A todas nos leyeron este cuento alguna vez: la princesa que espera, sumida en un profundo sueño, que el príncipe la rescate. O la princesa que espera atrapada en una torre o en un castillo. No importa el escenario, todos los referentes que marcaron nuestra infancia tienen algo en común. Las mujeres esperan pasivas que alguien más venga y las ayude. El problema es que, en la vida real, eso no siempre ocurre. Y según los expertos, en el mundo laboral, casi nunca. "Esperar no es una estrategia", afirma categórica la psicóloga y coach Mary Valdés, quien se ha dedicado por casi una década a ayudar a mujeres a potenciar sus carreras.
Según Sheryl Sandberg, jefa de operaciones de Facebook, las mujeres solo nos presentamos a los cargos cuando cumplimos con el 100% de los requisitos, mientras que los hombres, en la misma situación, les basta cumplir con poco más de la mitad de los requerimientos para atreverse a postular. Pero además de la falta de confianza para entrar al mercado laboral, una vez dentro, las mujeres tendemos a estancarnos porque vivimos con otro problema que perjudica nuestras carreras: el síndrome de la tiara. Mary Valdés, directora de coaching y mentoring de Poqualitas y encargada de entrenamiento de mentoras en Woomup explica de qué se trata y cómo podemos enfrentarlo.
¿Cómo definirías el síndrome de la tiara?
Es un término que hace referencia a la actitud pasiva que asumimos en general las mujeres, aunque no exclusivamente, en los puestos de trabajo. Y ¿en qué consiste? En que nos cuesta hablar. Nos cuesta pedir aumentos de sueldo, aumentos de responsabilidad, pedir nuevos desafíos. De alguna forma, el síndrome de la tiara es esperar que alguien externo, tu jefe u otra persona significativa dentro de la empresa, te corone. Que el trabajo que vienes haciendo calladita a lo largo del tiempo lo venga a reconocer otro. Esperamos que nuestros resultados hablen por sí solos, sin mostrarlos. Y por eso generalmente estamos esperando que alguien nos descubra y nos corone con esa tiara.
¿De dónde viene esta idea?
Tiene que ver con cómo fuimos educadas desde niñas y lo que vimos en los cuentos, en figuras de princesas que están esperando a ser rescatadas. Nuestros referentes eran mujeres complacientes que evitaban el conflicto, y a eso se suma que además creemos que existe una especie de telepatía con nuestros colegas. Asumimos que el jefe lee tu mente y sabe qué desafíos quieres asumir, que quieres un aumento de sueldo, que te sientes frustrada y te gustaría un cambio de área o que te gustaría asumir un nuevo puesto de liderazgo.
¿Se llama síndrome de la tiara porque afecta mayoritariamente a mujeres?
Sí. En liderazgo femenino se conoce como síndrome de la tiara y no de la corona u otra forma porque afecta predominantemente a mujeres, pero no de forma exclusiva. Los hombres también pueden padecerlo, pero a nosotras nos juegan en contra los estereotipos de género y por eso es más común. En general hemos sido educadas para no querer mostrar nuestros logros. Tus resultados deben hablar por sí solos porque como dice el dicho 'calladita te ves más bonita'. Pero la realidad es que los jefes están ocupados con miles de otras cosas y lo más probable es que nadie esté monitoreando paso a paso todo lo que estás haciendo. Por eso, si tú no eres capaz de visibilizar tu trabajo, nadie lo va a hacer por ti. Si tu estrategia es esperar que alguien te descubra, es muy poco probable que eso ocurra. Lo que vemos que pasa en la realidad es que las mujeres se van quedando estancadas en ese mismo nivel de desafío, en ese mismo sueldo o en ese mismo rango de responsabilidad, y van acumulando frustraciones, se desmotivan o empiezan a culpar a otros porque no ven su potencial. Por eso siempre digo que en el ámbito laboral esperar que las cosas te lleguen, no es una estrategia.
¿A los hombres no les pasa lo mismo?
