual de una patología acorta los tiempos de recuperación. "Por ejemplo, escaras y úlceras varicosas –heridas crónicas en las piernas que tardan en cicatrizar–, que por lo general requieren de alrededor de 30 curaciones, disminuyen solo a 10 curaciones luego de que el paciente es tratado con medicina hiperbárica".
Dependiendo de la patología y de su estado de avance, al paciente se le indican entre 10 a 40 sesiones consecutivas, una cada día, para obtener resultados. Algo de lo que Sonia, Adela, Luis y Adrián sí pueden dar cuenta.
Sonia acudió a la cámara para paliar el dolor crónico con el que vive, tras ser operada de un cáncer a la espalda y someterse a radioterapia que afectó los tejidos de la zona. "Mi dolor es tan intenso y constante que debo tomar hasta cuatro dosis de tramal al día, un analgésico similar a la morfina. No tengo sensibilidad en la espalda y mi calidad de vida es pésima". Hoy está en su sesión 17 de 20: "Desde la sexta sesión el dolor comenzó a disminuir progresivamente. Hoy, el resultado es notable: solo tomo una dosis de tramal en la mañana y nada más. La vez que sentí que me picaba la espalda me puse feliz, porque volví a tener sensibilidad en la zona. Puedo hacer mi vida normal y, al mejorar físicamente, también mejoró mi ánimo".
Similar es la situación de Adela Moya (61), a quien operaron de un cáncer en la lengua: la intervención implicó la extracción de sus dientes, sacar la mitad de su mandíbula y reconstruirla con el peroné de su pierna. Tras 30 sesiones de radioterapia, Adela depende de analgésicos para el dolor y, hasta que su hueso no se recupere, no le pueden implantar nuevos dientes. Acaba de terminar su última sesión, la número 20. "Llegué sin hablar por el dolor mandibular. No podía reír ni bostezar y la radioterapia quemó mi glándula salival. Hoy, dejé los analgésicos por completo. El dentista se impresionó de la regeneración de mi mandíbula y me acaba de implantar los pernos para mis nuevos dientes", cuenta feliz.
Luis, por su parte, quien llegó por un dolor en sus piernas y con retinopatía (un deterioro de la retina, usual en los diabéticos), cuenta una anécdota: "Me metí a la cámara en octubre pasado con una indicación de 10 sesiones. Como me sentí tan bien, ahora vengo cada mes a mantención por 5 días. Cuando fui a mi control con el oftalmólogo, él me revisó tres veces y decía impactado: 'No lo puedo creer. Su retinopatía diabética desapareció'". Y Adrián, tras 20 sesiones, logró sanar su pie diabético y evitar que le amputaran su pierna. "La herida c erró. Sin embargo, el roce constante con el zapato ha hecho que se vuelva a abrir y he tenido que volver por más sesiones. No me importa hacerlo, han pasado tres años desde que me tenían que amputar y con esta terapia logré revertir esa nociva indicación", cuenta.
En 2002 se inauguró la primera cámara hiperbárica del Hospital del Trabajador Achs de Santiago, que hoy cuenta con dos cámaras con capacidad para 10 personas cada una.
UNA CÁMARA PARA EL BARROS LUCO
A principios de los 90, los hermanos Germán y Carlos Osorio, dueños de una empresa de metalmecánica que construye insumos para la gran minería en Quillota, se embarcaron en un ambicioso proyecto: construir una cámara hiperbárica, motivados por la idea de que, con ella, su madre María Teresa, afectada por un pie diabético, podría tener una mejor calidad de vida.
La idea surgió un día cuando Germán vio en la televisión un reportaje sobre la Medicina Hiperbárica, cuyo protagonista era el fallecido doctor Antonio Lara, pionero en España en implementar esta medicina en los 70 y que abrió de forma gratuita el Servicio de Medicina Hiperbárica en el Hospital Caridad, en Cartagena, Murcia, donde se atendían hasta cien pacientes diarios. La historia conmovió a Germán, mecánico autodidacta de formación, quien le envió un fax al doctor para aprender acerca de la construcción de estas cápsulas. "Algo sabía de la mecánica de las cámaras, porque una vez trabajé en una empresa operando un batidor presurizado para hacer marshmallows. A presión se batía la mezcla y salían bolsas y bolsas de marshmallows", cuenta. Germán viajó a España y aprendió del doctor Lara sobre presión, oxígeno y suministros hasta que, de vuelta en Chile, construyó su propia cámara junto a su hermano en su empresa especialista en metales y soldaduras.
