Paula Digital.

Hace algunos años, no tantos tampoco, tenía una vida amorosa algo intensa. Salía bastante y me involucraba, más de lo necesario, con varios de los especímenes que me invitaban a salir. Por supuesto, yo creía que en cada caso había amor y solo amor. Me obligaba a pensar en estos personajes que la mayoría de las veces eran solo humo blanco, y cada vez que desaparecían, sufría aterrada de esa soledad que queda tras el abandono. Hoy miro esa soledad con nostalgia. No digo que no sea feliz en la relación que tengo actualmente. Todo lo contrario. Pero siento tanto no haber aprovechado más ese tiempo para haber hecho más cosas mientras aún era soltera. Concentrada en buscar el amor, perdí energía, pero sobre todo, tiempo.

¿Por qué?, me digo ahora ¿Qué necesidad había de tanto amor desechable? Qué había en esa ensoñación que me hacía idealizar al otro hasta perderme yo. Qué necesidad tenía de estar tan acompañada. No lo sé. Algo de mí prefería no ver a quien tenía al frente, y desde mi necesidad, imaginarlo para que me funcionara. Pero la realidad, como es, no perdona. Entonces si mi saliente de la temporada era un tóxico, por mucho que yo intentara verle el otro lado; el ángulo bueno de la foto, la toxicidad me arrebataba la fantasía.

Pienso en la novela Madame Bovary; pienso en Emma leyendo novelas románticas para escapar del tedio de la vida rural con un marido aburrido. Pienso en Emma atravesando bosques para encontrarse con su amante en el castillo de aire que él le promete; pienso en Emma endeudándose para comprar trajes y sombreros que la hagan más bella para ese supuesto amor impostado; y todo está ahí. En ese deseo insatisfecho que es imposible de llenar y que la publicidad nos han hecho creer que se llama amor.

Y tiene su lógica, al menos comercialmente. Al mantener a un montón de mujeres engañadas con esta promesa de amor romántico; o de esa perfección idílica de lo que debemos "querer" y "ser", bingo, tenemos a muchas mujeres inseguras, potenciales consumidoras, sumisas, más preocupadas de encontrar una pareja que de sus propios intereses.

No digo con esto que no crea en el amor; creo y mucho. Quiero pensar que tener una relación sana con una pareja, de alguna manera, es tener conciencia de quiénes somos y más importante, de quién es el otro. Y que eso puede llevar a un crecimiento y entrega personal, profundos. Pero —y lo digo por experiencia propia—, muchas veces ese convencimiento; esas ansias de amar nacen de un deseo que nos obliga a construir desde la desesperación por no estar solas. Y ahí es cuando me encuentro con amigas; conocidas; mujeres que admiro acompañadas de parejas que no van a la par. Las he visto defender, cargar, arrastrar relaciones tóxicas, porque, mejor acompañadas que solas. Y esto no sería nada si a estas mujeres no les importara, pero la mayoría de las veces, no es así, y en la intimidad; en la confesión de la piscola; en el último pucho de la noche, surge esa verdad incómoda que ya se sospechaba.