Teresa Caldeira tiene una certeza: es importante ver qué está pasando con las madres solas (solo mom, en inglés) para poder comprender en qué sociedad nos movemos hoy. Para ver cuánto hemos avanzado -o no-.
Las madres solas pueden ser madres solteras; con custodia compartida; abuelas que crían a sus nietos; madres cuyas parejas están discapacitadas o encarceladas. Pueden ser viudas o con el padre del niño (a) en otra ciudad. Pueden ser madres solas por elección o circunstancia.
Son, ante todo, “mujeres que no asumen la posición de víctimas o abandonadas, mujeres que decidieron que así funciona mejor para ellas y están al frente de la crianza de sus hijos e hijas”, puntualiza Teresa Caldeira, antropóloga brasileña, catedrática de estudios regionales y urbanos de la Universidad de California-Berkeley.
Hablar de madres solas, entonces -hace hincapié la experta, quien participó recientemente en la Cátedra Norbert Lechner de la UDP- “es hablar de un término que surgió hace algunos años en distintos colectivos feministas y que reafirma el empoderamiento de estas mujeres”.
Se trata de algo que Teresa Caldeira sabe muy bien. Hace 40 años, cuando entrevistaba a mujeres que estaban criando a sus hijos solas, ellas “eran súper estigmatizadas, discriminadas, mal vistas”.
¿Cómo eran vistas en ese entonces?
Como mujeres que se habían equivocado o que tenían un matrimonio fracasado. Eso formaba parte de un tipo de “vida colectiva” en la cual la familia nuclear era súper valorada.
Vida colectiva
Los grupos sociales, explica la antropóloga, viven de determinadas maneras que deben ser entendidas como vidas colectivas. No necesariamente significa que estén haciendo cosas juntos, sino que tienen referencias comunes.
Si hace cuarenta años la idea de no pertenecer a una familia nuclear era mal vista, hoy, según la investigación realizada por Teresa Caldeira en las periferias de São Paulo, ya no es así.
“Las personas hoy, sobre todo los jóvenes, están viviendo de otras maneras, están construyendo nuevas formas de vida colectivas porque son compartidas por varias personas, no es solo una familia, no es solo una madre solo, hay muchas mujeres”, detalla.
En São Paulo, por ejemplo, casi la mitad de las madres no son casadas, no viven en familias nucleares y ese, plantea la experta, “es un patrón de la nueva forma de vida colectiva en la que tú aceptas que es posible vivir de otra manera”.
“Hace 40 años, una joven que se embarazara fuera de una relación era un escándalo, sus padres intentaban obligarla a casarse, era un drama familiar, con llanto, peleas, violencia. Eso ha disminuido muchísimo. Hoy en día cuando esas jóvenes conversan con sus padres y les dicen que están embarazadas no sucede nada, al contrario, las chicas me cuentan ‘mi mamá publicó la noticia en el Facebook’ o ‘mi mamá le mandó mensaje a toda la familia diciendo que será abuela’, entonces existe un cambio en la sensibilidad, un cambio en la forma de relacionarnos frente a ese embarazo sola”, detalle.
Eso significa, a la larga, que más que un cambio individual de las mujeres, se cambiaron colectivamente los valores y, por ende, la vida colectiva.
¿Hoy las madres solas se sienten más cómodas?
Creo que todas las mujeres a las que estoy entrevistando actualmente no se sienten rechazadas por sus familias o por la sociedad. Más bien se sienten rechazadas por otras razones, como por ser negras o pobres, pero no por ser madres solas. No diré que no existen prejuicios en relación a las madres solas, pero no es lo mismo que cuando empecé a realizar investigaciones y las madres solas eran denominadas “mujeres dejadas por los maridos”. El año pasado hice muchas entrevistas sobre madres solas y nadie me dijo que ellas eran “dejadas por los maridos”.
