“Educada en colegios católicos, donde la sexualidad era un tema tabú y la educación sexual apuntaba a abstenerse, durante mi adolescencia nunca me interesé mucho por el sexo. Lo encontraba un poco grotesco y lo veía como una posibilidad de embarazo no deseado, como le pasó a tantas de mis compañeras. Además, creía que, para tener relaciones, había que sentir afecto y atracción hacia la otra persona. Entonces, incluso aunque en la época universitaria tuve la oportunidad varias veces, nunca sentí la confianza suficiente para hacerlo. Hubo instancias donde amigos traicionaron mi confianza. Sufrí de acoso de parte de uno de ellos y eso me generó mucha incomodad y desconfianza hacia los hombres en general, entonces siempre trataba de alejarlos y no me podía abrir genuinamente. Y así fue como a los 31 años perdí la virginidad con un amigo.

Mientras estaba en la universidad, para mí no era vergonzoso decir que era virgen, pero algunos compañeros me lo cuestionaban y me molestaban por eso. Me decían “no entiendo cómo tú, siendo tan simpática y bonita sigues sin pareja. Así, siendo virgen”, o me molestaban con que me faltaba “vitamina P” y que por eso me enfermaba. Ya después de recibir ese tipo de comentarios dejé de contarlo, sabiendo que en el fondo todos tenemos nuestros tiempos para tener esta experiencia. Y la mía fue un poco más tardía, simplemente lo tomo así. Sin embargo, el desconocimiento respecto a cómo sería relacionarse con otra persona sí era una inseguridad. Sentía que me faltaba más, que necesitaba experiencia porque eso me podía jugar en contra. Pero por lo visto nunca fue un problema.

Empecé mi vida sexual un día en que un amigo me propuso intentarlo. Yo acepté porque tenía curiosidad de cómo sería. Fue un intercambio donde él me deseaba y yo quería experimentar. Pero me di cuenta de que en realidad no puedo tener relaciones sin cariño. No fue lo que esperaba. Le dije que era mi primera experiencia y, aún así, no terminó siendo tan placentero para mí. En algunos momentos se sentía bien, pero en otros, era un poco incómodo porque habían reacciones que me desconcertaban, como cuando me decía que estaba “exquisito” y yo no podía dejar de pensar en el meme de Tulio Triviño cuando le dice a Juan Carlos Bodoque “está exquisito, fíjate”. Y de ahí no pude volver a conectarme con lo que estábamos haciendo.

Eso sí, ser deseada me dejó pasmada. La persona con la que perdí mi virginidad es un amigo mío. Mis cercanos, sin necesariamente saber lo que pasó entre nosotros, siempre me comentan que lo encuentran guapo y atractivo. Él, por su parte, cuando me contaba de sus cosas siendo amigos, me decía que le atraía un prototipo de mujer que, en mi mente, se veía como una modelo. Entonces fue una gran sorpresa que yo le hubiera gustado de esa forma. Me sentí bien, me dio un poco de pudor y vergüenza, porque no había experimentado que me hablaran de esa forma, diciéndome todas las cosas que le atraían de mi cuerpo.

Hoy veo el sexo como algo normal y saludable. Y si bien encuentro muy valorable que cuando no hay sentimientos de por medio, pero sí deseo, uno se pueda relacionar sexualmente y que eso simplemente quede ahí, para mí, debe haber cariño hacia la otra persona y que eso de alguna forma sea recíproco.

Antes de tener sexo, no lo idealizaba. Lo encontraba algo tan impensado, que fue una buena experiencia, completamente diferente al autoplacer. Como tenía tan pocas expectativas, tampoco fue como lo esperaba, porque en realidad no lo esperaba. Al igual que el hecho de ser atractiva para una persona. Sin haberlo experimentado, me sentía muy polla. Gracias a internet tenía mucha información y sabía varias cosas, pero en la práctica, sentía que sería extraño.

Con esta primera experiencia he dejado muchas inseguridades de lado. Pensaba que tenía algo de sobrepeso y me acomplejaba por eso, cuando en realidad ahora sé que no es en lo que se fijan. Me dio más seguridad en la forma en la que me veo a mí misma. Y es que cuando me gustaba alguien y se lo expresaba, normalmente era rechazada. Pero hoy me acepto más y soy capaz de ser más amable conmigo misma. Siento que muchas veces somos muy criticas y duras con nosotras. Es como si apuntáramos a ser perfectas sin darnos la oportunidad de aceptar nuestro cuerpo tal cual es. Un cuerpo funcional que además de permitirnos realizar distintas actividades día a día, tiene mucho valor. Y es que no porque tengamos un rollo o una espinilla somos menos valiosas, porque va mucho más allá.

Hoy veo el sexo como algo normal y saludable. Y si bien encuentro muy valorable que cuando no hay sentimientos de por medio, pero sí deseo, uno se pueda relacionar sexualmente y que eso simplemente quede ahí, para mí, sigo pensando lo mismo que cuando era más joven. Creo que debe haber un sentimiento, un cariño hacia la otra persona y que eso de alguna forma sea recíproco.

Actualmente exploro mi sexualidad masturbándome. Veo qué es lo que me gusta, dónde y cómo hay que tocarme y cómo se debería sentir. Pero siento que todavía faltan muchas cosas por averiguar experimentando con otras personas, que sé que es algo que se vive y siente muy diferente. Espero próximamente poder generar esa instancia con una persona que también esté abierta. Esta experiencia me dio curiosidad para seguir explorando, conociendo mis gustos y encontrándome con la conexión que puedo llegar a tener con alguien más.

Hoy me siento más abierta y busco una pareja afectiva activamente. De hecho, estoy en un proceso de posible pareja. Aún estoy viendo y tanteando el terreno. Es un poco complejo porque igual resurgen inseguridades, pero por lo menos quien estoy conociendo está siendo muy paciente, amable y respetuoso con mi espacio, y eso, lo agradezco, sobre todo porque para él no ha sido para nada un tema relevante que yo haya perdido mi virginidad hace poco”.

*Catalina tiene 32 años y es ingeniera.