Teresita Reyes no le tiene miedo a nada
Este fin de semana es su cumpleaños número 74 y está pronta a estrenar una película en la que tiene un papel protagónico. “El cine me descubrió vieja”, cuenta. Repite varias veces la palabra vieja y dice que no le tiene miedo al concepto. Ella lo acepta. El paso del tiempo le ha traído unas recompensas que en esta entrevista comparte: el derecho a la pataleta, su admiración por las nuevas generaciones y la ecuación para sobreponerse a la frustración.
Teresita Reyes tiene dos compras pendientes: una cajetilla de cigarrillos y un remedio para la presión. Desde hace siete años con la partida Jorge, su marido, cuenta que está fumando más. Eso sí, aclara que está saludable como una lechuga. Que todos los años se hace exámenes y sale contenta. “El día que me falle la memoria, me retiro. Si estoy en el escenario y se me van los textos, Teresita para la casa. Antes no”.
Busca en la cartera y no encuentra el cargador de su tablet, el que está revestido por una carcasa color rosa Barbie, y se lleva las manos a la cabeza porque ahí tiene todo su mundo: guiones para estudiar, libros que va a leer, y desde donde revisa su mail y después TikTok para ver a unos “minazos árabes” que le aparecen.
“Nunca me voy a olvidar de la primera vez que pisé un escenario. Tenía cinco años, estaba en el colegio de monjas, no recuerdo bien qué estaba haciendo, pero lo que sí sé es que tenía un gato en brazos y que la gente estaba contenta. Me felicitaban. ‘Habré hecho algo bien’, pensaba yo”, dice, mientras se alisa una polera floreada, tan colorida como los tonos con los que cuenta todas sus historias.
Este domingo cumple 74 años, y en medio de una de las tardes más calurosas de la historia de la capital, se sienta para repasar los casi 54 que lleva arriba de las tablas y al frente de las cámaras. Entre sus recuerdos hay privilegios históricos: todavía no salía de la universidad y ya estaba actuando con Bélgica Castro y Ana González. Más tarde fue parte del elenco de “Villa Los Aromos”, la primera teleserie a color producida por TVN.
Tiene la piel tersa y aclara que no es bótox. Confiesa que ha usado, porque a las mujeres en el medio “pucha que se les exige, tanto más que a los hombres”, pero que ella no ha comprado, sino que le han ofrecido un par de canjes. Lo suyo es genético. Una bendición, aclara. Porque no sólo se les exige belleza, sino también juventud.
¿Ha habido algún cambio significativo en cuanto a la igualdad de género en este ámbito?
“No tanto la verdad. Con las mujeres sigue pasando una cosa bien desgraciada: el mercado es exigente. Se nos pide vernos guapas, jóvenes, pero a ellos no. Las cosas no han cambiado tanto, están bien disparejas, y en todo ámbito. En este tipo de presiones, en los sueldos, en los personajes a los que acceden los hombres, que pueden tener la edad de una, pero igual siguen siendo unos galanes, nosotras no”.
Retoma el punto anterior y dice que no tiene nada en contra de las cirugías y los retoques, que ya es duro para las actrices como para además ponerse a criticar. Insiste en que cada una es libre de hacer lo que le acomode. “Soy una vieja”. Y hace una pausa. “Soy una vieja y no, no me da miedo decir que estoy vieja”.
¿A qué le tienes miedo, Teresita?
“A nada”, es lo primero que responde. Pero ahí sí sus ojos fugaces y su labia rápida y encarrilada como un tren se detienen. “No me había puesto a pensar en eso (...) ¡Qué atroz! ¿Cómo no voy a tener miedo? … Tal vez tengo aprensiones, unos mieditos pequeños, como quedarme sin trabajo, por ejemplo. Pero si eso pasa, formaría una compañía en el Cajón del Maipo, donde está mi hogar, y haría teatro. Y viviría de eso, pero no me va a faltar”, responde confiada.
En la misma tablet que no tiene batería vio a Griselda, la nueva serie de Netflix: “Linda la fotografía”, suaviza antes de ponerse severa con la actuación de Sofía Vergara. “Es encantadora ella, pero le faltó… No sé. Tenía la cara inmóvil, encuentro yo”. A Teresita no se le sorprende con nada: habla de literatura, de lo último en series, películas y hasta de virales de internet.
