Leopoldo Méndez (37) tiene más vidas que un gato. Nació en una población del Cerro Barón de Valparaíso, estuvo preso en Suecia y en tratamiento de rehabilitación por drogas. Tuvo un jet privado y puede jactarse de ser el único chileno que ha tocado en Rusia ante más de 250 mil personas. Ha forjado su camino. Y le ha torcido la mano al destino.

A los 11 años, se trasladó por razones políticas con su familia a Estocolmo, donde vivió en los marginales barrios de inmigrantes. Detestaba el frío y no entendía el idioma. Y terminó vinculado a los circuitos de delincuencia del sector. Antes de los 15 estuvo preso en la cárcel y estaba hasta el cuello con problemas de droga y alcohol. Se pone serio al recordar su pasado. "No me gusta hablar mucho de esto, no lo escondo, pero prefiero mirar para adelante", dice. Pero esta historia tiene de dulce y agraz: internado en un centro de rehabilitación de menores conoció al ingeniero en sonido Jordi Fuste, quien fue su mentor. Le enseñó acerca de la música. Lo incentivó a componer. Y fue quien convirtió a Leopoldo en DJ Méndez y lo ayudó a desarrollar una propuesta que mezcla el hip hop con elementos latinos. Totalmente fiestera, como él.

En 2000 editó su primer disco Latino for Life y viajó a Suecia, Dinamarca, Noruega y Rusia a presentarlo. Incluso, llegó a cantar sus canciones –con letras que fusionan el inglés y el español– en el cumpleaños de la hija del rey de Suecia. Un año después su historia llegó a Chile, y al año siguiente se presentó en el Festival de Viña. El éxito fue inmediato: en 2004 regresó a Viña y abrió Macabro Records, su propio sello discográfico; luego un disco de grandes éxitos, su single Lady estuvo por más de un mes en el número 1 de las listas chilenas, y el año pasado su quinto y último disco, obtuvo disco de oro y platino.

Hace más de tres meses que un equipo de grabación lo sigue para documentar su vida, que desde junio está al aire en el docurreality Los Méndez en TVN. Su vida familar –es padre de seis hijos y vive con cuatro de ellos– ha sido un éxito. En el programa se ha mostrado lo que él llama "mi realidad de papá y mamá". Y cómo, de una manera a veces bruta pero profundamente cariñosa, se encarga del familión. "Ya no soy peleador, pero, si les hacen algo a mis hijos, ahí no aguanto nada. Paramos de conversar. Mi próximo tatuaje va a ser escribirme en el cuello uno de mis dichos favoritos: 'no me arrodillo ante nadie, solamente ante Dios y para recoger a mis hijos'".

Para registrar cómo es ser DJ Méndez, a todos lados, lo acompaña un camarógrafo y un sonidista a los que él llama "parte de la familia". Esta entrevista no es la excepción. Méndez es bueno para la talla. Y, junto al equipo, ríen permanentemente durante la entrevista. Llegan a la hora de almuerzo con tres horas disponibles y muertos de hambre. Leo pide hot-dogs para todos. El suyo, solo con mayonesa y palta. "No me gusta la ensalada", dice.

¿No comes ninguna verdura?

No, como pura carne. De hecho tengo que ir a verme eso para que me receten algún tipo de vitaminas o algo que reemplace todo lo que no como. Intenté comerlas cuando chico pero siempre las odié. De hecho mis hijos Stephanie y Leo son igual que yo. Los otros comen de todo.

¿Te da lo mismo o les tratas de enseñar?

No, si yo no como. ¿Por qué los voy a obligar?

¿Y qué reglas les pones?

Los horarios. A Stephanie le acabo de regalar un auto porque sacó carnet entonces tiene un pichintún más de libertad. Sin embargo, si se queda fuera me gusta saber dónde y quién es la dueña de casa. La mando con chofer o, incluso, a veces con alguien que la cuide. Porque cuando digo a las 10 tienen que estar a las 10. Si no, es un castigo seguro.

Eres papá y mamá.

Hoy en día creo que sí y no, porque también tengo una ayuda increíble de mi mujer, a quien tanto quiero y me hace la pega más fácil, porque pucha mi hija tiene 17 y yo sé que aunque me diga que me tiene confianza y que me cuenta todo, hay cosas que prefiere contárselas a una mujer.

Te preocupas de ser un buen padre. ¿Cómo fue tu infancia?

