Tatiana Camps siempre ha sido una convencida de que el talento personal es una herramienta poderosa para abordar distintos escenarios complejos y construir organizaciones –desde la familia hasta los espacios laborales– sostenibles. ¿Cómo sería posible avanzar en las distintas áreas de la vida sin identificar y reconocer las cualidades de cada persona? ¿Cómo hacerlo sin un trabajo en conjunto de co-creación? Sino imposible, sin todo eso los retos se hacen mucho más difíciles.
Con esas ideas, la ingeniera y consultora organizacional, se ha acercado a reflexiones diversas, influenciada por la Biología-Cultural de Humberto Maturana y Ximena Dávila; la neurobiología propuesta por Carmen Cordero en su Modelo de Integración Cognitivo Corporal; la ética del cuidado de Carol Gilligan y en ideas de la antropología, la sociología, la historia, el feminismo y el management. Todo eso la llevó a realizar, desde hace años, talleres con mujeres profesionales. Los aprendizajes de estos resultaron en uno de los libros más leídos de no ficción hoy en Chile, “Liderar desde lo femenino: Estilos horizontales y disruptivos que cambian al mundo” (Urano), que recientemente fue editado también en México.
Pero mucho ha pasado desde que Tatiana Camps se sumergió en esos universos. Sobre todo un avance tecnológico sin precedentes, donde la inteligencia artificial ha puesto en entredicho qué podemos hacer los seres humanos y cómo pensar nuestros valores y sociedades. Y ella lo tiene claro.
–Hace poco presentaste una charla orientada a lo humano en la era de la inteligencia artificial. ¿Cuál es la importancia de realizar actividades y reflexiones de este tipo?
–Estamos viviendo una nueva revolución tecnológica que, al igual que las anteriores, se visualiza que generará cambios disruptivos en la forma de pensar, trabajar y de organizarnos como sociedad. La primera revolución industrial, la máquina a vapor, reemplazó mucha mano de obra humana y sacó a las personas de sus hogares para ir a trabajar a las fábricas. Principalmente a los hombres, las mujeres quedaron a cargo de las labores domésticas. Esta nueva revolución también reemplazará la mano de obra, pero está llevando a las personas de regreso a trabajar desde sus casas de manera remota.
La tecnología, dice Tatiana Camps, introduce cambios cada vez más rápidos y vertiginosos. “Sin embargo, los tiempos adaptativos humanos son tiempos biológicos, mucho más lentos, van ocurriendo en ciclos generacionales. Este gap entre los tiempos de la incorporación de tecnología y de la adaptación humana genera incertidumbre y ansiedad, lo que el futurista Jamais Cascio llama entorno BANI (por su sigla en inglés, frágil, ansioso, no lineal e incomprensible)”.
“No podemos olvidarnos que la tecnología está al servicio de los humanos, no significa querer detener el avance de la tecnología o dejarla fuera de nuestras vidas. Se trata de tomar conciencia de sus beneficios y desafíos, decidir cómo, dónde y cuánto la usaremos. Mantenernos conectados con nosotros mismos, con lo que nos hace humanos, con lo que nos diferencia de la tecnología”, comenta la experta. “Las ciencias, la filosofía y disciplinas humanistas y el arte siempre han estado a la base de los procesos de transformación social. Esta fue la invitación del Congreso Futuro al abrir este espacio de reflexión en torno a lo humano en la era de la IA”, explica.
–¿Por qué enfatizar lo humano en tiempos en el que se destaca con mayor énfasis la tecnología, la innovación y la inteligencia artificial?
–La pregunta por lo humano ha estado presente a lo largo de nuestra historia y la respuesta se ha ido transformando y generando cambios en nuestro vivir humano. Primero fuimos el centro del universo, luego nos pensábamos creados a imagen y semejanza de Dios, luego supusimos que lo que nos diferenciaba de los otros primates era el uso de herramientas (el homo habilis) y la irrupción de la Inteligencia Artificial viene a cuestionar nuestro paradigma actual, el Homo Sapiens, el mono inteligente. Hemos construido una comprensión de quienes somos basada en una supuesta capacidad de pensar racionalmente y tomar decisiones objetivas. Pero la IA se integra en nuestro vivir cotidiano, está disponible gratuitamente en nuestros celulares. Tenemos al alcance de un click la posibilidad de interactuar con un artefacto que responde preguntas, da opiniones, crea poemas o cuadros. Interactuamos con una máquina que parece inteligente. Cuando tengo una máquina que me da respuestas objetivas y racionales, me pregunto ¿qué me diferencia de ella? ¿Qué hace que yo sea un ser humano y ella sea una máquina, una inteligencia artificial? ¿qué decisiones le voy a dejar tomar por mí? ¿Qué tipo de relación voy a establecer con ella?
–¿Cuál es nuestro rol, entonces, en esta nueva era?
