Sergio Castilla y su perra de película
En los últimos dos años, el director de Gringuito ha trabajado en Perla, una película que tiene como protagonista a su perra Linda, a quien encontró en la calle en 2011. Aquí, el cineasta se explaya sobre la relación que tiene con su histriónica quiltra, a la que se podrá ver en la pantalla grande en abril de 2015.
Paula 1161. Sábado 22 de noviembre de 2014.
Sergio Castilla –cineasta de 66 años, ex campeón nacional de natación y rugbista–, no tiene auto y adora caminar. Cada vez que necesita despejar su cabeza, sale de su departamento en Las Condes y se pone a dar vueltas sin rumbo fijo.
A fines de 2011 lo hizo más a menudo todavía, pues estaba en una crisis: hace tres años que no lograba estrenar una película –la última la filmó en Estados Unidos en 2008 donde vive la mitad del año–, sus dos matrimonios habían fracasado y, para colmo, su madre, que es con quien creció ya que su padre falleció cuando tenía dos años y medio, se apagaba lentamente en un hogar de ancianos. Estaba solo.
"Necesitaba una historia que contar pero no lograba encontrarla. Hasta que un día, caminando por el barrio, me encontré con una perra abandonada", dice. Era una perra de unos nueve meses que estaba botada y herida en la esquina de Sebastián Elcano con Colón. Una quiltra, mezcla de salchicha y galgo a la que el cineasta miró a los ojos.
–Vamos–, le dijo sin pensarlo. Y la perra, patuleca, lo siguió.
Sergio no era un amante de los perros. Por eso, los siguientes días, luego de que la curara un veterinario, intentó regalarla; pero nadie la quiso. La perra ladraba sin parar y destruyó su alfombra y los marcos de la puerta. Justo entonces llegó la noticia: su madre había muerto.
"Mi mamá era muy dura de carácter. Teníamos una relación permanente pero distante, pues su personalidad era muy secreta. Hablaba poco. Y quizás el único gusto que compartíamos era el de la flores. Pero cuando mi mamá realmente demostraba su ternura era cuando hablaba de la perra de la calle que había adoptado cuando se vino desde Chillán a vivir a Santiago para estudiar Derecho. Esto me hizo mucho sentido cuando murió. Me di cuenta que si yo me había encontrado a esta perra era porque la necesitaba para que me acompañara en este duelo. Entonces ya no quise regalarla. Decidí quedármela", dice.
Un año después, en 2012, Sergio había encontrado la historia que necesitaba filmar. Quiso contar la historia de esta perra vagabunda a la que adoptó. En Perla, la película que estrena en abril de 2015, él mismo actúa como Samuel Valdebenito, un director de cine sin plata que va a terapia para solucionar sus dolores con su madre y también con una hija a la que abandonó hace 20 años. Una historia que en un momento se cruzará con la de la quiltra.
"Mis películas se parecen a mí. Es que el cine se construye con lo que la vida te va tirando. No entendí que tenía una película hasta que caí en la cuenta que tenía horas de grabación de mi perra. La llevaba a barrios de distintas clases sociales, la grababa: siempre pasaban cosas", dice.
¿Cuándo te diste cuenta que tu perra era la protagonista que buscabas?
Cuando empecé a reírme con sus diabluras y empecé a fantasear con las historias que Linda contaría si pudiese hablar. Ella tenía collar cuando la encontré y recorrí todo el barrio para ver si alguien la reconocía: al final entendí que la habían abandonado. Además, hacía cosas insólitas. Trepaba por los árboles, perseguía gatos, ¡tenía una vitalidad! La idea de que la perra protagonizara una película yo mismo la boicoteé harto. ¿Cómo iba a hacer el guión de un animal? Pero cuando el tercer proyecto que tenía fracasaba, me decidí: comencé a grabar a Linda.
Perla es como la versión animal de Gringuito porque trata de una perra desarraigada que un día se pierde en la ciudad.
Mis películas se parecen a mí. Es que el cine se construye con lo que la vida te va tirando. No me di cuenta que tenía una película hasta que caí en la cuenta que tenía horas de grabación de Linda. Fue una aventura porque la llevé a distintos escenarios, barrios de distintas clases sociales y siempre pasaban cosas. En la Plaza de la Constitución se peleó por una botella con otros perros y parecía estar en medio de un partido de fútbol, y en el Parque Japonés del Cerro San Cristóbal, la perra se lanzó al agua y se bañó feliz. Ese grado de improvisación en la película es lo que más me gusta de Perla. Es la odisea, el viaje como dice Borges, para después retornar a casa, lo que me conmueve.
Linda apareció justo días antes de que muriera tu madre. ¿Qué sentido tuvo eso para ti?
Siento que me salvó porque es muy fuerte el sentimiento de orfandad cuando pierdes a la persona con la que creciste. Me sentía como patinando y gracias a Linda no estuve tan solo: me refugié en ella. ·
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