"Siempre hay alguien peor que uno", dice una popular frase que en tiempos de pandemia pareciera haber mutado a "siempre puedo estar peor que el resto". Por un lado, todos viven con alguna complejidad debido al teletrabajo, pero luego están quienes dicen que al menos esas personas tienen trabajo, porque ellos están cesantes. Están las mamás que además de teletrabajar deben ayudar con tele estudios y que se quejan de las acciones de las profesoras, pero luego aparecen las educadoras que acusan a las mamás de no entenderlas. Y así, suma y sigue esta cadena de desahogos que a ratos deja la impresión de que estamos frente a una competencia de quién tiene una situación más difícil en medio de esta pandemia.
De tanto verlo y escucharlo, se me ha hecho inevitable recordar la escena de Notting Hill en que los personajes juegan al "último brownie", dinámica en que cada uno da cuenta de alguna situación trágica o triste por la que atraviesa, para así intentar ganarse el último pedazo del queque de chocolate que queda ¿Pero por qué tenemos tantas ganas de comer ese último brownie? También están los superadores de anécdotas trágicas, que apenas escuchan que alguien está hablando sobre un desamor o una pena, van y cuentan algo más terrible que les haya pasado a ellos.
"Efectivamente se puede caer en una competencia que no conduce a ningún lugar favorable, puesto que el interlocutor muy seguramente percibirá un tono de hostilidad, porque si está contando algo de su esfera íntima que implica sufrimiento o malestar y la respuesta es algo así como 'a mí me pasa peor', la otra persona puede sentirse incómoda o sin deseos de seguir contando lo que le pasa", explica la psicóloga de Clínica Indisa, Daniela Ulloa.
Cosa de percepciones
"Frente a cualquier situación, lo que media y determina el comportamiento de la persona es la autopercepción que tengamos de dicha situación", añade el académico de la Escuela de Psicología de la Universidad de las Américas, Luis Pino. "Las personas hacemos atribuciones al compararnos con otras, por lo tanto siempre vamos a sentir que lo que nos ocurre -ya sea dado por el dolor o por situaciones desagradables o de malestar-, va a ser sustantivamente superior a lo que le ocurre a otro", explica.
"Cuando las personas atribuimos que nos ocurren situaciones desfavorables más graves que a las otras personas es algo vivido como real, no como una sensación superficial", agrega el académico, y ejemplifica: "Una persona que comparte un departamento de 140 metros cuadrados solo con su pareja se puede sentir desesperado o agobiado por la cuarentena, de la misma manera que se siente desesperado y agobiado una persona que vive en 45 metros cuadrados con toda su familia". Obviamente, las situaciones no son las mismas, pero las sensaciones pueden ser similares.
Según la psicóloga de Clínica Indisa, esto también puede estar relacionado con la falta de relación y de heterogeneidad de los grupos en los que se mueve una persona. "Esto vuelve difícil el creer que hay otras realidades que tienen sus propios sufrimientos y parapetarse en la realidad personal o de aquellos con los que me identifico puede ser muy satisfactorio, pero requiere siempre de mirar con desconfianza a un grupo opositor o favorecido".
Así pues, resulta posible que, efectivamente, creamos que estamos pasando por situaciones miserables y angustiantes y que nadie pueda entender nuestro dolor y sufrimiento, especialmente cuando al conversar con amigos o familiares no hacemos más que mirarnos al espejo. Como asegura Pino, lo que hace falta es trabajar la empatía colectiva, poniéndonos en el lugar de los otros incluso cuando no conocemos de primera mano sus dolores y penas.
"Esperemos que la empatía se aplique lo más que se pueda, especialmente en una situación de pandemia como la que estamos viviendo", añade la psicóloga, "pues se trata de poder escuchar, ayudar y cuidarnos en un momento en que transversalmente nos toca de distintas maneras, y eso es algo que siempre está ocurriendo. Las personas no estamos en igualdad de condiciones para enfrentar la vida".