Paula

Tomé clases de sadomasoquismo

El best seller 50 sombras de Grey volvió a poner de moda al sadomasoquismo, aunque apelando a las viejas caricaturas donde las personas dominantes son muy malvadas y las dominadas siempre sumisas. La periodista Guillermina Altomonte, residente en Nueva York, asistió a clases de sadomasoquismo como parte de un proyecto de investigación universitaria. Y se encontró con jubilados aprendiendo a dar latigazos y un grupo de adeptos que se toma muy en serio los temas de higiene y seguridad. Este es su relato.

Paula 1125. Sábado 6 de julio de 2013.

Me distraigo un momento para buscar una botella de agua en mi cartera y cuando vuelvo a levantar la vista, una mujer de melena rubia se ha despojado de su minifalda y está apoyada en cuatro patas sobre dos sillas de tal forma que sobresale, en lo alto, su trasero en colaless negro.

A su lado está parado un hombre de unos 50 años. Lleva lentes ópticos, una polera negra y chaleco sin mangas, un montón de tarjetas en una mano –que va leyendo en voz alta– y una vara en la otra. Harry (no es su nombre real) es experto en el arte de azotar hasta que la víctima ya no siente dolor sino un placer intenso. Eso dice él y está aquí para mostrar cómo hacerlo.

Señala una mesa a su derecha sobre la que reposa una decena de varas de madera de algo menos de un metro de largo. Mientras más delgadas, más punzantes. Según Harry hay que asegurarse de elegir la adecuada, sostenerla con pulso firme y pararse a una distancia adecuada del sometido: ni muy cerca ni muy lejos, de modo de que el azote sea certero. Sin dejar de hablar ni un segundo, Harry comienza a darle golpes muy suaves a la mujer rubia. Dice que el precalentamiento es fundamental: no tiene sentido empezar con azotes fuertes porque al poco rato el cuerpo se entumecerá y esto será una pérdida de tiempo. Explica que ambos cachetes deben recibir el golpe simultáneamente y que las zonas más sensibles –muslos, espalda, huesos– deben evitarse.

Mientras, alterna azotes cada vez más fuertes con masajes tiernos y breves. Las caricias son importantes, dice, así como preguntarle a la persona cuánto le duele: del 1 al 10, para no excederse. Se dibujan dos círculos rojos en la piel blanca del trasero inmóvil. La rubia no ha emitido ningún sonido.

"En mi primera clase me distraigo un minuto para buscar algo en la cartera y cuando vuelvo a levantar la vista, una mujer se ha despojado de su falda y está apoyada en cuatro patas de tal manera que sobresale su trasero en colaless negro".

Una mujer de unos 60 años, sentada en la silla delante mío, asiente y le susurra algo en el oído a su canoso acompañante. En total hay unas 30 personas en la sala, sentadas en sillas de madera. Hay hombres y mujeres, jóvenes y viejos, parejas y gente sola, y casi todos están vestidos como si vinieran saliendo de la oficina: son las 8 de la noche de un día martes.

La sesión de azotes fue la primera de cuatro clases de sadomasoquismo en las que participé como requisito para un curso universitario sobre sexo en la ciudad, en Nueva York. El profesor del curso, el sociólogo Terry Williams, hace etnografía: se pasa meses, años, inmerso en los submundos que investiga. Entre los datos que Williams nos entregó, apareció un nombre curioso: The Eulenspiegel Society. Su sitio web (www.tes.org) la presentaba como la organización más antigua e importante de BDSM, dedicada a promover la educación en "nuestra comunidad". ¿Qué es BDSM? Un acrónimo: B por "bondage" (cualquier práctica sexual que implique atar a otra persona); D por "dominación y sumisión"; SM por sadomasoquismo.

El sitio web de TES tiene un diseño simple con secciones como "¿Eres nuevo en BDSM?" o "Escuela de azotes" . Y un nutrido calendario de actividades educativas.

– Sábado, 8 p.m.: Cuero 101, discusión de panelistas.

– Sábado, 9:30 p.m.: Excursión para novatos y fiesta en el calabozo.

– Martes, 8 p.m.: Reunión de mujeres dominantes y hombres sumisos.

– Viernes, 8 p.m.: ¡Cuida tus guantes!

Y así.

Decidí que la fiesta en el calabozo sería mucho y me anoté para una clase de azotes.

Los cuarteles de la Eulenspiegel Society están en un edificio cerca de Times Square. Cuando subo por primera vez al piso 3 me encuentro en un estudio donde se ensayan obras de teatro y presentaciones musicales; de ahí que varias de estas clases  transcurran con una melodía de piano o una ópera de fondo.

