Desde muy niña supe que no tendría hijos, en parte porque las matriarcas de mi familia no eran precisamente un ejemplo para proyectarme como una buena mamá. Hubo abandono y maltrato, algo que me costó pasar por alto teniendo en cuenta que en general los patrones se repiten.
Mis amigos se casaron, tuvieron hijos, se separaron, volvieron a tener hijos. Mientras yo seguí siendo el número impar que iba a los cumpleaños, asados, matrimonios. Cuando era joven esto no me generaba problemas porque tenía bastante éxito en el amor, como lo tienen todos los veinteañeros. Y después de los 30, cuando dejé de tener ese éxito, no me molestaba en absoluto. Siempre tuve asumida la soledad y mis amigos lo sabían. Y no era tema. Pero sí lo era para la sociedad chilena, porque siempre ha sido difícil de entender. Es común enfrentarse a que te pregunten por qué estás sola si eres linda, inteligente y simpática. Y eso viene acompañado de una larga lista de atributos que no comparto y nunca compartí. La gente esgrime con total desparpajo frases como "aún no has conocido al hombre correcto". Incluso hay personas que siguen insistiendo en que "al menos" tenga un hijo sola, algo que honestamente no puedo creer. Estas cosas me han llevado a ser muy seca con personas que parecen no escuchar lo que estoy diciendo.
Pese a la presión social, a mis cuarenta y tres años pienso y sostengo que ser madre habría sido un error. Veo a mis amigos, veo a los niños y a sus padres en la calle, en un restorán o en una reunión familiar, y confirmo que la maternidad no es para mí. No tengo paciencia y soy muy feliz sin hijos.
También soy feliz siendo soltera. Estar en pareja me complica y me atribula. He estado en pareja, me he enamorado más de lo deseado (mucho más) y no he logrado equilibrarme en el amor, probablemente porque no tengo la capacidad emocional para enfrentar la vida de a dos. Simplemente no lo logro. Lo paso mal. También ha habido de aquellos que no me han querido. Como dijo Violeta Parra: "Quise dar, no encontré quien recibiera". Aunque no puedo generalizar, porque también me he sentido muy amada.
Cuando supe lo que sostenía Paul Dolan -Jefe de Departamento y Profesor de Ciencias del Comportamiento de London School of Economics- todo me hizo sentido. Dolan se ha dedicado a la investigación sobre la felicidad y en The Guardian aseguró que: "el subgrupo de población más saludable y feliz son las mujeres que nunca se casaron ni tuvieron hijos". Según el investigador, los criterios tradicionales para medir el éxito actualmente no se correlacionan con la felicidad, especialmente con el matrimonio y la crianza de los hijos.
Hay distintos argumentos entre quienes no quieren tener niños: que son caros, que no puedes dormir normalmente por años, que afectan la relación de pareja, que se enferman, que hacen pataletas y que te obligan a la tarea titánica de formar un ser humano íntegro. En estos días, una reconocida cantante declaró que no quería traer a alguien al mundo si no tenía la certeza de que podría vivir en una tierra con peces en el agua. Esa es también una razón legítima.
No haberme casado ni tenido hijos me ha permitido hacer todo lo que he querido. Me he cambiado de trabajo, he podido ahorrar algo de dinero, viajo y recientemente me mudé de ciudad. Es quizás esto último lo que más me ha marcado, pues cuando me ofrecieron vivir en Washington sólo tuve que pensar en hablar con mi madre, analizar un poco el entorno, renunciar a mi trabajo y hacer las maletas.
Puede parecer egoísta, pero un niño podría haber truncado el sueño de vivir fuera de mi país. En realidad, aunque asegure que soy feliz, todas las razones esgrimidas pueden parecer egoístas e incluso amargadas, pero al leer a Dolan todo puede explicarse desde la ciencia. "Para los hombres es fácil casarse y tener hijos", sobre todo en países como el mío, en que la carga la lleva la mujer, con toda la frustración y desgaste que ello puede implicar.
He escuchado a mujeres decir que quizás debieron pensar mejor la idea de tener hijos, lo que revela que no son plenamente felices como madres. También existen personas que nunca debieron tenerlos, pues los maltratan o abandonan.
De niña supe que los hijos no eran para mí. No habría sido una buena madre y tenerlos se me habría presentado como un enorme sacrificio para la vida que he querido tener.
Pese a las opiniones de la gente, para mí es el escenario más favorable. Ciertamente a veces se extraña un compañero para viajar, salir a comer o bailar, pero no es algo que tenga presente de forma regular, más bien es algo muy excepcional. Llevar años de soltera y no haber tenido hijos me hace sentir paz y me da la libertad que una familia difícilmente permite. Debe ser lindo que un niño te diga "mamá te quiero", pero eso no estaba en mi camino y siempre lo supe. No tengo hijos, no tengo marido y soy muy feliz.
Grace tiene 43 años. Es periodista y relacionadora pública.