Tengo 27 años y me identifico como asexual y grisromántica

Gabriela Soto
Tengo 27 años y me identifico como asexual y grisromántica

“Me daba una curiosidad casi antropológica la atracción sexual, me parecía súper interesante precisamente porque yo no la entendía. Pero esa ‘explosión de hormonas’ que se supone llega con la adolescencia, nunca la viví. Habré tenido unos 15 años cuando me fui encontrando por primera vez con los conceptos de asexualidad y arromanticismo. Y me hizo sentido. Por supuesto que hay gente que se siente así, pensé”.




“No me tomé este tema en serio hasta una conversación casual que tuve con dos amigas. Estábamos en la universidad y ellas hablaban sobre cómo era el tipo de personas que le atraían físicamente. Llegó el momento y me miraron. ‘¿Y tú?’, me preguntaron. Hubo un silencio.

‘No tengo la más mínima idea de cuál es el tipo de persona que considero atractiva’, les dije. La más mínima idea. Solo estaba diciendo la verdad.

Tengo 27 años y me identifico como asexual y grisromántica. Luego de un período de autoexploración, llegué a la conclusión de que no siento atracción sexual en lo absoluto. Yo puedo encontrar bonita a la gente tal como encuentro bonita una pintura o una estantería bien ordenada.

Con la atracción romántica es distinto. Sí llego a sentirla. Por eso me identifico dentro del espectro arromántico, pero en el área gris, que tampoco llega a lo normativo. Llegué a esta conclusión a los 21 años, cuando estaba en la universidad.

El cuestionamiento empezó mucho antes. Desde los 11 años estoy muy metida en redes sociales, me gusta estar en esos mundillos. Tenía una cuenta en Tumblr donde me fui encontrando con harto contenido sobre diversidades sexuales y de género. En esa comunidad aprendí mucho.

Habré tenido unos 15 años cuando conocí los conceptos de asexualidad y arromanticismo. Me hizo sentido, por supuesto que hay gente que se siente así, pensé.

En ese momento para mí no era tema. Yo estaba en la enseñanza media y nunca me había gustado ninguno de mis compañeros o compañeras, tampoco era mucho de salir. Mi círculo era pequeño y mis amistades tampoco estaban en esa parada. No era una preocupación, pero cuando entré a la universidad sí pensé que las cosas iban a cambiar.

¿Cómo no me va a interesar nadie?, me preguntaba. Tenía esa expectativa. Me daba lo mismo el género, pero quería que me interesara alguien.


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Me daba una curiosidad casi antropológica, me parecía súper interesante precisamente porque yo no lo vivía, no lo entendía. Pero esa ‘explosión de hormonas’ que se supone llega con la adolescencia, nunca la viví.

En la universidad no pasó nada y me empecé a dar cuenta de esta diferencia porque mis amistades sí empezaron a relacionarse sexoafectivamente con otras personas. El tema era relevante. O tenían pareja o estaban buscando o tal vez querían tener sexo casual. A mí todo eso seguía sin llamarme la atención. Fue una decepción.

Ahora tengo muy claro que la atracción sexual no la siento. Pero la atracción romántica es un poquito más compleja para mí. Le comentaba a una amiga en esa época que yo no sé si esta persona me gusta, quiero que me guste o creo que me debería gustar. El tema del romance no me molesta para nada, me parece bonito. Además, la norma social del amor romántico, que si bien nunca ha estado dentro de mis objetivos personales, seguía estando súper fuerte. Esta idea de que hay que emparejarse, ojalá casarse, tener hijos, un perro y un gato.

Pero no me lo tomé en serio hasta esa conversación en que mis amistades me preguntaron cuál era mi tipo, me quedó dando vueltas. Más activamente empecé a buscar espacios. Leí sobre experiencias de personas asexuales y arrománticas y mientras más leía, más entendía que ambos están dentro de un espectro. Hay un montón de experiencias distintas.

Me empezó a resonar un montón lo que había ahí, me hacía todo mucho sentido. Al final de ese año decidí probar. Me empecé a referir a mí misma como asexual y se sintió bien.

Después llegó la etiqueta de grisromántica. Ya había llegado a la conclusión de que era asexual, pero ¿qué pasaba con mi atracción romántica? Hay asexuales que no son románticos y hay asexuales que sí sienten atracción romántica, que se enamoran y tienen pareja. Eso me costó más. Como digo, la atracción romántica es un poco más difusa.

Gabriela Soto

Repasando mi vida, ha habido un par de personas que me han gustado, pero siempre con esta inseguridad de si era algo que realmente sentía o que yo quería sentir, o si era por mis ganas de tener pareja. Pero en los espacios arománticos me di cuenta de que hay mucha diversidad.

Sé que puedo sentir atracción romántica, pero ésta no se vive de manera normativa. Es menos intensa y menos frecuente.

Siempre he tenido la filosofía de que las etiquetas son herramientas que las personas usan para poder describirse y entenderse a sí mismas, así como para encontrar una comunidad. Si eventualmente ya no me queda, la cambio, no tengo problema.