Tras ocho meses de trabajo, en 1995, la gigantesca cámara de los hermanos Osorio, una multiplaza para 35 personas, estuvo terminada. Aunque su madre falleció antes de poder usarla, ellos decidieron donarla a la comunidad quillotana: la instalaron en un terreno de Avenida Ariztía, inaugurando así el primer centro de salud en Chile de Medicina Hiperbárica, abierto a pacientes de las más diversas patologías, tal como lo hizo el doctor Lara en España.
Pese al poco conocimiento que en esa fecha se tenía sobre la oxigenación hiperbárica, los hermanos consiguieron los permisos sanitarios para funcionar, se aliaron con médicos y el mismo Germán salió a buscar pacientes a los hospitales de la V Región para tratarlos en Quillota. "Diabéticos, quemados, fracturados, personas con artrosis. Todos llegaban hasta acá. Alcanzamos a atender a unas ochocientas personas", cuenta Germán, quien se encargó de elaborar una casuística científica bien documentada del éxito de los casos que trataban. Con esa información partió a Santiago y, junto al traumatólogo Bernardo Chernilo, abrió otro centro de Medicina Hiperbárica. Sin embargo, ambos proyectos cerraron luego de dos años de funcionamiento, mayormente por falta de financiamiento y apoyo de las autoridades de salud.
No fue en vano. La pericia para construir cámaras los llevó a que en 2002 el Hospital del Trabajador les encargara dos cámaras para su recinto de Santiago. Cuatro años más tarde instalaron otra cámara en el mismo hospital, pero de Puerto Montt. Y el Servicio de Salud de Chiloé les pidió una cámara que hoy funciona en el Hospital de Ancud. Tanta expertise tienen que se conviertieron en parte del equipo de asesores técnicos del ISP que participaron en la elaboración de la primera guía chilena para la fabricación, instalación y mantención de cámaras hiperbáricas, recién aprobada en marzo de este año.
El oxígeno al 100% es terapéutico. "Tiene propiedades regeneradoras, antiinflamatorias y bactericidas", afirma la doctora Tania Capote.
Además, en el mismo terreno donde antes se levantó la primera cámara en Quillota, acaban de inaugurar hace siete meses Oxígeno, un modernísimo centro médico, que atiende, entre otros, a pacientes en rehabilitación traumatológica, como deportistas o personas que sufrieron accidentes con fracturas, donde la terapia se combina con sesiones en la cámara hiperbárica. "La presurización hace que el edema de un trauma disminuya, entonces aumenta la movilidad de las zonas afectadas y se puede hacer una terapia kinesiológica dentro de la misma cámara", explica el kinesiólogo y director del centro, Marcelo Osorio, hijo de Carlos.
Y ahora van por más: Germán Osorio ha tomado como desafío personal la concreción de una Unidad de Baromedicina en el Hospital Barros Luco, cuya cámara va a donar a la institución, que depende de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. "Los que pueden pagar van al diabetólogo y los que no, se les amputa el pie. Es muy injusto", asegura. Para ello, trabaja hace siete años para implementar una cámara a disposición de los pacientes y que además sirva para formar especialistas en esta medicina, que hoy deben viajar al extranjero para hacerlo. "La medicina hiperbárica debería implementarse en la salud pública. Por un lado, si podemos salvar un pie diabético de la amputación, los costos de pabellón, cirugía, hospitalización y rehabilitación significan un ahorro tremendo para el sistema. Y, por otro, los que más ganan son los pacientes, quienes mejoran su calidad de vida casi en un ciento por ciento", asevera Gabriela Muñoz, tecnóloga médica y docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, quien trabaja con Germán para que este proyecto, que ya tiene luz verde, atienda a pacientes como los más de 850 que tiene el hospital en lista de espera con indicación de amputación para, por fin, encontrar solución a su problema.
"Los que pueden pagar van al diabetólogo y los que no, se les amputa el pie. Es muy injusto", afirma Germán Osorio, quien ha tomado como desafío personal la implementación de una cámara hiperbárica en el Hospital Barros Luco.
SOLO PARA BUZOS
Aún no difundida en Chile, la medicina hiperbárica es una subespecialidad médica bien desarrollada en el mundo. En Rusia y China, por ejemplo, hay cámaras hiperbáricas en todos los hospitales públicos y en universidades donde dictan la especialidad. Y en Estados Unidos, el seguro social costea el tratamiento de la enfermedades reconocidas por la UHMS e, incluso, se incursiona en el tratamiento de nuevas patologías, en especial aquellas neurológicas como el autismo. En nuestra región existen cámaras dispuestas en centros de salud privados y en algunos hospitales militares y navales, orientados a la medicina subacuática para tratar a buzos afectados por el mal de descompresión y entrenarlos para la inmersión en las profundidades del mar.