TES arrienda una sala en este estudio. El espacio es amplio e iluminado, de paredes blancas y piso de madera. Cualquier persona puede ir a las reuniones; para entrar hay que pagar 10 dólares (solo 4, con credencial de estudiante) y nadie pregunta tu nombre ni por qué has venido. En la sala hay una mesa llena de folletos sobre grupos y tiendas de sadomasoquismo. También un pequeño botiquín de primeros auxilios.

En cada reunión se sigue un protocolo similar: a las 8 en punto un miembro de TES le da la bienvenida al grupo, explica en qué consiste esta organización y recuerda que este es un espacio privado, en el que existe completa confianza para compartir dudas y experiencias, por lo que cualquier grabación está prohibida. Luego le deja el protagonismo al presentador de turno, que va cambiando según el tema de cada clase.

Esa primera noche, por ejemplo, se trataba de Harry que, además de ser experto en azote erótico es dueño de una tienda de juguetes para adultos en Manhattan. Harry dice varias cosas importantes sobre el dolor, mirando los apuntes en sus tarjetas. Al principio, cuando empieza a ser azotada, una persona solo sentirá dolor. Recién después de unos 10 minutos las endorfinas empiezan a liberarse: eso es lo que busca la mujer rubia que se ofrece como voluntaria para recibir azotes, y que se presenta al público como masoquista. Busca una especie de éxtasis de endorfinas. Quien la azota tiene harta responsabilidad en esa búsqueda; debe administrar las dosis de dolor de tal manera de no causar daño físico real.

Harry usa términos que escucho por primera vez esa noche, pero que luego se repetirán en todas las clases, como referirse a una práctica sadomasoquista como "juego" o "escena". También habla de "jugador de arriba" y "jugador de abajo", es decir, quien mantiene el control y quien se entrega. Este mundo tiene sus reglas y lenguaje. Más tarde aprenderé el significado de palabras como "vainilla" (alguien que no pertenece al mundo BDSM, o sea: sin gracia ni sabor) o "palabra de seguridad": una contraseña que también se negocia antes de empezar. Como una de las claves del sadomasoquismo es el juego de resistencia y sumisión de una persona a otra, decir "no" o "basta" no sirve, porque es parte habitual de cualquier interacción entre sádico y masoquista. En general se usan los colores del semáforo para denotar en qué nivel está el dolor. Cuando el jugador de abajo grita "¡rojo!", el otro debe parar inmediatamente.

Esa primera noche, la rubia jamás dice la palabra de seguridad. Harry le pega con la vara hasta que su trasero está completamente rojo. Y entonces dice:

–Cuando solo hay uno o dos focos de dolor en el cuerpo, el cerebro se concentra en ellos por separado y es consciente del dolor– dice, mirando al público. –Pero cuando hay cinco o seis, esa conciencia desaparece y el dolor se transforma en placer.

Harry se vuelve hacia la mesa donde reposan las varas y de un bolso saca una cadena con tenazas en ambos extremos. La rubia se baja la polera y se prende una tenaza en cada pezón, de forma que la cadena queda colgando entre sus pechos. Luego vuelve a ponerse en cuatro. Harry la empieza a azotar de nuevo con la vara, cada vez más fuerte. Ahora sí, ella emite quejidos entrecortados. Las personas que observan permanecen impasibles. Nadie hace chistes ni comentarios subidos de tono.

Y entonces Harry dice de nuevo:

–Ahora usaré otro elemento de dolor.

Esta vez toma tenazas médicas sin cadenas. La rubia se corre el colaless a un costado, pero no soy capaz de seguir mirando y aparto la vista. Por suerte después de unos pocos azotes todo termina. Harry se hace a un costado, la rubia se incorpora, se sienta en una silla y toma un sorbo de agua.

–¿Alguien más me quiere pegar? –le pregunta al público. Varias personas levantan la mano.

"Harry es un experto en azote erótico y dueño de una tienda de juguetes para adultos en Manhattan. En esta clase explica que, al principio, cuando la persona comienza a ser azotada, solo siente dolor. Recién después de 10 minutos las endorfinas se liberan; eso es lo que buscan los masoquistas".

En mi imaginación el sadomasoquismo era algo oscuro, practicado a puerta cerrada por personas que luego mueren ahogadas por una mordaza en la pieza de un hotel, como el actor David Carradine o el cantante de INXS, Michael Hutchence. Pero aquí estaba este hombre amable dando una cátedra sobre la seguridad en los azotes y este público atento que preguntaba cuál era la mejor forma de guardar las varas en la maleta cuando uno viaja. Estaban ahí para aprender a hacer lo que les gusta, sin ningún prejuicio ni vergüenza. Decido seguir yendo a clases.