–La IA nos lleva a preguntarnos una vez más qué es lo humano. Viene a romper el paradigma del Homo Sapiens y a transformar la manera que nos entendemos a nosotros mismos y por lo tanto del lugar que ocupamos en el universo. En mi opinión el gran desafío y urgencia que enfrentamos como humanidad es la crisis climática, que impacta en diversos ámbitos de nuestro vivir y que es causada por múltiples factores. Es decir es un problema sistémico y complejo. En ese contexto, el desarrollo de la tecnología y de la IA en particular necesita un propósito, un marco ético. Nuestro rol, quizás no es distinto del que hemos tenido a lo largo de la historia, es tomar acuerdos y lograr marcos regulatorios a nuestro desarrollo que pongan el bienestar, el cuidado y la justicia al centro, sólo que esta vez todos de estos principios dependen de la sostenibilidad.
Ante ese escenario, menciona Tatiana Camps, de alguna manera esta cuarta revolución industrial “nos regresa a nuestros valores y roles previos a la tecnología: el cuidado, la empatía. Nuestro rol es poner la tecnología al servicio de la sostenibilidad y del bienestar”.
–¿Cómo agregar valor donde las máquinas no pueden?
–Volviendo a lo humano, a lo vivo. La sensibilidad, las emociones, la reflexión, el criterio, la experiencia, la curiosidad, el humor, el amor. Nuestro criterio humano, basado en nuestra experiencia humana de vivir, nos ha enseñado que la opción óptima o racional no es siempre la mejor decisión. ¿Qué hubiese decidido Churchill respecto a una alianza con los nazis si se hubiese guiado por la opción óptima, si lo hubiese asesorado una IA? Churchil rechazó negociar con los nazis. Su decisión no fue solo racional, tuvo una componente moral. Un criterio humano basado en su compromiso con la democracia, la libertad y la justicia. Aquí es donde los humanos aportamos valor.
Dimensiones amorosas y calidades del mundo interior
–Conociendo tu trabajo, me imagino que en ese escenario entra en acción, por ejemplo, la dimensión amorosa del ser humano que plantea Humberto Maturana, o la idea de la calidad del mundo interior, de Otto Scharmer, ¿no?
–Sin duda estoy fuertemente influenciada, tanto por Maturana como por Otto Scharmer, que estará en Chile en marzo próximo, en Emerge Chile. Me parece que, según la naturaleza amorosa de la que nos habla Maturana, los seres humanos nacemos en la confianza de que seremos amados y cuidados, y es en esta cualidad de amarnos y cuidarnos, de la caricia y el contacto recurrente que surge el lenguaje que caracteriza lo humano. No veo cómo una máquina pueda reemplazar la ternura que puede gatillar un abrazo, la sensación de pertenencia. Maturana plantea que no somos seres racionales, que somos seres emocionales con la capacidad de razonar. Una de las diferencias fundamentales con las máquinas, el emocionar.
Ya Otto Scharmer, explica Tatiana Camps, el creador de la Teoría U, plantea que el mundo interior es la cualidad más importante para el liderazgo. “Este mundo interior que une la presencia y la conciencia en el concepto Presencing. Las otras dimensiones que nos diferencian de las máquinas, la voluntad sobre nuestra atención e intención y la capacidad de generar acción”, comenta.
“Tanto Maturana como Scharmer nos invitan a reflexionar sobre nuestra forma de ser y hacer en el mundo, y a buscar una transformación que nos lleve a una mayor conciencia, compasión y colaboración. Creo que estos son valores que las máquinas no pueden reemplazar, y que debemos cultivar en la era de la inteligencia artificial”, agrega.
–¿Qué otros filósofos o pensadores son clave para pensar esta nueva era?
–Maturana y Otto Scharmer están conectados por el trabajo del biólogo chileno Francisco Varela. Varela a través de su concepto de enacción plantea la capacidad de los seres vivos de generar su propio sentido y conocimiento a través de la interacción con el entorno. Nos lleva a reconocer el cuerpo, el movimiento y el contexto como parte de nuestras reflexiones y de nuestro conocer. Las máquinas no tienen esa dimensión.
Un robot puede llegar a tener un cuerpo y moverse; puede analizar y calcular. Pero no puede sentir, no tiene conciencia de sí mismo, no puede reflexionar, no puede emocionar. Pareciera que lo que nos hace humanos, son las dimensiones que hemos dejado de cultivar porque nos restarian eficiencia. La cultura de la inmediatez, en la que buscamos respuestas, herramientas y tips. Bueno, ya tenemos máquinas mucho más eficientes que nosotros y eso seguro seguirá en aumento. Máquinas que cuentan cada vez con más herramientas. Pero ¿tendremos alguna vez una máquina que decida no aliarse con los nazis, simplemente porque es lo correcto? Porque es lo que le dicta su intuición, su corazón, su naturaleza amorosa.
