Sexo imposible

sexo imposible

Del total de chilenas que consultan por una disfunción sexual, 17% es diagnosticada con vaginismo: una fobia tan grande a la penetración que, ante la inminencia de una relación, hace que los músculos se contraigan en un reflejo involuntario. Hay mujeres que llevan años de relación sin poder consumar su matrimonio. Y el problema se agrava cuando se espera concebir un hijo.




Paula 1139. Sábado 18 de enero de 2014.

Cuando el doctor le comunicó a Valeria (30) que tenía seis meses de embarazo ella se echó a llorar sin control. La noticia la tomó por sorpresa. "Es imposible", pensó. Su marido aguardaba en la sala de espera y, con él, un secreto que solo compartían entre ambos: llevaban tres años de un matrimonio no consumado. ¿Cómo, entonces, era posible que estuvieran esperando un hijo?

Antes de casarse, Valeria y su marido pololearon un año y medio. Y, antes de eso, ella había tenido dos pololos. Ni con ellos ni con su esposo había logrado el coito. "Cuando llegaba el momento me cerraba por completo, me ponía nerviosa. Era un rechazo automático. No era a propósito, yo quería tener relaciones, solo que pensaba que me iba a doler y era imposible poder relajarme", cuenta. Hoy, el hijo de Valeria tiene 6 años, lleva 9 años de matrimonio y solo hace dos pudo dar con un diagnóstico para solucionar su problema: vaginismo, disfunción sexual que afecta a 17% del total de chilenas que consultan a un especialista por disfunciones sexuales.

Se trata de una fobia a la penetración vaginal asociada al temor al dolor, que físicamente se expresa en que los músculos de la vagina se contraigan en un reflejo involuntario tan fuerte que impide la penetración. "Es una disfunción mixta, tanto sicológica como física, que se expresa cerrando la vagina. No hay defectos anatómicos, sino que los músculos se vuelven tan rígidos ante la inminencia de una penetración, que son impenetrables", explica Odette Freundlich, kinesióloga especialista en rehabilitación pelviperineal y sexualidad del centro Miintimidad, quien lleva diez años tratando a pacientes con vaginismo.

"El problema comenzó cuando me casé. Fue imposible tener relaciones. Probé con relajantes, lubricantes, traguitos de más, pero nada funcionaba. Comencé a frustrarme, esquivaba la hora de dormir. Mi marido empezó a ponerme malas caras. Fue tan terrible que, incluso, se me desataron crisis de pánico", dice Valeria.

La patología se desarrolla fundamentalmente en mujeres cuya crianza ha sido basada en principios muy estrictos, en la que el sexo se ha inculcado como un hecho meramente reproductivo y todo lo demás es visto como impuro, prohibido y malo. "Se le llama vaginismo primario, que es cuando la mujer no ha conseguido nunca la penetración", explica la especialista.

"No es que en mi casa la educación haya sido restrictiva, pero de sexo jamás se hablaba. Era un tema que siempre se omitió. Pero de mis amigas escuchaba que la primera vez era lo peor. Me decían: 'es que yo me morí', 'me caí de la cama del dolor', 'sangré un montón', 'estuve tres días sin caminar'. Entonces me formé una idea estereotipada del sexo. Incluso una vez le comenté a mi mamá este problema y me dijo: 'no logras tener sexo porque no lo amas'. Pero yo sabía que esa no era la razón", dice Valeria.

Aunque menos común, también existe el vaginismo secundario, que se produce luego de una situación traumática: un parto en que ha habido una cicatriz de la episiotomía dolorosa, un cáncer de útero que termina con una zona con mucho dolor y algunas patologías asociadas, como herpes o vulvodinia, que conllevan irritación y molestia y cuya reacción para evitar el dolor es a través del vaginismo.

Por otro lado, la especialista aclara: "Solo 2% de mis pacientes ha sufrido un abuso sexual por lo que, al contrario de lo que se podría pensar, el abuso no es un factor predisponente de vaginismo", afirma tajante.

Existen cinco grados de vaginismo, siendo el 1 el más leve y donde la mujer puede conseguir relajar los músculos, hasta el 5, que implica que ante cualquier intento de acercamiento la mujer se ponga tensa, rígida y se curve entera. Tanto así que, incluso, involucra la contracción de la musculatura de glúteos, piernas y abdomen.

"Son mujeres fóbicas a la penetración, al erotismo, al pene. Le tienen terror al dolor", describe la especialista. Pero el vaginismo no solo se expresa en la relación sexual. También frente a la posibilidad de usar un tampón o que el ginecólogo introduzca un dedo o el transductor del ecógrafo, por lo que estas pacientes no frecuentan las consultas médicas que tienen relación con esa zona, exponiéndose a riesgos que tienen que ver con el control de enfermedades femeninas tan frecuentes como el cáncer cervicouterino, por ejemplo.