La segunda a la que asisto, dos semanas después, se llama: "Introducción al Hipno-kink". Hipno por hipnosis; "kink" significa "perversión" en un sentido travieso. En efecto, la clase resulta perversa. Un tipo alto y pelado que se hace llamar Señor Sueño habla durante una hora sobre cómo usar la hipnosis en una escena erótica tipo amo-esclavo. Aclara que se trata de usar el estado de trance como fuente de placer para ambos. Al igual que en toda práctica sadomasoquista, la regla principal es que haya total consentimiento de ambas partes y que cada acción se negocie de antemano.

Sin embargo, mientras miro cómo este Señor Sueño hipnotiza a dos voluntarias con su voz pegajosa y luego les hace masajes en las manos y brazos, no puedo evitar una sensación de disgusto. Ver a una mujer azotada me parece menos chocante que ver a una persona privada de consciencia y poder de voluntad. Con esa idea en la cabeza, me escabullo de la sala.

Vuelvo tres semanas después a la clase titulada "¡Cuida tus guantes!". Esta vez la presentadora es una chica joven, pelirroja, experta en suspensión corporal: colgarse de ganchos que atraviesan la piel para quedar volando en el aire.

La chica está acá para enseñar hábitos de higiene. En la mesa sobre la que la primera noche había varas, esta vez hay guantes quirúrgicos, productos de limpieza, gasas y toalla absorbente. En el medio de la sala, una camilla tapizada en cuero café, como esas que se usan en las peluquerías para depilar. La chica dice: hay juegos pesados que involucran agujas y sangre. Si no se limpian bien los accesorios ni se usan guantes adecuadamente, se pueden transmitir enfermedades como VIH y hepatitis.

–Por ejemplo, ¿cómo limpian sus juguetes? ¿Sus látigos, vibradores?– pregunta.

Un par de voces en el público murmuran: alcohol.

–Usar alcohol es lo más común, ¡pero no es lo que se debe hacer!– responde la colorina. Explica que el alcohol solo seca las superficies, pero los gérmenes siguen ahí. En una pizarra escribe con plumón los nombres de productos especiales para matar los bichos (la gente toma nota). Después corta un trozo de toalla absorbente y lo rocía con uno de los limpiadores para mostrar cómo limpiar la camilla: jamás en círculos, siempre con movimientos verticales. Por último muestra cómo ponerse guantes estériles de tal forma de no contaminarlos.

Nadie ha preguntado en qué consisten los juegos con agujas. Yo tampoco.

Una noche, después de una reunión, converso fuera del edificio con una pareja de unos 60 años, la que vi susurrar delante mío en la clase de azotes. Me cuentan que son profesores y están jubilados. Yo les cuento sobre mi proyecto de investigación; que estoy preparando un paper para la universidad sobre la educación y el aprendizaje sadomasoquista, con observaciones muy detalladas, extractos de entrevistas, y un trasfondo teórico. Enseguida me sugieren hacerme miembro de FetLife. ¿Qué es eso? Un sitio web que vendría siendo el facebook del BDSM y que tiene más de un millón y medio de usuarios en todo Estados Unidos. Ahí es donde se anuncian eventos, conferencias y fiestas. Después me entero que lo más importante es que ahí se va delineando la reputación de cada "jugador" según sus amigos, grupos a los que pertenece y comentarios que recibe de otros usuarios.

La que me cuenta esto es una mujer que se hace llamar Gigi. Tiene pelo rubio blanqueado, facciones asiáticas y viste entera de negro. Se define como dominante en términos de BDSM y está encargada de programar el calendario de actividades de TES. Mientras nos tomamos un jugo le pregunto a Gigi si toda esta negociación de reglas, el ritual de desinfectar accesorios y ponerse guantes estériles, no interfieren con la espontaneidad asociada comúnmente al sexo.

–Mira, las reglas están puestas por seguridad. Y eso, de hecho, te da una mayor sensación de libertad. Cuando vas a nadar a la piscina, hay reglas: tienes que obedecer al salvavidas y quizás no puedes tirarte un piquero en cierta zona. Eso no impide que disfrutes nadar. Y también depende con quién estés jugando. Cuando es alguien que no conoces, tener reglas ayuda mucho. De hecho, una de las razones por las que hay tantas fiestas públicas es que es más seguro jugar en público.

Gigi agrega que, finalmente, las cosas que pasan en el mundo "vainilla" no son tan distintas de las que pasan en el mundo BDSM. Si en el mundo vainilla te cuidas y no te vas a la casa con cualquiera, en el mundo BDSM no dejas que un completo desconocido te amarre con cuerdas.

Mi última clase de sadomasoquismo está llena: más de 30 personas han venido a la sesión titulada "Damas en peligro": una demostración de cómo capturar a alguien con cuerdas. El presentador es un tipo musculoso y dice que nos enseñará el nudo chino. Parece que el nudo japonés es el más popular pero se demora un buen rato en hacerse y eso no es muy útil si se está jugando a atrapar a una dama.

