Sex Education: La serie que necesitábamos ver en la adolescencia

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El ilustrador Gabriel Ebensperger, autor de Gay Gigante, una novela gráfica testimonial que narra cómo fue crecer en los 90 siendo un niño gay en Chile, compartió esta reflexión en sus redes sociales: cuánto más fácil hubiera sido su vida si hubiera visto Sex Education en la adolescencia. La serie británica, estrenada en 2019, retrata la vida sexual de un grupo de adolescentes; sin moralina, sin tabúes, sin prejuicios ni idealizaciones, va exponiendo las interrogantes y dificultades que experimentan los jóvenes frente al despertar de su sexualidad e identidad de género. Buscando no solo información sino contención emocional y la búsqueda del placer, dos adolescentes de la secundaria Moordale, Otis (Asa Butterfield) y Maeve ( Emma Mackey), deciden instalar una clínica de educación sexual clandestina, en el baño del colegio, para ayudar a sus compañeros. Allí, hablan de todo; desde salir del clóset frente a tus padres, tener miedo a expresar tu identidad de género, sentirte acomplejado con tu cuerpo o presionado por estándares sexuales inalcanzables, hasta interrumpir un embarazo, contagiarse de una ETS o sufrir abuso sexual. A través del humor y con personajes entrañables, la serie -que ya va en su tercera temporada y con promesa de una cuarta- se ha hecho cargo de todos aquellos temas de sexualidad y género que para quienes crecimos en los 90 o 2000 (peor aún, antes) eran imposible de hablar abiertamente. Y cuánta falta nos hizo. “Cada vez que la veo vuelvo a esa edad, y a veces me da envidia ese mundo que habita ahora la generación z”, dice Gabriel. “Haberla visto en mi adolescencia hubiera hecho milagros con mi autoestima y mi salud mental”.

La psicóloga clínica infanto-juvenil Helga Delgado, quien se declara una fan de la serie, rescata varios aspectos que ayudan a entender su éxito no solo entre adolescentes sino también en generaciones mayores como la de Gabriel.  “La primera lección que nos deja la serie es el hecho de que claramente necesitamos más educación sexual. La serie viene a mostrar los vacíos o ausencias que existen respecto al tema y las consecuencias que esto tiene para el desarrollo de la sexualidad en las personas y la sociedad en su conjunto”. Para Helga, otro aspecto destacable de la serie es cómo pone la comunicación, el poder hablar con un otro, como aspecto fundamental en el desarrollo de la sexualidad de las personas. “Creo que una gran lección es la importancia de la escucha, libre de prejuicios, donde podamos acoger aquellas inquietudes, transformaciones, cambios o exploraciones como algo necesario en la vida personal y de los jóvenes, donde está en juego también su identidad y su lugar en el mundo”. Así también lo observa Gabriel al recordar su propia adolescencia, y darse cuenta de todas las dificultades que hoy enfrenta en su vida adulta por haber crecido en un país y una época llena de tabúes y represiones en relación a la sexualidad y la expresión de género, donde esa escucha era prácticamente inexistente. “Fue súper fuerte y dañino crecer en un mundo totalmente heteronormado que te apuntaba constantemente con el dedo, y sin información. Las consecuencias las sigo viviendo a los 38 años, y todo gracias a un mundo de adultos ignorantes e indolentes que se negaban a que existiera la sexualidad, o cualquier divergencia en su orientación o inclinación no aceptable entre los polos binarios obligatorios. Ver a personajes de sexualidades e identidades de género diversas, como las de esta serie, me habría informado y empoderado. Me habría ayudado a no dar a otros el poder de asignar mi valor, y no me habría convertido en mi mayor crítico y enemigo”.

Helga afirma que la liberación sexual de los adolescentes de la serie es una respuesta directa a los adultos que no los quieren escuchar. “El cómo viven la sexualidad los adolescentes tiene una relación directa con cómo vivieron la sexualidad los adultos que conviven con ellos.  Debido a la fuerte represión en que nos criamos la mayoría de los adultos sobre este tema, es normal que los adolescentes de hoy quieran cambiar algo de eso. Más aún, muchas veces el adolescente, con esta etiqueta del “rebelde”, lo que en realidad nos viene a mostrar es aquello que no queremos oír, lo que no queremos saber”.

Mariana Carvajal, estudiante de cuarto medio, parte de esta llamada nueva “generación z”, reconoce ese cambio generacional del cual habla Gabriel y Helga. Pero si bien también ve un avance en relación a otras épocas, aclara que los adolescentes de hoy siguen teniendo esa misma necesidad de más información y contención en temas sexuales. “Uno piensa que la sexualidad de la que habla la serie es básica para nosotros, pero no lo es. Solo algunos hemos tenido una buena educación sexual o tenemos familias que son abiertos al tema, pero otros no tienen ese privilegio de hablar con alguien. Para muchos aún es un tema tabú, por eso uno aprende tanto de la serie, no solo sobre sexualidad sino cómo actuar frente a ella, sin miedo. Al final la serie da cuenta en realidad de cuánto necesitamos de alguien para hablar sobre sexualidad y guiarnos en un camino seguro e informado para cada uno, saber que está bien hablar de eso y experimentar lo que uno quiere”. En el colegio, Mariana y sus compañeros han recibido educación sexual guiada por matronas y en un contexto científico, pero dice que no es suficiente. “Seguimos estando desinformados sobre el tema, igual que en la serie. Sería bueno que hubiera un psicólogo o psicóloga especializado en sexualidad adolescente, para sentirnos cómodos de preguntar sobre lo que queramos”.

El personaje que reemplaza esa figura del “psicólogo especialista” que tanta falta hace, en la serie es Otis, un adolescente que, improvisando sobre los conocimientos que ha escuchado de su madre, quien sí es terapeuta sexual, se lanza a darle consejos a sus compañeros y compañeras. Allí, más que información especializada lo que prima es la voluntad de escuchar, apoyar y contener.  Pero como dice Helga, Otis es un personaje de ficción y es poco probable que en la realidad exista, por eso se hace urgente darles respuestas a los adolescentes de otra forma. “Los jóvenes finalmente tienen que buscar las respuestas por sí solos, a veces de forma poco confiable, distorsionada o en la experiencia misma”.

Por lo mismo, la serie nos invita como adultos a escuchar sin prejuicios, como nos hubiera gustado que nos escucharan a nosotros. “Como adultos más que permitir el descubrimiento, desarrollo y conocimiento de los jóvenes sobre la sexualidad, les transmitimos nuestros propios temores, prejuicios y moral. En este sentido, diría que la educación sexual no la requieren solo los adolescentes, sino también los adultos, que son quienes cumplimos esta labor. Es importante entender que nosotros también recibimos una “educación” particular sobre la sexualidad ¿Cómo poder educar si yo no tengo claridad al respecto, si no tengo un desarrollo pleno o si predominan los temores más que las preguntas?”, se cuestiona Helga. “Es la sociedad en su conjunto la que requiere un cambio de perspectiva respecto a cómo se posiciona en relación a la sexualidad y cómo va a ser esta interacción entre adolescentes y adultos”, agrega. “Necesitamos mayor comunicación, libre de prejuicios. La escucha es un aspecto esencial para que la educación sexual en adolescentes sea efectiva; una comunicación que facilite el diálogo y no que lo entorpezca”.

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