Actualmente forma parte del elenco de la exitosa teleserie de Mega “Como la vida misma”, la que en TikTok se ha hecho popular entre la Generación Z a partir de la historia de una pareja de hombres jóvenes, Thiago y Joselo. “Me encanta formar parte de un proyecto tan lindo que muestra una historia de amor tan bonita en medio de un contexto en el que hay tanta homofobia y odio”, dice.
¿Qué piensas de los jóvenes de hoy?
“Me encantan. Conocen sus derechos, los pelean, son buenos en lo que hacen y cuidan su patrimonio. Ellos saben cobrar y entienden que de esto se tiene que vivir. Me gusta que sean contestatarios y que se cuestionen las cosas. En mi época uno tenía una disposición exageradamente servicial y sumisa, agradecía cualquier cosita, pero eso ya se acabó. Me da la sensación de que los muchachos de ahora no se dejan maltratar y eso me pone contenta”.
¿Y qué piensas de la juventud?
“Que me encantaría volver a tenerla para estar en el lugar de ellos, pero desde la universidad ponte tú, que es cuando se pone buena la cosa. Con el paso del tiempo llega una experiencia increíble, pero justo cuando tienes 70 y ya no le importa a nadie, porque a los cuarenta te echan por vieja”.
“Y hay cosas que pasan naturalmente, se hacen grupos, se van alejando de ti, ‘hola, Tere’, me dicen con distancia, pero no te incluyen, y claro que quiero ser parte del grupo, pero estoy quitadita de bulla últimamente, ni siquiera fui a Los Caleuches, y ya no me invitan tampoco porque no voy, no me sacan del Cajón del Maipo. Creo que hasta los 65 años estuve arriba de la pelota: era muy buena para hinchar, hacer reír y era la primera en llegar a la fiesta, ya no”.
En varias oportunidades se te ha preguntado por la poca diversidad de papeles que se te dio televisión, ¿sentiste frustración como intérprete?
“Tengo un máster en empleada doméstica. Pero yo lo vi siempre como algo que tomaba con solemnidad y responsabilidad. Yo soy actriz y esto es mi trabajo. Me obligaba a que todas fueran distintas y creo que lo logré. Incluso hice a una que bailaba tap, en Marrón Glacé dos. Hace poco tiempo me vino a dar pena, ¿20 años atrás quizá? Dije ‘no seré capaz de hacer otra cosa’, pero resulta que estos papeles, que eran chiquitos, comenzaban a ser cada vez más grandes”.
En varias ocasiones has visibilizado el tema de la corporalidad y la exclusión. ¿Crees que las nuevas generaciones han cambiado la percepción de estos temas?
“Fíjate que no. Las protagonistas siguen siendo las mismas: las regias. Y lo que uno ve en televisión es el reflejo de lo que pasa en la calle y al revés. Sería una mentira decir que los hombres o este sistema no sigue discriminando a las mujeres por su cuerpo. Las crucifican, las desprecian, las anulan si no responden a la norma. Siguen existiendo hombres que se avergüenzan de salir con una pareja gorda a la calle. Cómo puede ser”.
¿Qué lecciones sacas en limpio del paso del tiempo?
“Que cuando estés mal está bien despotricar, enojarte, porque siempre sale el sol al otro día, el periodo malo no dura para siempre, pero tenemos un derecho a hacer pataleta también, ¿por qué no? Se nos enseñó a aguantar, pero es injusto que uno no se pueda quejar un ratito. Lo que me preocupa mucho es la plata, porque no quiero morir pobre ni que me tengan que mantener. Yo he intentado ser ordenada y pensar en todo: tengo un seguro para que se pague hasta mi funeral. Pero claro, nunca impuse en la AFP porque siempre he sido freelance, a pura boleta, entonces una gran jubilación no voy a tener, así que por eso necesito seguir, porque mi familia me heredó la longevidad, entonces no creo que muera joven, me deben de quedar al menos otros diez años, entonces no voy a parar. Pero yo lo paso bien hoy día”.