Hay cierta libertad al poder llamarme así en el sentido de que en este proceso de autodescubrimiento hay un sentimiento de bicho raro. En ese sentido es que encontrar a una comunidad ha sido súper bonito, súper alentador y validante también. Me permitió explorar otras formas de entender los vínculos en general.

Hace dos años que estoy en pareja. Nos conocimos hace un par de años más. Fue muy confuso para mí al principio precisamente por esta ambigüedad, me costó darme cuenta. En retrospectiva, ya teníamos conductas que son entrecomillas de pareja mucho antes de llegar a formalizar algo, pero me costó llegar a entender lo que estaba sintiendo, era algo nuevo para mí.

Mi pareja no es asexual, tampoco es arromántica, entonces tuvimos que tener muchas conversaciones sobre el tema. Al principio le costó mucho entenderlo, pero lo logró. Tenía mil preguntas. Tuve que explicarle qué significaba y qué significaba para mí ser asexual y gris romántica, es decir, cómo lo vivo yo.

Hemos tenido muchas conversaciones sobre los límites, sobre con qué estoy cómoda yo, qué es lo que quiero. Yo no tengo problema con la actividad sexual, aunque para mí no tiene ese lazo y esa connotación que para mucha gente sí tiene. Tampoco es una actividad que sea excepcional, lo paso bien, pero si me ofrecen otra actividad, no me molesta en absoluto. También es algo que va variando. En ese sentido, ha habido harto aprendizaje para los dos.

Se entiende que mis límites son importantes, pero también son importantes las necesidades de todas las personas involucradas. Entonces hay que ir hablando eso, negociando y acomodándose.

La experiencia que yo he tenido ha sido buena, soy muy afortunada en general. Me han apañado mucho mis amistades y también mi familia. Recibí muchas preguntas, pero son temas que pueden conversarse.

Hay mucha gente viviendo así sin saberlo porque hay un montón de desconocimiento. Y el rol de las redes sociales ha sido importante. Ahí cada vez se habla más de las diversidades sexuales y la información está cada vez más disponible.

Hay algo que suelo aclarar: Por un lado tenemos la atracción sexual y por el otro el deseo sexual, la libido. El deseo sexual es algo interno, son las ganas internas de recibir estimulación sexual. Es andar caliente, básicamente. Eso se puede resolver sola o acompañada, da igual.

La atracción sexual en cambio es que otra persona te genere las ganas de tener sexo con ella. Yo no siento atracción sexual y mi deseo sexual va variando, yo diría que es como entre normal y bajo.

Hay gente asexual que en general le incomoda todo el tema sexual. Hay gente asexual que no puede sentir la atracción sexual, pero sí el deseo. O que simplemente el sexo le resulta una actividad sensorialmente agradable. Hay un montón de experiencias dentro de eso. Yo nunca lo he vivido como una necesidad, pero sí como una experiencia sensorialmente agradable. Y también hay parejas en todas estas combinaciones.

Como decía, yo he sido súper afortunada, pero en la comunidad también hay historias de frustración. Mucha gente cuenta que se sinceró con su pareja y no fue entendida o no fue aceptada. Hay de todo. Historias de éxito pero también de fracaso. No es color de rosa, hay muchas frustraciones de por medio y eso tiene que ver con el desconocimiento que hay sobre el tema.

Se asume que toda la gente siente atracción sexual y que eso es algo relevante a la hora de vincularse. Se asume que te vas a emparejar y vas a sentir todo eso por esa persona. También hay sesgos de género, son un montón de cuestiones que se van encadenando entre sí. Los hombres asexuales son sumamente invisibilizados. Las mujeres asexuales, sobre todo las que están en relaciones heterosexuales, en general igual la sufren harto porque está esta idea instalada de que las mujeres son menos activas sexualmente. Entonces muchas creen que es normal, o que el sexo es algo que les toca como obligación.

Las redes sociales han tenido un rol súper importante en esto. Si vas por la vida desconectada de internet estadísticamente es poco probable encontrarse con una persona que sea asexual y/o arromántica. Ahora, las aproximaciones que se han hecho, que han sido muy insuficientes, y es que dicen que un 1% de la población es asexual o arromántica. Hay estimaciones que dicen que es más.

Hay mucha gente viviendo así sin saberlo porque hay un montón de desconocimiento. Y el rol de las redes sociales ha sido importante. Ahí cada vez se habla más de las diversidades sexuales y la información está cada vez más disponible. También te encuentras con un montón de información errónea, pero es parte de esta era de la información. Hay mucha gente que confunde la sexualidad con el celibato, o la falta de libido temporal o circunstancial, la falta de romanticismo con el miedo a comprometerse.

Falta mucho aún por visibilizar, es algo en lo que se debe seguir trabajando y a diferencia de otras comunidades, estamos un poco aún en esa etapa. Pero de a poco van a salir estas conversaciones en el mundo, creo que es algo súper importante y que puede hacer que mucha gente se sienta acompañada”.

Gabriela tiene 27 años y es psicóloga

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