La concepción de lo que es familia está cambiando…
Sí, y lo está haciendo porque hay muchas mujeres que están, en la práctica, viviendo otras vidas. Nadie hizo un camino diciendo “vamos ahora a convertirnos en madres solas”, no hay un manifiesto, pero hay algo que está sucediendo en lo cotidiano.
¿Por qué es importante, como sociedad, que miremos a las madres solas?
Para mí ellas son una prueba de que muchas cosas han cambiado. El hecho de que tengas una gran cantidad de mujeres diciendo que son madres solas significa que muchas cosas han cambiado, no es que van a cambiar, ya cambiaron: ellas están aquí y tienen otro tipo de formación de familia, tienen otro tipo de relación con los que pueden ser padres de los niños, tienen otro tipo de relación con su propia familia, sobre qué es la familia, cuáles son sus relaciones familiares. Esas mujeres mantienen a sus hijos y no existe eso de que el hombre es el que los mantiene.
¿Y qué falta para poder entenderlas mejor?
Que los censos cambien las categorías, yendo más allá de su estado civil, y que las ciencias sociales reconozcan que deben hablar de una forma diferente, para alcanzar y describir el cambio porque en la práctica las personas ya cambiaron su manera de vivir.
Mujeres y espacio público
Parte importante de las investigaciones de Teresa Caldeira se refieren a la vida en las ciudades, así como la segregación espacial, la violencia urbana y la discriminación social.
Invitada a reflexionar sobre la relación de las mujeres con el espacio público, la antropóloga insiste en que no conoce “ninguna sociedad en la cual las mujeres se muevan tranquilamente”.
“Nos movemos, andamos por las calles, pero es obvio que tomamos ciertos cuidados. Creo que todas sabemos que debemos mirar hacia atrás, que no podemos distraernos, que podemos ser atacadas, que es mejor no caminar sola por una calle oscura durante la noche, hay varias cosas en el sentido común de las mujeres para saber que el espacio público no es un espacio muy seguro”.
¿Ha habido algún cambio en esto, según sus investigaciones?
Sí, creo que eso ha mejorado. Por ejemplo, en el metro a las 18:00 hay millones de personas moviéndose y la mitad son mujeres que están yendo a las universidades, al trabajo, están regresando a sus casas, están en constante movimiento. Eso ocurre por cambios sociales y porque las mujeres también están mucho más seguras para defender sus espacios y decir “hazte a un lado”, no piensan que tienen que aguantar lo que venga. Considero que las redes sociales ayudaron porque si algo absurdo sucede lo puedes publicar en las redes, denuncias a la persona, etc. Hay varias cosas que están sucediendo y demuestran que las mujeres no van a tragarse cierto tipo de situaciones -como el acoso callejero, por ejemplo- sin decir nada.
¿Usted vincula esto al auge del feminismo?
En parte. Hay muchos colectivos feministas organizados y eso ayuda a que muchas mujeres tengan referencias feministas y luchen por cambios en el espacio público.
Finalmente, ¿cree que esas referencias pueden cambiar nuestras vidas colectivas y, de cierta manera, proteger a las mujeres en el espacio público?
Esa es la esperanza, que las cosas mejoren. Considero que todo activismo y denuncia ayuda. Hoy si un hombre hace un comentario súper machista en las redes sociales habrá alguien que le responderá, ya no puedes ir por ahí comentando las mismas cosas absurdas que antiguamente y salir impune. Creo que hay muchos movimientos. Si tocas a una mujer en la micro lo primero que ocurre es que la mujer te va a reclamar y lo segundo es que habrá gente que va a intervenir diciendo “no hagas eso, qué te pasa”. Existe una mayor protección colectiva, pero aún falta.
Por ejemplo…
Hay muchas violaciones que suceden en lugares públicos, y eso demuestra que aún falta avanzar. Pero es siempre es bueno recordar que la mayoría de las violaciones suceden dentro del hogar y no en la calle. Sí hay violencia en la calle, pero el mayor problema es doméstico. Por eso es tan importante seguir acompañando los cambios de nuestras vidas colectivas.