La casa en la que crecí está en Penco, muy cerca del mar. Mi abuelo era un marino alemán que llegó a vivir ahí a principios de 1900. Se casó y junto a mi abuela construyeron una casa de madera a dos cuadras de la playa. Cuando sus hijos se casaron cada uno construyó su propia casa en el mismo lugar. Por eso yo me crié con mis abuelos y todos mis primos en un mismo espacio. Cada familia tenía su propia casa pero compartíamos un patio común grande, con árboles frutales, mucho espacio para jugar y andar en bicicleta.
Todas las casas eran más o menos del mismo estilo, de madera y con una pequeña terraza. La mía era naranja y afuera tenía un sauce enorme. Debajo de ese árbol almorzábamos los días de sol. En ese mismo sauce armábamos casas en el árbol con mis primos y cada uno tenía su propia rama. Me acuerdo que mi mamá reclamaba porque se perdían cojines y otras cosas de la casa en el verano. En invierno aparecía todo entre las ramas del sauce.
Mi casa era un lugar de encuentro. Nosotros éramos siete primos de todas las edades pero además, recibíamos a muchos amigos cuando éramos chicos porque teníamos harto espacio. Siempre estaba lleno de niños. Como vivíamos muy cerca del mar, todas las tardes nos íbamos a la playa. Volvíamos a comer y a sacarnos la arena para después volver a salir todos juntos a caminar o a la plaza.
Nuestras casas siempre tenían la puerta abierta para todos. Podías entrar y salir cuando quisieras. Estábamos tan cerca que nos acostumbramos a hablarnos de una casa a otra en vez de llamarnos por teléfono. Para fechas especiales como Pascua de Resurrección nos juntábamos todos en la terraza de una de las casas para buscar huevos de chocolate, después pasábamos a otra donde nos tenían algo más preparado y después a la siguiente y así. Para el 18 de Septiembre hacíamos una ramada entre todos con juegos típicos. Los cumpleaños también los celebrábamos juntos. Yo incluso me casé en nuestro patio común. Pusimos una barra y una pista de baile y recibimos a casi 200 invitados.
Las cuatro casas que hay ahora en el sitio de mi familia siguen siendo más o menos las mismas, pequeñas y de madera. Cada familia la ha ido personalizando con el tiempo. El entorno también ha cambiado. Antiguamente teníamos bodegas, lavandería y galpones para ahumar. Ya no queda nada de eso pero hemos mantenido los espacios comunes.
Creo que haber crecido todos juntos compartiendo esos espacios comunes nos hizo una familia unida. Los hijos de algunos primos han crecido y formado su propio hogar en otros lugares. Aún así tengo sobrinos que se han independizado pero que se las han arreglado para vivir distintos pisos de un mismo edificio. Estoy convencida de que la única razón por la cual no estamos todos aquí es porque no sería suficiente espacio para una familia que ha crecido mucho. Hace algunos años llegamos a ser 21 miembros de la familia viviendo en un mismo lugar. Cuando yo me casé a los 25 años me fui a vivir con mi marido a otro lugar pero duré solo algunos años lejos. Al final terminé volviendo. Todos terminamos volviendo.
Annemarie Koch (45) es parvularia y actualmente vive en la misma casa de Penco en la que nació hace 45 años.