Uno de mis escritores favoritos es Emmanuel Carrère, quien se puso en contacto con el protagonista de su libro El adversario, Jean-Claude Romand, un falso médico, que mató a sus padres, su mujer y sus dos hijos, además de inventar que era un alto funcionario de la OMS, sin demostrar un ápice de culpa en sus acciones. El objetivo fue entender, entre otras cosas, si sentía culpa o no, por sus crímenes y estafas.

El sentimiento de culpa es universal. Se da en la mayoría de las culturas, en especial en occidente. ¿Les suena la culpa judeo-cristiana? ¿Esa que dice que si obras en oposición a la moral convenida, serás castigado?

Los seres humanos operamos bajo un conjunto de normas que rigen nuestras conductas. Por ejemplo, las constituciones en los países, los diez mandamientos en la religión católica y/o el deber ser en las distintas culturas, como por ejemplo el uso de la burka islámica. Una vez que se establecen esas pautas o normas, ocurre que nos empeñamos en que sean cumplidas y para eso está la justicia. Si no se cumplen, se aplica un castigo. Sin embargo, más allá del juicio externo, cada vez que transgredimos algo que no es “lo correcto”, se activa una señal que nos informa que transgredimos esa norma. Es lo que conoce como la voz culpadora.

Cuando empecé mi pregrado, la culpa ni siquiera era mencionada como una emoción. Sin embargo, me causaba mucha curiosidad entender las razones detrás de la culpa, pues sabía que se sentía pero no entendía por qué.

Desde ahí mi pregunta ¿qué es la culpa? La culpa es esa vocecita interior acusadora respecto de algo que sentí, pensé o hice (¡o incluso no hice!)

Todos tenemos (querámoslo o no) un conjunto de normas en base a la que regimos nuestras conductas y la culpa es una señal necesaria acerca de cuándo transgredimos esas reglas.

En este panorama, aparece el culpador interno, que me arruina y aniquila y no resuelve, sólo me genera malestar. ¿Cómo no acompañaste a tu amiga que está sufriendo? ¿Cómo olvidaste el cumpleaños de esa persona tan querida? ¿Cómo preferiste irte a la playa si tu mamá está enferma? Este culpador interno no escucha razones, es lapidario, te ignora emocionalmente, no conoce de matices. Es una forma disfuncional de vivirse la culpa. Te paraliza y nos hace revolcarnos en el fango del error.

Y aunque muchas veces es la sociedad la que nos hace sentir culpa, hoy quiero invitarles cambiar el concepto de culpa por el de responsabilidad (desde el lenguaje); pues la culpa no sirve más que para hundirte y no dar paso al cambio, a aprender del error. El cambio de culpa por el de responsabilidad abre posibilidades, nos hace parte del proceso, nos permite hacer algo respecto del error u omisión que cometimos.

Humberto Maturana decía que actuar responsablemente es una cuestión de conciencia. Decía que una persona hace o deja de hacer algo, estando consciente de las consecuencias posibles y deseables de su propio actuar. Para él, ser responsable significada encontrarse en estado de atención y alerta.

Desde esta reflexión ¿Te sientes culpable o responsable?

Por último, dejo una conocida frase que dice: “No dejes que el futuro sea el rehén de tu pasado”.

Y en cuanto a Jean-Claude Romand, sigue pagando su culpa desde un hermoso convento benedictino.

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* Dominique es Psicoterapeuta -sistémica, centrada en narrativas- y magíster en ontoepistemología de la praxis clínica. Se desempeña como docente universitaria y supervisora de estudiantes en práctica. Atiende a adultos, parejas y familias. Instagram: @psicologianarrativa.