Primero nos muestra cómo enrollar la cuerda expertamente para después desenrollarla de un solo movimiento, como un cowboy. Luego una voluntaria se ofrece: él inmoviliza sus brazos por detrás de la espalda y le pasa la cuerda por los hombros, el cuello, las muñecas y los antebrazos hasta que ella no se puede mover. El profe aclara que la amarró fuerte porque la conoce, pero que debemos tener cuidado al hacer bondage para no dañar ningún terminal nervioso: por ejemplo, jamás pasar la cuerda por los codos.

A los pocos minutos, cuatro parejas del público se encuentran amarrando y desarmando nudos, practicando bajo el ojo atento del profe.

"En mi imaginación el masoquismo era algo oscuro, practicado a puerta cerrada por personas que después mueren ahogadas por una mordaza en la pieza de un hotel, como el actor David Carradine o el cantante de INXS, David Hutchence".

Días después converso con Connie (no es su nombre real), una chica de unos 35 años que trabaja como voluntaria en TES. Está escribiendo un libro de BDSM para gente gorda, porque dice hay muchas posturas o juegos que involucran, por ejemplo, torsiones o elongaciones impracticables cuando se tiene un cuerpo muy grande (es su caso). Dice que jamás hay que mezclar drogas o alcohol en una escena sadomasoquista, en primer lugar porque la gente puede salir lastimada, y en segundo, porque el éxtasis que producen las endorfinas cuando se cruza cierto umbral de dolor no necesita de otros estímulos.

Connie es sumisa, es decir, una jugadora de abajo. Le gusta que la azoten, que la amarren con cuerdas y le den latigazos. Cuando recién la conocí y le conté lo que estaba haciendo, lo primero que me dijo fue: ¡No leas 50 sombras de Grey! Dice que el bestseller da una impresión errada del sadomasoquismo y que eso contribuye a los prejuicios que tiene la gente.

–Se asume que las personas dominantes son malvadas y que las sumisas somos unas víctimas. Y eso no es verdad– aclara. –Yo soy feminista, trabajo en una organización feminista, y siempre me preguntan cómo puedo dejar que un hombre me haga estas cosas. Pero aprendí que no es degradante. Y fuera de la escena, no soy para nada sumisa.

Connie agrega que la educación sobre técnicas y prácticas sadomasoquistas es fundamental. Si no sabes cómo debiera ser asestado un latigazo o cuán apretado debe ser un nudo, no te darás cuenta si la otra persona lo hace bien.

–El BDSM va desde dejar que alguien tome todas las decisiones en la cama, aunque tengas sexo "normal", eso ya es una forma de bondage. Desde ahí hasta los extremos, parejas a las que les gusta jugar con agujas, hay muchísimo entremedio. Por eso es tan importante que haya organizaciones que ofrecen clases: para que sepas lo que estás haciendo.

De hecho, Connie fue la primera que saltó de su silla cuando, en aquella clase inicial, la rubia preguntó si alguien del público quería practicar los azotes.

Connie corre a tomar la vara, algo insegura. El resto la anima y Connie empieza a dar golpes con cierta torpeza.

–¡Párate más cerca! ¡Pégale más arriba!– la guía el público. Connie se ríe y obedece. En un momento le pega sin querer a la parte baja del trasero y enseguida se disculpa.

–Está bien– sonríe la rubia, el trasero rojísimo, esperando el próximo golpe. –Estamos acá para aprender.

* Solo para mayores

Según diversos expertos consultados por Paula, dentro del enorme repertorio de prácticas sexuales que pueden gustarle a una pareja practicar, el sadomasoquismo es una más y puede resultar inofensiva y placentera, siempre y cuando, se realice entre adultos, en forma consentida, respetando los límites de cada uno y tomando las respectivas medidas de seguridad para no causar daño al otro. Es decir, un sadomasoquismo controlado.

Las actividades sadomasoquistas han existido por milenios y no es una invención actual; están descritas en tiempos de la Grecia Clásica, pero últimamente se han puesto de moda gracias a diversos bestsellers eróticos como 50 sombras de Grey. Christian Thomas, ginecólogo-obstetra, terapeuta sexual y director del Centro de Sexualidad de Chile, Cesch, precisa: "Solo se considera una perversión cuando es la única forma de satisfacción sexual. Pero no lo es si forma parte de una variedad de actividades, una variable más que las parejas adultas, libremente consentida, incorporan en sus juegos sexuales".

El experto agrega que "cada día nos llegan a nuestra clínica sexual parejas o individuos que describen nuevas formas de encuentro sexual que incorporan, entre otras cosas, el sadomasoquismo y nos hacen presagiar que la sexualidad está cambiando aceleradamente al ritmo de nuestros tiempos".

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