Yo no me considero con una infancia pobre, pero sí difícil. Y hoy en día gracias a mi trabajo y gracias al gran Dios les puedo dar a mis hijos lo que yo nunca tuve. Aprendí rápido porque mis ojos vieron cosas que quizás un niño de ocho años no tendría por qué ver. Al pasar tanto tiempo en la calle aprendes mucho. Cuando llegué a Suecia a los diez años era muy vivo. El sueco era mamón al lado mío.

Has mencionado varias veces que te pegaron cuando chico.

Sí, pero yo nunca les he tocado un pelo a mis hijos. Mi viejo y mi madre pensaban que al pegarme iban a lograr mi respeto, pero fue todo lo contrario. Le tenía miedo a mi viejo. Y pasa que te acostumbras a que te peguen y empieza a dar lo mismo. Sabís que te mandái una cagada, te dan una paliza y era. Mis hijos se mandan una cagada y ven las consecuencias hasta dos meses más. Si les quitas el celular, les duele mucho más que una cachetada.

¿Qué crees que te quedó de esa crianza dura?

Ese monstruo sigue dentro de mí. Y si dañái a alguno de mis hijos, va a salir. Solo trato de mejorar y ser buen papá, buen músico, buena persona. Pero no siempre me resulta.

Lujos y fiestas

En Suecia estuviste en la cárcel.

Cuando llegamos con mi familia lo pasamos mal. Mi madre lloraba porque quería volver a Chile y no encontrábamos vivienda. Y nos dio la depresión. Además, estando allá nos enteramos del asesinato de mi tía, a quien encontraron en un cerro de Valparaíso con el cráneo roto. Y ahí cambió mi vida brutalmente. Y me endemonié, como yo digo. En un momento pensé que Dios no nos quería.

Y de esa época oscura, ¿cuándo sientes que tocaste fondo?

Tocar fondo, fondo, a los 26 años. Recién. Caí a una rehabilitación por drogadicción y de una forma bruta me hicieron ver que o cambiaba o caía un par de metros más abajo.

"Ese monstruo, ese animal, sigue viviendo dentro de mí. Por siempre. Y si dañas a uno de mis hijos, va a salir. Solo trato de mejorar y ser un buen papá, un buen músico, una buena persona. Pero no siempre me resulta".

Toda tu familia se quedó en Suecia. ¿Por qué decidiste irte?

A Suecia le tengo que agradecer todo lo que me entregó: la música, mi familia, una mentalidad más liberal que hoy en día puedo aplicar con mi hija para hablarle, por ejemplo, de los cambios en su cuerpo. Pero hay cosas que no me gustan de Suecia: el racismo y el frío.

Estuviste en una pelea y terminaste en el hospital. ¿Crees que fue por no ser sueco?

Fue netamente discriminación. Saqué a bailar a una sueca y me trató pésimo y –tengo que ser honesto–, yo la traté pésimo de vuelta. Se metió su pololo y me agarré con él. Y, al salir del local, saltaron todos sus amigos y no me fue muy bien. Caí al hospital y luego me llevaron preso y me procesaron. Ahí se comprobó recién que yo no les había pegado a los quince, sino que los quince me pegaron a mí.

Mencionas mucho a Dios. ¿Eres creyente?

Creo en Dios, pero más creo en lo que me entrega para hacer mi trabajo. No soy un creyente que pasa todos los días domingo en la iglesia. Mi iglesia es mi estudio, donde encuentro paz a través de la música. Cuando discuto con mi mujer o mis hijos me encierro ahí y salgo renovado.

¿Te gusta la plata?

Me gusta para mantener a mis hijos. Pero yo hago la plata, la plata no me hace a mí. Ese es uno de mis dichos. Porque es un papel no más. Y yo no voy a ser esclavo del dinero.

¿Qué gustos te has dado?

¿Gustos? Propios, no muchos. Me gusta regalar cosas.

¿Te gusta el lujo?

No. Pero el Audi R8 que manejo me encanta. Con mi hijo somos fans de Iron Man y esa es la gran razón por la que me lo compré (risas), porque está en la película. Mi inversión es el hogar, es la casa. Acabo de comprarme el lugar donde voy a descansar. Es como mi American dream.

¿Sientes que la hiciste?

No, para nada. Económicamente cuando empecé mi carrera en Suecia tenía mucho más. El doble. Tenía mucha plata.

¿Y en qué te la gastaste?

En fiestas, en darles pega a huevones que no tenían que tener pega; en estafas que me hicieron; en todos los regalos que hice; en toda la gente que ayudé, que no es por sacar en cara pero que hoy en día ni siquiera recibo un hola de ellos. Pero no me arrepiento. Es que cuando tú no sabes tener esa cantidad de dinero y le entregas esa confianza a un contador, por regla ocho de diez te van a cagar.