Las mujeres con vaginismo evitan ir al ginecólogo por temor al examen, entonces es difícil hacer un diagnóstico. "Por lo general acuden al médico cuando quieren ser madres y saben que al no haber penetración les será muy difícil embarazarse", señala la kinesióloga Odette Freundlich, especialista en este tema.

MADRE VIRGEN

Valeria comenzó a sentir náuseas y sentía su vientre hinchado. "Pensaba que era el colon y como soy irregular con mi periodo no le presté mayor importancia. Solo cuando empecé a sentirme muy aletargada fui a un doctor de medicina general quien me hizo muchos exámenes, incluyendo el de embarazo", cuenta. Y agrega: "Yo quería tener un hijo pero estaba desesperada porque sabía que no iba a poder tenerlo. Esto fue un milagro. Mi hijo no fue concebido por una relación con coito, sino en algún juego sexual. Yo era muy ignorante en el tema y no sabía que podía embarazarme sin penetración".

El vaginismo es un gran impedimento para la maternidad, ya que al no haber penetración se reducen casi al mínimo las opciones de embarazo. De las 916 pacientes que durante estos últimos cinco años han visitado la consulta de Freundlich, 365 jamás han tenido coito. De ellas, solo una paciente recurrió a una inseminación artificial para concebir y 11 lo lograron en relaciones sin penetración. "Aunque bajas, hay probabilidades –como ha ocurrido en estos casos– en que el hombre eyacula en la entrada de la vagina, permitiendo que los espermios se movilicen hacia el óvulo a través de los fluidos produciéndose la fecundación. Estas son las madres vírgenes", explica la especialista. Y agrega: "El problema al que se enfrentan estas mujeres con vaginismo es que no logran ser examinadas durante el embarazo y tienen partos por cesáreas, sometiéndose a riesgos para la salud de ellas y de sus bebés".

"Nunca en mi vida visité a un ginecólogo. Les tenía terror a los espéculos y herramientas que usan. Además, como no podía tener relaciones, jamás consulté para tomar pastillas. Durante mi embarazo solo me revisaron por encima. Yo pensaba que al momento del parto todo se iba a solucionar porque una se dilata. No fue así. Fue imposible cooperar con el doctor, así que decidió hacer una cesárea", cuenta Valeria.

NOCHE DE BODAS

"Antes de mi matrimonio mi marido entendía la situación porque yo siempre pensé que mi imposibilidad para tener relaciones era porque tal vez necesitaba un compromiso serio. Entonces, las expectativas estaban puestas en la noche de bodas. El verdadero problema comenzó cuando me casé. Fue imposible tener relaciones. Probé con relajantes, lubricantes, traguitos de más, pero nada funcionaba. Comencé a frustrarme, esquivaba la hora de dormir. No quería que llegara ni esa ni ninguna noche. Mi marido –aunque nunca me forzó–  empezó a ponerme malas caras. Fue tan terrible que incluso se me desataron unas crisis de pánico", detalla Valeria.

Dentro del historial de pacientes no están exentos los casos extremos. "He visto parejas que llevan hasta veinte años sin haber consumado su matrimonio", dice la kinesióloga, quien alude a la falta de información y al pudor que provoca consultar sobre estos temas como los responsables de que existan personas que dejen pasar tanto tiempo antes de acudir a un especialista. "También tiene que ver con que las parejas de estas mujeres por lo general son muy buenitos, condescendientes: Ella dice: 'Me duele' y él se asusta. Una actitud que poco ayuda a tratar esta disfunción", explica Freundlich.

Las mujeres con vaginismo evitan ir al ginecólogo

Que existan parejas que no logran consumar el matrimonio podría incidir en altos índices de infidelidad y separación. Sin embargo, la especialista aclara que esto se da solo en 1% de los casos. "Estas son parejas muy sólidas, establecen relaciones no coito céntricas, sino que exploran otras formas de satisfacción. Es decir, hay vida sexual –con un promedio de tres encuentros al mes– pero sin penetración. De esta forma, el hombre se acostumbra a este tipo de sexualidad", afirma la kinesióloga, quien agrega: "Ahora bien, cabe señalar que nadie va a aguantar veinte años sin penetración, entonces, aquí ambos –tanto mujer como hombre– tienen una disfunción".

"Quería solucionar este tema, pero no sabía cómo. Al quedar embarazada, toda la atención se centró en mi hijo y eso no ayudó a que las cosas mejoraran. Mi marido me fue infiel. Yo lo perdoné porque sentía que estaba en deuda, que era mi culpa", dice Valeria.