Tatiana Camps también menciona que Harari, quien ha destacado la importancia de cultivar la atención plena y la compasión en un mundo cada vez más complejo y caótico, y Byung-Chul Hang, que propone recuperar el valor de la negatividad, el silencio, el ocio, el misterio y la contemplación, como formas de resistir al neoliberalismo y al consumismo, tienen mucho que aportar a este cuestionamiento.
“Pero yo quiero traer otras miradas, que quizás no son desde la filosofía, pero que aportan a la discusión”, comenta. “Quiero hablar de Jean Goodall, la bióloga estudiosa de los chimpancés, que descubrió que los chimpancés eran capaces de usar herramientas, expresar emociones, tener personalidad y formar lazos familiares, al igual que los humanos. Goodal es una activista de la esperanza. Ella nos muestra con ejemplos que la naturaleza es mucho más resiliente que nosotros y que seguirá ahí y se recuperará, incluso si nosotros ya no estamos. Pero Goodall no lo dice para que bajemos los brazos y digamos ya no hay nada que hacer. Ella nos dice que la esperanza es la acción comprometida con el mundo que queremos generar y que la resiliencia de la naturaleza nos muestra que no es tarde”, detalla.
La ingeniera comercial también dice que las culturas indígenas tienen mucho que enseñarnos: el respeto por la naturaleza, la conexión con la espiritualidad, la organización comunitaria. “Las culturas indígenas aportan una cultura ecológica al mundo, y también son fuente de sabiduría y conocimiento con su conexión y respeto por la vida y por la tierra, por los ciclos de la naturaleza. No se ven a sí mismas como superiores a los otros seres que habitan este planeta. Creo que si pudiéramos incorporar esa mirada, que nos reconecta con la espiritualidad, dejaríamos de estar atrapados en el modelo de crecimiento como fin último, en el modelo del desarrollo tecnológico sin propósito o, peor aún, con el propósito de poder generarnos las condiciones para vivir en otro lugar, en otro planeta, cuando la tierra ya no sea habitable para los seres humanos. No creo que alguien pueda considerar que ese es un plan inteligente”.
–En tus investigaciones has destacado contundentemente el rol de las mujeres en las transformaciones y liderazgos. ¿Cuál es su papel, entonces, en esta era tecnológica?
–Más que el papel de las mujeres, quisiera referirme a la integración de lo femenino en nosotras las mujeres y en los distintos ámbitos del vivir. Creo que la incorporación de las mujeres al espacio público nos ha llevado a replantearnos lo que entendemos por femenino y por lo tanto también lo que entendemos por masculino. Estos conceptos, como muchos otros, tomaron significado en conversaciones entre hombres. Donde lo femenino era lo débil, lo impredecible, dependiente, inseguro, lindo, amoroso. Pero la incorporación de mujeres a las conversaciones y a las soluciones está mostrando nuevos entendimientos de lo femenino; la capacidad adaptativa y la flexibilidad, la plasticidad emocional y la resiliencia, el pensamiento sistémico, la sensibilidad social, la autoconciencia.
Tatiana Camps entiende lo femenino como una propiedad emergente de los sistemas. “Voy a hacer la analogía con las neuronas, la inteligencia no está en las neuronas, emerge del operar de las neuronas en ciertas condiciones. Creo que lo mismo ocurre con lo femenino, en los sistemas que se incorpora mujeres emerge lo femenino como una propiedad del sistema, no como algo particular de las mujeres. Me gusta mucho esa frase que dice ‘trae una mujer a un equipo de hombres y cambiará la mujer, pero trae varias mujeres y cambiará el equipo’”.
En su opinión, es el rol de lo femenino en la tecnología y en la IA el mismo que ha tenido en todos los ámbitos en los que se incorpora: hacernos nuevas preguntas, desarrollar nuevas metodologías, ampliar los propósitos y generar nuevos resultados.
–Finalmente, ¿qué aportan las mujeres que es distintivo en comparación con los hombres?
–La experiencia de ser hombre y de ser mujer es distinta. Por lo tanto las mujeres aportan la mirada, la experiencia, el talento, la inteligencia, la capacidad de la mitad de la humanidad que ha sido desperdiciada hasta ahora. Por ejemplo, cuando las mujeres salimos solas a la calle tenemos muchas consideraciones de seguridad que los hombres no tienen y tenemos esa experiencia, que aporta una mirada distinta. Las mujeres, desde nuestra biología, tenemos la experiencia de los ciclos mucho más presentes y nos da otra experiencia del tiempo, de lo inmediato, de la espera. Las mujeres tenemos una manera más colectiva de estar en el mundo, de resolver los problemas a través del lenguaje. Tenemos más permitido expresar nuestras emociones, por lo tanto las reconocemos en nosotras y en los otros y las aceptamos con mayor facilidad. En resumen creo que la incorporación de las mujeres aporta el atrevernos a ser más humanos.