Tendría que partir confesando en esta columna mi miedo terrible a los extraterrestres. Todo el imaginario E.T. me da pavor. Ni les cuento cuando vi Encuentro cercano del tercer tipo (no me la pude con la de cuarto tipo) o Señales (se me llegó a hinchar la cara de miedo). Y lo peor es que así y todo, sigo viendo estas películas. Es más fuerte mi curiosidad que el miedo. Y por suerte que soy así, porque sino me habría perdido una de las mejores series que he visto en este último tiempo: Stranger Things.
Por supuesto que vi la serie con el dedo en pause, sobre todo durante el primer capítulo. Y, entre medio, llamé varias veces a Gabriel, uno de mis mejores amigos (quien también padece de esta fobia) para que me dijera que no iba a aparecer un mono gris en la mitad de la pantalla. Él me calmó y me dijo que la siguiera viendo. Y así hice, hasta acabar los ocho episodios que dura la primera temporada y que vi en aproximadamente, 48 horas, descontando mis salidas nocturnas que fueron la única pausa durante esta maratón.
Y Stranger Things, una producción de Netflix, apuesta por la nostalgia. Sí, esa nostalgia de quienes fuimos niños en los 80 y que vimos todas esas películas a las cuales la serie le hace un homenaje. Alien, las ya mencionadas E.T. y Encuentros cercanos del tercer tipo, Cuenta conmigo algo de Lovecraft, algo de Los Goonies, algo de Poltergeist, algo de Historias asombrosas y así, podría continuar con los muchos referentes que forman el imaginario con el cual pensaron esta serie. A pesar de que la historia es simple, aparentemente, Stranger Things está llena de detalles bien pensados. El primer capítulo parte con la desaparición de Will Byers, unos de los cuatro niños amigos que se juntan a jugar rol y que comparten el interés por la ciencia y la fantasía. Con esto, se desencadena una larga investigación donde confluye un sheriff acabado (entrañable personaje), una hermana adolescente en medio de un amorío adolescente con el niño cool de la secundaria, una niña con superpoderes, científicos que están investigado a espías rusos, una madre y un hermano. A medida que avanzan los capítulos, vemos escenas memorables de la vida de Will escuchando "Should I stay or should I go" de The Clash; el plan de cuatro niños para atrapar un monstruo; una madre desesperada intentando averiguar en las luces de Navidad, dónde está su hijo; la maravilla de la ciencia ficción, a veces, más humana que lo humano.
Aplauso para Winona Ryder quien vuelve más desbordada y freak que nunca; aplauso porque la gran heroína de la serie sea una niña (al igual que en el último estreno de la saga Star wars); aplauso por esa infancia ochentera que aquí se celebra y que creo, fue una de las apuestas para que esta serie fuera un éxito. Confieso que vi Stranger Things con la almohada tapándome la cara para no revivir mis miedos infantiles, pero que la terminé victoriosa, tal vez, dándome cuenta de que a pesar de que una parte mía ya creció. Esta serie me hizo volver a mis diez años cuando era una mini nerd y eso, creo, es uno de sus mayores méritos.