Lo mismo ocurre en Chile, cuya tímida incorporación al arsenal de tratamientos clínicos aún está en deuda: según cifras del Ministerio de Salud hay solo 4 cámaras operativas en los hospitales públicos. Otras funcionan en los hospitales Naval y Fach, y otras pocas en centros privados, la mayoría de ellos orientados a la actividad de los buzos, con cupos limitados para la atención de pacientes, quienes se quedan sin los beneficios de esta medicina.
Para sanar a su madre de un pie diabético, los hermanos Germán (izq) y Carlos Osorio construyeron su propia cámara hiperbárica y en 1995 inauguraron el primer Centro de Salud de Medicina Hiperbárica en su natal Quillota. Hoy, son los únicos fabricantes nacionales de las terapéuticas cápsulas, que funcionan en el Hospital del Trabajador ACHS.
Solo en Santiago existen tres cámaras, una en el Hospital Fach y dos en el Hospital del Trabajador Achs, hasta donde llegan todos los pacientes referidos por los pocos médicos que conocen acerca de la medicina hiperbárica. Y, como su implementación no está en los planes del Minsal, el tratamiento no tiene código de Fonasa ni de isapres, por lo que cada paciente debe costear de forma particular cada sesión que cuesta $ 40.000. "Además, son muy pocos los médicos que conocen sobre los alcances de esta medicina y aún la miran con recelo o como una 'terapia alternativa'", asegura el doctor Andrés Llarena, anestesiólogo, especialista en Medicina Hiperbárica y buzo profesional.
Lo mismo opina el neurólogo Jorge Calderón, jefe de la Unidad de Medicina Subacuática del Hospital de Ancud, donde la cámara en funcionamiento está orientada a atender a los más de 5 mil buzos que hay en la Isla Grande de Chiloé. "El conocimiento de esta medicina permitirá extender su uso a patologías que afectan a la mayoría de los chilenos". Por su parte, el doctor Hans Harbst, oncólogo de Clínica Alemana, quien refiere a sus pacientes afectados por la radioterapia a sesiones de cámara hiperbárica, asevera: "La oxigenoterapia hiperbárica es la única solución para estos pacientes. He comprobado sus efectos en mis pacientes, por ejemplo, mujeres con cáncer a la pelvis, quienes tras la radioterapia tienen sangramiento rectal y vejiga hiperactiva, logran sanarse tras sesiones en la cámara. Pero, si no existe la implementación adecuada, ¿dónde se van a atender?", se pregunta.
NO ENTRAR
No pueden entrar a la cámara hiperbárica pacientes con efisema pulmonar grave y con neumotorax no tratado. Tampoco claustrofóbicos ni embarazadas. "Antes de cualquier procedimiento en la cámara, el paciente debe ser examinado exhaustivamente por el médico", afirma la doctora Tania Capote, especialista en Medicina Hiperbárica.
PRESIÓN PARA LA BELLEZA
Aunque no son tan comunes en Chile, en el mundo hay varios spa y centros estéticos que promocionan el uso de la cámara hiperbárica para rejuvenecer, pero según afirma el doctor Andrés Llarena, este uso no está comprobado. "Para que el oxígeno movilice tejidos y penetre en las células para repararlos, el paciente debe estar como mínimo a 2 ATA (Atmósferas Absolutas) de presión, equivalentes a 10 metros de profundidad. Por lo general, estas cámaras equivalen a 4 metros de profundidad, que sirven como oxigenación hiperbárica: una momentánea sensación de bienestar producida por la inhalación de oxígeno, pero que no ejerce la presión suficiente para que éste tenga efectos terapéuticos a nivel celular", aclara.
CUÁNDO SE INDICA
La UHMS publica periódicamente reportes sobre las indicaciones de oxigenoterapia hiperbárica, que hasta la fecha admite el tratamiento de 14 afecciones:
1. Aeroembolismo gaseoso arterial.
2. Intoxicaciones con monóxido de carbono, cianuro y sulfuro de hidrógeno.
3. Miositis y mionecrosis clostridial (gangrena gaseosa).
4. Lesiones por aplastamiento, síndromes compartimentales y otras isquemias traumáticas agudas.
5. Enfermedad por descompresión de buzos.
6. Insuficiencias arteriales: a. Oclusión de la arteria central de la retina. b. Curación de heridas refractarias, pie diabético, úlceras por presión.
7. Anemias severas.
8. Absceso intracraneano.
9. Infecciones necrotizantes de tejidos blandos (fascitis necrotizante).
10. Osteomielitis refractaria.
11. Lesiones tardías posradiación (tejido óseo o partes blandas).
12. Injertos y colgajos comprometidos.
13. Daño por quemaduras térmicas agudas.
14. Sordera súbita.