No, porque a ellos, desde chicos, su estereotipo de género les ha enseñado a competir y mostrarse. A nosotras en cambio se nos ha inculcado que si tú muestras tu trabajo, tus logros y tu talento, estás vendiendo humo o estás siendo soberbia. Pero no se trata de ser un pavo real o de vender la pomada. Hay estrategias para visibilizar nuestros logros. Las mujeres en general no queremos ser percibidas como soberbias o prepotentes, porque esa es una característica socialmente castigada en una mujer, pero el otro polo es no mostrar nada y eso nos juega en contra.
¿Nuestra idiosincrasia como chilenas nos hace propensas al síndrome de la tiara?
De todas maneras. Cuando dicto talleres y les hablo de este tema a las mujeres siempre hay una risa generalizada. Cuando comento el fenómeno de la telepatía y de cómo a veces esperamos que nuestros jefes se den por enterados de lo que queremos, también. Hay un componente de idiosincrasia, pero también de estereotipos. Efectivamente no se nos presentan desde chiquititas modelos de mujeres que van activamente a pedir algo. Salvo una que otra princesa valiente de Disney, pero son relativamente nuevas. Hay toda una generación que está muy marcada por esta idea de que la mujer debe asumir un rol más pasivo incluso en el trabajo y que si traspasas esta barrera, estás rompiendo con el estereotipo femenino y te estás pasando más al masculino. En ese sentido, las mujeres nos movemos en una especie de cuerda floja porque si nos salimos de nuestro estereotipo de género es más probable que logremos nuestros objetivos, como por ejemplo ser consideradas para puestos de liderazgo en el trabajo, pero vamos a ser juzgadas como cabronas o conflictivas. Si nos mantenemos dentro de la construcción social de lo femenino vamos a ser más aceptadas pero quizás no vamos a lograr lo que queremos.
¿Estaré esperando mi tiara?
"Les pregunto mucho a las mujeres con las que trabajo si sienten que están acumulando frustración o si están desmotivadas o si sienten que se están quedando atrás", cuenta Mary Valdés. "Para eso les propongo que se hagan la pregunta: ¿estaré esperando mi tiara? Y si la respuesta es sí, entonces es momento de tomar las riendas. Quizás es momento de empezar a conversar con otras mujeres que sean modelo para ellas o con gente que haya logrado cosas que ellas quisieran lograr y ver cómo lo hicieron, salir del rol pasivo y volverse activas". Para volvernos sujetos activos en nuestras propias carreras, la coach propone preguntarnos:
- ¿Qué he logrado?
Mary Valdes plantea que es clave preguntarnos cuáles han sido nuestros logros y reconocerlos ante nosotras mismas. "Muchas mujeres nunca se han sentado a reflexionar sobre qué es lo que han logrado en sus carreras", explica. "Podemos pedirle ayuda a colegas o gente cercana como amigos y familia para que nos ayuden a organizarnos y ver cómo podemos mostrarlos de forma efectiva".
- ¿Cuál fue mi aporte?
Otra de las preguntas importantes que debemos hacernos es en qué contribuimos para lograr el éxito de un proyecto. Mary Valdés propone que cada vez que concluyamos alguna tarea importante en el trabajo nos demos el tiempo de hacer esa reflexión y tomar nota para que ese registro sea algo tangible que podamos ver y revisar más adelante.
- ¿Cuáles son mis objetivos laborales?
"Tenemos que darnos un tiempo para pensar qué es lo que nos gustaría lograr", explica Mary Valdés. "No podemos esperar que otro venga y nos ofrezca el trabajo ideal que nos motive". Para definir estos objetivos la especialista sugiere preguntarnos qué desafío me gustaría enfrentar, qué responsabilidades me gustaría tener o qué me gustaría aprender.
Una forma concreta de poner en práctica estas estrategias es a través de un ejercicio que propone la coach a sus guiadas en los talleres. "La tarea es que entrevisten a cinco personas cercanas que pueden ser compañeros de trabajo actuales o ex jefes o colegas de trabajos anteriores. La idea es preguntarles por las fortalezas o valor agregado que han visto en ellas trabajando juntos", explica Valdés. "Ahí las mujeres se dan cuenta de que no están vendiendo humo y empiezan a agarrar confianza de mostrarse porque no se trata de atributos que ellas se imaginaron, sino que se los dijeron".