TAREA PARA LA CASA

No fue sino hasta que el hijo de Valeria estuvo más grande cuando ella, por fin, se decidió a averiguar sobre el tema. "Le dije a mi marido: 'Esta será mi última carta y necesito que me apoyes'. Más que mal, él me esperó siete años. Pero no era solo por él, sino también por mí. Necesitaba sentirme mujer, realizada".

Fue así como navegando por internet se encontró con la palabra vaginismo y pudo autodiagnosticarse. "Todo lo que leí calzaba con lo que me pasaba", dice Valeria. Hasta que llegó al portal de Odette Freundlich, www.vaginismo.cl y se animó a consultar.

Tal como le sucedió a Valeria, las mujeres con vaginismo no acuden a controles ginecológicos, entonces es difícil hacer un diagnóstico. Por lo general, son ellas quienes consultan tras leer un artículo en la prensa, ver un programa en la televisión o buscar en internet.

"Son mujeres que tienen en promedio 30 años, son casadas, profesionales y demoran más o menos 4 años en acudir a un especialista", explica Freundlich. "Por lo general, lo hacen porque quieren ser madres y saben que al no haber penetración les será muy difícil embarazarse.  Pero también hay un gran deseo por sentirse mujeres normales, capaces de disfrutar plenamente de su vida sexual", señala.

Las pautas de tratamiento son multidisciplinarias. Si se detecta que el vaginismo es producto de un herpes, por ejemplo, lo trata un ginecólogo. Obligatorias son las visitas al sicólogo o sexólogo con quien se trabaja en los pensamientos erróneos acerca del sexo y se trata la fobia a la penetración.

Para trabajar las contracciones involuntarias del músculo, esencial es el kinesiólogo experto. "En diez sesiones, una vez por semana, las pacientes están recuperadas", afirma Freundlich quien asegura ciento por ciento de efectividad en el tratamiento. "Durante las primeras visitas es casi imposible examinar a la paciente, quien está muy contraída y es muy difícil poder acercarse a la zona. Es allí cuando se trabajan ejercicios para relajar la musculatura, hasta que es posible acceder al área genital", explica.

"Mi marido me acompañó a las sesiones con la kinesióloga. Primero, ella me hizo un dibujo de la vagina y me di cuenta que gran parte de mi tranca era por ignorancia. Por ejemplo, el tema del himen y los mitos que tenía asociados: como que era un tope, que se rompía, que se desgarraba. Luego, hizo masajes en las paredes de la vagina con su dedo. Yo estaba asustada porque en casa había tratado algunas veces de introducirme un cotonito y había sido imposible", señala Valeria.

En algunas sesiones –aunque no es crucial– será necesaria la presencia de la pareja, para aprender técnicas de aproximación. En gran parte de los ejercicios para desensibilizar la zona y acostumbrarse al roce, se utilizan unos dilatadores cilíndricos de diferentes diámetros que se usan en la consulta de la especialista y también en la casa. Son cuatro tamaños, que van desde 0,5 cm de diámetro hasta uno de 3,5 cm, semejante al tamaño de un pene real.

El alta médica se logra finalizadas las diez sesiones. "Se da el alta cuando una paciente puede tener penetración, sin dolor y satisfactoria", sentencia la experta.

"Fue luego de la novena sesión cuando estábamos ensayando en casa con el dilatador más grande que le dije a mi marido: 'intentémoslo'. Y funcionó. No fue una experiencia erótica. Eso lo estoy aprendiendo recién ahora. Pero estamos juntos en eso, buscándonos, conociendo los gustos, disfrutando", cuenta Valeria. Y concluye: "Aunque me demoré en buscar ayuda, agradezco que hoy puedo hablar con soltura del vaginismo. Por fin me siento plena. Las crisis de pánico desaparecieron apenas enfrenté el problema. Hoy vivo la vida que siempre quise. Y más adelante me gustaría tener un segundo hijo. Esta vez, concebido como tiene que ser".

* FACTORES DE ALERTA

Mujeres que no han iniciado su vida sexual pueden saber si tienen una predisposición al vaginismo si se identifican con las siguientes características:

-Nunca se han puesto un tampón y tienen terror a hacerlo.

-Temen y rehúyen el examen ginecológico.

-Jamás se han mirado y explorado su zona genital. Nunca se han masturbado.

-Piensan que la penetración es dolorosa (asociada a conceptos como desgarro, sangramiento, etc)

-Tienen terror a quedar embarazadas.

-Tienen la idea de que los genitales y el sexo es algo sucio, pecaminoso y una serie de atributos descalificativos.

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