Susana Hidalgo en primera persona
Pasó su infancia jugando con animales en el campo, le daba miedo estudiar Teatro y estaba escribiendo su propia obra inspirada en la cárcel de mujeres cuando la llamaron para un papel protagónico en Preciosas, la teleserie nocturna de Canal 13. Hoy, en su regreso a la televisión después de haber sido madre, dice que tiene una nueva seguridad personal.
Paula 1209. Sábado 24 de septiembre de 2016.
Tuve una infancia muy feliz en Ovalle. Viví ahí hasta los 18 años con mi mamá y mis dos hermanos. Casi no veíamos televisión: salíamos a jugar con los animales, a ensuciarnos con barro, a tirar piedras al río. Mi mamá tocaba música, componía, escribía poesías. Siempre le agradezco que, por opción, se haya ido de Santiago a criarnos en un lugar tan maravilloso.
Me dio miedo estudiar Teatro. Iba en un colegio muy exigente y tradicional y preferí Arquitectura. Duré dos años, pero un día viendo una obra de la compañía La Patogallina en La Serena, dije: "no, no quiero estar acá en el público, quiero estar ahí actuando". Me vine a Santiago, di las pruebas, y quedé en Teatro en la Universidad Mayor.
Nunca pensé que sería actriz de televisión. Pero cuando egresé de la universidad me llamaron a un casting de la tele y no paré: hice las teleseries Infiltradas, Pobre rico, Solamente Julia, que fue un protagónico, y Príncipes de barrio.
Me encantaría hacer lo mismo que mi mamá, criar afuera. Sueño con darle una infancia parecida a la que yo tuve a mi hija Josefa, de 1 año y medio, pero tampoco me culpo por vivir acá, porque soy feliz haciendo televisión.
Nunca estuvo en mis planes ser madre. Mis amigas comentaban: "me gustaría tener 3 hijos", y yo pensaba "yo no quiero tener". Cuando supe que estaba embarazada fue como una cachetada en la cara, quedé en shock. Lo estaba pasando bien, disfrutando a mi pareja (el actor Nicolás Poblete) y mi pega. No lo esperaba. En la primera ecografía se me pasó todo y dije: "qué maravilla".
Es difícil ser mujer en Chile, eso pienso. Me pasó que me quedé esperando guagua cuando terminé Príncipes de barrio y me quedé sin contrato, por ende sin previsión. Me gasté todos mis ahorros y por suerte el Nico y mi familia me ayudaron. Pero a las mujeres se les castiga por todos lados.
Lo pasé muy mal en la primera etapa de mi embarazo. Tuve síntomas de pérdida y fue muy duro porque estaba con jaquecas y vómitos día y noche: estuve hospitalizada dos semanas, después en cama 2 meses. Era como que mi cuerpo estaba rechazando a este nuevo ser, pero ahora entiendo que en realidad era yo la que estaba desconectada de mí, sin tener claro para adónde iba. Me sobreexploté trabajando. Durante mucho tiempo estuve grabando dos teleseries al mismo tiempo. La Josefa llegó para decirme: "vuelve a conectarte, vuelve a escucharte".
A partir del cuarto mes de embarazo todo fue idílico. Con el Nico nos fuimos a nuestra casa en la playa a pasar el resto del embarazo. Lo pasé increíble, volví a conectarme con la naturaleza, recordé lo que mi vieja me enseñó desde chica y que en un minuto olvidé. Volví a tocar guitarra, a cantar, a componer, a escribir, a pintar. Me sentía la mujer más linda del mundo, nunca me había sentido tan mina. Me paseaba con una seguridad impresionante. Hoy esa seguridad se ha mantenido: hoy tengo claro quién soy, qué quiero y para adónde voy.
Estaba escribiendo una obra sobre la cárcel de mujeres cuando me llamaron para el casting de Preciosas. Estuve dictando un taller de documentales a las presas de la cárcel de San Joaquín, donde, súper sensibilizada con la maternidad, me pregunté cómo lo hacen las mujeres que quedan embarazadas ahí. Ellas pueden tener a sus hijos hasta los dos años y después se los quitan para llevarlos al Sename o se los entregan a algún familiar que muchas veces viven en poblaciones en muy malas condiciones. Eso me inspiró a escribir una obra.
Tomé un taller de dramaturgia con Juan Radrigán y me lancé. No sé cuándo esté lista la obra, no tengo apuro, pero no me voy a sobreexigir. Sigo aprendiendo mucho de la cárcel porque con Preciosas hemos investigado ene.
El contraste con el mundo de la cárcel me hizo sentir la mujer más afortunada del mundo. Llegaba a mi casa después de estar en la cárcel por horas y miraba a mi hija chiquitita, a mi pareja y decía: "estoy tan agradecida de lo que tengo".
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