Te gusta harto la fiesta.

Nooo. Por eso hago música tan depresiva (carcajada). ¡Me encanta la fiesta!

¿Cómo son tus carretes?

Antes no llegaba. De hecho una vez dije voy y vuelvo y aparecí en Grecia y me perdí por dos semanas. Y después, cuando tuve avión privado, llegaba y me iba a la playa.

"Todas las mamás de mis hijos son chilenas. Me gustan las chilenas. Me encanta que sean mal genio. Aparte, son enteras ricas, son preciosas. Tienen esa calentura que la sueca, por ejemplo, no tiene. Si bien la sueca parece una barbie, para mí es fría".

¿Sigues teniendo avión privado?

No, ni cagando. Es lo más caro y lo más estúpido en lo que podís invertir. Son lujos huevones, una tontera que igual aproveché y me cagué de la risa.

¿Le compraste casa a tu familia?

No, mi mamá no aceptó nunca. De hecho le dije: "desde hoy en día no le vas a trabajar un día más a nadie" y me mandó a la cresta. Me lo dijo en buena onda, pero tanto mi madre como mi padre son gente trabajadora y no voy a venir yo ahora, porque me esté yendo bien, a cambiarles las cosas.

¿A qué le atribuyes tu éxito?

Serían muchas las personas. Pero por sobre todo a mí mismo, porque me he sacado la cresta. He tenido que aguantar mil estupideces. Desde golpes hasta cosas verbales; discriminaciones, poca fe. Aunque debería no mencionar la poca fe, porque eso ha hecho que yo demuestre que están súper equivocados. La poca fe me ha dado todos mis logros porque me pone más porfiado. Por eso tengo tatuadas mis dos P en el cuello: perro perseverante.

En casa

¿Por qué decidiste hacer un docurreality? Has dicho muchas veces que no te gusta la farándula.

Es que mi docurreality no es farándula. Cuando fui conocido por cantar Estocolmo en Suecia llegué para acá y todos creían que mi vida era un carrete de todos los días. Decidí hacer esto para que la gente se dé cuenta de que soy normal y que si tengo el R8 es porque me saqué la cresta. A mí nadie me ha regalado nada. Y ha funcionado bien. En la calle la gente ahora entiende que no es fácil ser artista y ser papá y mamá. Eso no es muy común en Chile. Los hombres la ponen y era. No hay crianza de los papás. Yo me siento orgulloso de haber hecho lo que hago con mis hijos.

¿Y las mamás de tus hijos dónde están?

En Suecia y Chile. Cinco de mis hijos nacieron en Suecia y una en Chile.

¿Y tienes buena relación con tus ex mujeres?

¿Relación..?

De conversar, de ponerse de acuerdo con cosas de los niños.

Ahhh… (risas). Sí, tenemos una muy buena relación. Una de ellas, la que me entregó a los niños, no es una mala madre que me los pasó porque estaba chata, sino porque estaba pasando por un momento en el que pensó que quizás yo podía hacer un mejor trabajo. Siempre le he agradecido que me haya dejado criar a mis hijos. En un momento ella me los pidió, porfa plis, porque ya estaba bien, pero duró dos años y mis hijos volvieron a mí. Eso quiere decir mucho.

¿La mamá de alguno es sueca?

No. Son chilenas todas. Mantengo mis raíces. Me gustan las chilenas. Me encanta que sean mal genio.

¿Mal genio?

Más paradas. Aparte son enteras ricas, son preciosas. Tienen esa calentura que la sueca, por ejemplo, no tiene. Si bien la sueca parece una Barbie, para mí son frías.

¿Pololeaste con alguna sueca?

Sí, pero me fue mal. Los chilenos somos machistas y me las di de machista y la sueca no encajó. Allá el sistema está hecho para que en la pareja trabajen los dos y un día te va a tocar a ti limpiar o hacer las cosas en la casa. Aquí no es tan así; la mujer sigue siendo la dueña de casa.

Y ahora te quieres quedar en Chile.

Sí. Me encanta Chile. El sol, el clima, la comida, la gente. Hoy no me gusta viajar tanto, no me da el pellejo. Estoy trabajando duro e invirtiendo para poder descansar. Quiero algo más piola. Mis hijos están en una edad complicada y necesito más tiempo para estar con ellos.

Quieres frenar un poco.

Sí, no más giras. No tantos viajes. Espero no tener que moverme más.

¿Y las fiestas?

En mi casa.