Para mi tener Trastorno Disfórico Premenstrual (TDPM) es como vivir dos semanas al mes enamorada de la vida, y las otras dos como si la vida me hubiera pateado. Dos semanas al mes soy una persona alegre, curiosa y energética: trabajo con ganas, me río mucho, hago ejercicio, medito, bailo, creo, disfruto mi tiempo con otros, me alimento de manera saludable, disfruto del ocio, me cuido. Durante esas semanas trato de disfrutar cada segundo y agradecer la vida que tengo, no por hipismo, sino porque el recuerdo de esa sensación de gratitud y bienestar es lo que me ayuda a sobrevivir las semanas siguientes. Todos los meses, dos semanas antes de mi período, toda esa energía vital aparentemente inagotable se desvanece y pierdo la motivación y la capacidad para hacer cualquier cosa que no sea dormir.
El TDPM es una forma severa de Síndrome Premenstrual (SPM) que afecta a entre el 3 y el 8% de las mujeres en edad fértil, en donde el organismo reacciona de manera anormal a los cambios hormonales experimentados durante el ciclo menstrual. La lista de síntomas asociados al trastorno es larga y varía dependiendo de la persona. En mi caso, las molestias físicas van desde el clásico dolor de útero, el dolor de cabeza y los problemas estomacales, hasta la fatiga extrema, las náuseas y los cambios de temperatura. Psicológicamente siento como si el mundo perdiera su brillo o yo hubiera perdido de pronto la capacidad de darle sentido: pierdo control sobre mis emociones y me hundo en un pesimismo que me vuelve ansiosa, triste y ausente. Mi rendimiento académico y laboral bajan considerablemente como consecuencia de síntomas cognitivos como la falta de concentración y la confusión, y me vuelvo lenta e ineficiente lidiando tanto con tareas domésticas como con mi propio autocuidado.
Cuando no sabes que tienes TDPM, la mitad del tiempo se te va tratando de arreglar las relaciones y situaciones que arruinaste o descuidaste en “tus semanas malas”. Todo parece un producto inevitable de tu propia inconsistencia e incapacidad para lidiar con el mundo y tu lugar en él. Tener el diagnóstico es importante no solo porque te permite tratar los síntomas psicológicos y físicos, sino porque también te permite recuperar el poder sobre tu propia vida: aprendes a planificarte y a no dejar las responsabilidades y decisiones importantes para esos días, y a acordar con tus seres queridos estrategias para lidiar con un trastorno que también tiene un alto impacto en sus vidas. Lamentablemente, existe mucho desconocimiento sobre el TDPM dentro de la propia comunidad médica, por lo que quienes padecemos el trastorno nos exponemos a muchos prejuicios y diagnósticos erróneos.
En mi caso, tuve la fortuna de ser diagnosticada a los 30 años cuando me gané una beca para estudiar en Estados Unidos, y mi universidad me dio acceso a personal médico especializado en el tema. Antes de eso pasé años pensando que había tenido la mala suerte de tener un síndrome premenstrual demasiado intenso y sintiéndome débil porque no veía a nadie más quejándose o padeciendo en la forma en que yo lo hacía. Nunca se me pasó por la cabeza que podía haber algo extraño con la química de mi cuerpo, y que con el tratamiento y apoyo adecuados podría aprender a vivir con eso.
Es triste ver que, en la práctica, la forma en que se invisibilizan y subestiman los síntomas asociados al periodo, lleva a quienes menstruamos a cuestionar e invalidar nuestra propia experiencia, y a culparnos por no poder rendir adecuadamente cuando nuestro cuerpo nos pide a gritos un descanso. De la misma forma, esta invisibilizacion retrasa la investigación científica sobre el tema, así como el acceso a un diagnóstico y tratamiento adecuados y oportunos, cuestión fundamental en el caso de enfermedades asociadas con un mayor riesgo de suicidio, como es el TDPM. Abril es el mes de concientización sobre este trastorno y me pareció necesario compartir mi experiencia y recodarle a quienes pueden estar pasando por lo mismo que a veces mejorar nuestra calidad de vida no depende solo de nuestra voluntad.
De acuerdo a la Escuela de Medicina de la Universidad de John Hopkins, el TDPM es una enfermedad crónica que puede y debe ser tratada y estudiada, mientras que la Escuela de Salud de la Universidad de Harvard, indica que el TDPM es un asunto de “biología, no una elección sobre el propio comportamiento”. En otras palabras, que sepamos poco y nada sobre el TDPM o que creamos que el Síndrome Premenstrual es una cosa de “mujeres exageradas” o “un calvario que hay que vivir en silencio”, se debe menos a la falta de legitimidad científica, que a la larga lista de menosprecios que las personas menstruantes debemos enfrentar en esta sociedad patriarcal.