Y ahí estaba Rihanna en el escenario de la Super Bowl, flotando sobre una plataforma voladora, con varios meses de embarazo y un bebé de un año en casa. 20 años de carrera, 9 premios grammys, 12 premios Billboard, 13 American Music Awards, ocho premios People’s Choice y 14 sencillos número uno en la lista Billboard de Estados Unidos. La mujer levaba 6 años sin pisar un escenario y se presentó allí, en uno de los más grandes, tranquila, segura y a su propio ritmo, junto a decenas de bailarines vestidos de blanco y ella de un rojo furioso luciendo su panza, hermosa. Para mí fue glorioso y sin embargo, al día siguiente, algunos dirían que no fue suficiente. Se esperaba más, se esparaba más de ella, decían. Más baile, más contorciones, más movimiento, más energía, más presencia de la voz, más show, porque no fue suficiente. Confieso que algo en esa exigencia me irrita particularmente, como si fuese una analogía de algo más grande, de un sentimiento en común. Cómo no conectar con esa sensación de nunca cumplir con las expectativas ajenas, como madre o como mujer, como profesional o como pareja. Lo que tanto me irrita de esa imagen de Rihanna en el escenario siendo simplemente ella y todas esas personas exigiéndole más y más, es que veo a una mujer cualquiera frente a un mundo que le dice constantemente: no eres suficiente. Debe ser más para ganarte la aprobación. Más generosa y atenta para ser una mejor hija, más dulce y paciente para ser mejor madre, más ordenada y sistemática para ser mejor profesional, más dispuesta y relajada para ser una mejor pareja, más resuelta, más terapiada, más flaca, más joven, más saludable, más challa, más brillo, más voz, porque aún no es suficiente.
Buscando en Google sobre esa sensación que tanto me resuena tras leer las críticas sobre Rihanna, llego a un libro chileno que tiene ese nombre: Soy suficiente. Es un libro de autoayuda pensado para un público masivo, supongo porque es un tema masivo; atraviesa todas las realidades. De hecho, hablando con su autora, la psicóloga María José Lacámara sobre la razón que la llevó a escribir un libro con ese título particular, me cuenta que fue motivado porque “no ser suficiente” era un mensaje que se repetía constantemente en su consulta. “Muchos de los pacientes que tengo son mujeres adolescentes. Jóvenes y adultas jóvenes, y había una tendencia en los discursos a esta sensación de que independiente de lo que hicieran no se sentían suficientes. Lo suficientemente bonitas, exitosas, buenas mamás, buenas amigas, buenas estudiante, etc. Cuando te das cuenta que hay muchas personas con la misma sensación, es porque en lo colectivo está ocurriendo algo que no está bien y que nos está destruyendo más que construyendo. En este caso miré factores en común que se repetían y que nos hacen daño: la necesidad de ser perfectas aún sabiendo que la perfección no existe, la autoexigencia que buscar esa perfección implica, la necesidad de compararnos para medir cómo lo estamos haciendo y la dificultad de tomar riesgos por miedo al error”.
Siguiendo con la búsqueda de respuesta a ese sentimiento en común -y como siempre que me toca escribir sobre temas que me aquejan personalmente- pregunto en redes sociales: ¿Alguien más por aquí tiene la sensación constante de que nunca es suficiente? Entre las decenas de personas que me comparten su sentir en común me quedo con dos dando vuelta. La primera Alejandra, una funcionaria pública de 44 años. Lo que me cuenta básicamente es que siente, desde la adolesencia, una sensación constante de no estar a la altura de lo que se espera de ella. “Me creo una idea de lo que el otro tiene como expectativa de mí en base a compararme con otros. Me siento avergonzada cuando me pasa y me aíslo, evito el contacto con las personas, incluso con aquellas que no están relacionadas con esa expectativa que yo creo se tiene de mí”. Muchas mujeres me cuentan que sienten lo mismo, siempre al debe con su cuerpo, con su profesión, como madres, como parejas. Pero también le pasa a muchos hombres. Entre ellos el standapero, director audiovisual y creador de contenido Javier Manríque, en redes conocido como @guorororoi. Le pasa en las relaciones de pareja tanto como en su oficio. Cada vez que hace stand up siente que los focos del escenario iluminan todas sus inseguridades. “Pienso que no soy tan bueno, no soy lo suficientemente gracioso, carismático”. Me describe lo que pasa por su cuerpo: un vértigo en el pecho, angustia, tensión en la espalda, nudo en la garganta, “un vacio muy grande en el que se siente desamparado, a la deriva”; algo que no solo le ocurre en el escenario, sino en la relaciones de parejas y frente a las expectativas que el resto tiene de cómo debería ser un hombre; más alto, más fuerte, más competitivo. ¿Cómo hacen para lidear con esa sensación?, les pregunto a Alejadra y Javier. Terapia me contestan. Porque las razones que originan este sentir pueden ser muchas y no son fáciles de desentrañar en soledad, reafirma María José: padres exigentes, una sociedad competitiva, la necesidad de perfección en todo ámbito, el tema del cuerpo y estereotipos de belleza y las exigencias sociales asociadas a un género.
Pienso que en algún momento todos y todas nos hemos sentido alguien intentando no caerse de una plataforma que vuela, dando todo lo que puede, frente a un público que nos dice: no eres suficiente. Y por eso, aunque sea algo tonto, algo me alivia en decir que Rihanna sí lo fue. Porque hay algo revolucionario y liberador en sentir que con lo que somos y hacemos es suficiente. “La idea de sentirnos suficientes, es sentir que estamos bien tal y como somos” explica María José en su libro. “Aceptarnos en nuestras luces y también en nuestras sombras. Y a pesar de siempre querer mejorar, crecer o cambiar, aceptar que hay partes de nosotros que nos hacen ser quienes somos. Eso que ya somos, ya es querido y amado por los que nos rodean, por lo tanto también puede ser querido y amado por nosotros mismos. La búsqueda de la perfección o de mostrarnos siempre bien es agotadora y nos aleja del otro porque pone la mirada en nosotros mismos. La posibilidad de sentirnos suficientes tal cual somos, nos hace conectar con el otro y con el mundo, desde un lugar más humano y vulnerable y por lo tanto más profundo. Tenemos que ser capaces de tratanos de manera más compasiva”.