Me imagino que ahora que no grabas todos los días, tu rutina ha cambiado un montón.
“Voy a confesar que me gusta estar en la cama, la verdad. El tablet de un lado, el celular en el otro. Aunque ahora estoy fitness, hago “Vida para los huesos sanos” y estoy en pilates, a dos cuadras de mi casa, y me fascina. Pero el que es con máquinas. Olvídate cómo me tiene, voy a terminar como la Luli, dame unos meses y los premios senior me los van a dar a mí. Pero soy bastante sedentaria, me gusta estar sentada y pintar, bordar o leer. Y también qué manera de gustarme las redes sociales. He hecho ‘En vivos’ ahí y la gente te contesta y eso lo encuentro increíble. Cuento que estoy haciendo panqueques, que me quedan mal, y la gente al tiro ‘oye Teresita, le pusiste mucho huevo’. Yo en TikTok subí un video y me vieron 600 mil personas. Una locura eso. Así que en general son maravillosos, aunque a veces me baja la tontera”.
¿Qué significa que te baje la tontera?
“Que me pongo triste. Pero hoy no conozco a nadie que no ande medio triste, ¿en este sistema? ¿Cómo no? Solo que no lo reconocen. Hace unos años confesé en un programa que yo era bipolar. Creo que cuidar la mente es tan importante como cuidar el cuerpo. De estas cosas no habla la gente. No les gusta. Tener problemas de salud mental es como tener la vesícula mala. Tengo una psiquiatra hace treinta años que es una gran compañía y es hora de que normalicemos esto”.
¿Te asustó el diagnóstico?
“Para nada. Me pareció hasta lógico. Quién no se va a enfermar si pasamos trabajando. A la familia la ves tarde, mal y nunca. La gente apenas tira con sus parejas porque vive pensando en que el jefe lo puede echar cualquier día, en que las deudas se suman y se suman, en llegar a fin de mes”.
¿Qué te pasa con la sexualidad?
“No la extraño, no la echo de menos, Parece que tuve mucho (se ríe). La verdad es que fui poco polola y una vez que me casé fui bien fiel, miraba hacia mi casa y veía a este hombre y a esta familia y encontraba un regalo. A mí no me llama, pero no creo que tenga que ver con la edad, sino con otras prioridades mías no más. Creo que está sobrevendido el sexo. Te muestran que lo normal es que las parejas tiren todo el día y eso no es real, puertas adentro la cosa es muy distinta, y conozco muchos jóvenes que se ponen esa presión encima, además. ¿Tú crees que yo con Jorge tiré hasta los 68 años? Por supuesto que no. Cuando se pasa esa efervescencia queda una complicidad, una telepatía, una fuerza muy especial y bonita. El sistema no está hecho para el disfrute. Después de trabajar todo el día y cargar con tantas preocupaciones, ¿qué puede quedar? El sexo es importante porque pasas la mitad del día en una cama, pero te enamoras de otra cosa, de la compañía, del compañerismo, de la inteligencia, del buen humor, de que sepan escuchar, de cosas más trascendentes.
Tu marido partió hace siete años, ¿has pensado en volver a abrirte al amor o vivir con una pareja?
“No de nuevo. No quiero saber de parejas, ni de calzoncillos, ni de comida, ni de llamadas de teléfono. En mi casa soy una reina, salgo cuando quiero, voy a El Tabo, me gustaría tener un amigo, pero cuando hablo de querer un amigo, me refiero a uno de verdad, no con ventaja, sino que se extraña la intimidad de contar las cosas”.
Teresita pronuncia la palabra vieja con la sofisticación con la que hablan los artistas. La V sale cuando presiona los dientes contra sus labios y la J le suena como un suspiro. ¿Qué te queda por hacer, Teresita? “Un unipersonal”, dice sin dudar y empieza de inmediato a pensar en personajes que le gustaría interpretar y que le dan vuelta en la cabeza. “Pero quiero hacerlo porque me queda más fácil manejar mi tiempo. El teatro pasa los días viernes y sábado, los mismos días en que vienen los nietos, entonces quiero gozarlos, verlos crecer. Con esta edad, creo que ya puedo decidir cómo, cuándo y dónde seguir”.
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