Trastorno por excoriación: cuando rascarse la piel se convierte en una obsesión

Dermatilomanía
Trastorno por excoriación: cuando rascarse la piel se convierte en una obsesión



Daniela (cuyo nombre ha sido cambiado para resguardar su identidad) comenzó a mostrar los primeros comportamientos de trastorno por excoriación cuando tenía 8 años. “Quizás hubo algo antes, pero yo no lo recuerdo”, comenta. Hoy Daniela tiene 40 años. Explica que siempre fue muy alérgica a diferentes cosas y que, en consecuencia, vivía con constantes ronchas y granitos en la piel. “En ese tiempo no habían productos especiales como hoy que son hipoalergénicos para pieles más sensibles. Creo que en parte por eso la alergia nunca se me iba del todo”, recuerda. A partir de esas pequeñas lesiones o granitos en la piel que le generaban una molesta sensación, es que Daniela comenzó a rascarse o a tratar de quitárselos con las uñas generando heridas más grandes que nunca terminaban de sanar porque, cuando sentía que se formaba una costra sobre la lesión, tenía que volver a quitarla con los dedos.

Así pasaron varios años de ir y venir y de los retos de sus papás que la instaban a “no rascarse” porque se estaba haciendo heridas y dejando marcas en la piel. Daniela recuerda que durante la adolescencia el foco de las lesiones fue en la cabeza y el cuero cabelludo porque eran zonas que le permitían ocultar las heridas y marcas que se dejaba al rascarse compulsivamente. “Para mí era algo relajante. Típicamente lo hacía antes de dormir o mientras veía televisión. Y si sentía dolor, dejaba esa zona y buscaba otra porque era una sensación que me agradaba”, recuerda.

A diferencia de otros comportamientos como las autolesiones, el Trastorno por Excoriación o también conocido como Dermatilomanía, por lo general no se vincula a sentimientos de angustia, sino más bien de relajo. La psicóloga del Centro Nuevo Norte (@nuevonortetricotilomania) Caterina Bruzzone, explica que la excoriación consiste en rascarse la piel hasta generar lesiones cutáneas. “Habitualmente se ocupan las uñas, aunque hay personas que ocupan objetos como pinzas o alfileres”, explica. La especialista agrega que apretar granitos así como rascarse costras o irregularidades de la piel, también son manifestaciones de Trastorno por Excoriación. “A muchas personas les gusta apretarse granitos, tirarse cueritos de los dedos o sacarse costras. Lo que lo convierte en un trastorno es que la persona ha realizado múltiples intentos por detener la conducta, sin buenos resultados”, comenta la psicóloga.

Caterina confirma también que, a diferencia de las autolesiones —que suelen ocurrir en personas que se sienten muy angustiadas y encuentran ahí algo que les ayuda a liberar la angustia del momento— la Dermatilomanía se asocia más bien a un sentimiento placentero. La especialista en el tratamiento de trastornos como la excoriación y la Tricotilomanía confirma que, tal como le ocurre a Daniela, “en general en la excoriación las personas buscan el momento para realizar la conducta porque es placentera, pero no necesariamente es una conducta posterior a un estado de angustia”. Y ese es uno de los puntos que la diferencia de las conductas autolesivas como cortes o quemaduras. “A veces sí ocurre a consecuencia de un estado angustioso, pero no es condición. Muchas veces la Excoriación, al igual que la Tricotilomanía, ocurre en estados de ocio, a punto de dormir, o despertando en la mañana”, aclara la especialista.

Sin embargo, a pesar de que se trata de comportamientos que generan un estado de relajo en la mayoría de los pacientes, es el componente compulsivo lo que los vuelve perjudiciales, y que en muchos casos impacta fuertemente en la vida de quienes lo sufren. “Lo más grave es que generan marcas o cicatrices muy visibles, que generan vergüenza y muchas preguntas de parte de la gente, tipo ‘¿qué te pasó en las piernas?’, explica Daniela. Eso hace que, tanto ella como otras mujeres que viven con las marcas de la Dermatilomanía, opten por usar poleras de mangas largas incluso en verano. Que evitan los vestidos o shorts y que, mucho menos se atreven a usar trajes de baño que dejen visibles las heridas que llevan en el cuerpo producto de la Excoriación.

Daniela es una de esas pacientes que hasta hoy sufre con las marcas en sus piernas cuando llega el calor y prefiere usar ropa que la cubra entera para evitar preguntas. Y es que, después de la adolescencia, cuando el foco de su trastorno estuvo puesto en lesiones en la cabeza y en lugares poco visibles, con el tiempo se fue trasladando a otras áreas de la piel como las piernas. “Para mí el problema es principalmente estético porque las heridas son pequeñas y poco profundas. Pero son muchas”, comenta. Cuando siente que ya se ha rasguñado o herido de forma dolorosa algún punto del cuerpo, lo deja sanar pero rápidamente encuentra otro que le permite continuar con la compulsión y obtener esta sensación de relajo y alivio. “Constantemente sientes que la gente te está mirando o que notan las marcas en la piel”, explica.

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En el caso de Daniela, hoy mamá de 3 hijos, uno de los principales miedos que la acecha día a día es que alguno de los niños comience a imitar los comportamientos compulsivos de lo que también se conoce como skin picking en inglés. Afortunadamente para esta familia la transmisión de esta compulsión por rascarse la piel no ha afectado a los niños. Según un estudio dirigido por el psiquiatra John Grant del Departamento de Psiquiatría y Neurociencia del Comportamiento de la Universidad de Chicago, la prevalencia de este trastorno es mayor en la población femenina. Además, la investigación mostró que se trata de un problema que podría afectar entre un 2% y 3% de la población, haciéndolo un trastorno más común de lo que se suele creer. “Es mucho más común de lo que uno cree porque la gente en general no habla de esto”, explica Daniela. Y precisamente por esto, tras un largo peregrinaje de consulta en consulta y de épocas de total desconcierto frente al problema que sufría, al comenzar su tratamiento hace casi 3 años con especialistas en el tema, logró por fin entender que no era la primera ni mucho menos la única mujer con este trastorno. “Eso me dio mucho alivio”, explica. Por años, Daniela buscó ayuda de distintos especialistas quienes, sin conocer mucho sobre este tipo de enfermedades —que dentro del Manual de Enfermedades Psiquiátricas DSM V se clasifica como un trastorno obsesivo compulsivo—, minimizaron el tema o no comprendían a cabalidad la profundidad de su problema. Lejos lo que me ayudó más de empezar un tratamiento con alguien especialista fue entender que efectivamente es una enfermedad y que hay formas de tratarlo”, comenta.

Y es que, tal como ocurre con la Tricotilomanía —la compulsión por sacarse el pelo—, el Trastorno por Excoriación muchas veces se minimiza o se invisibiliza. Caterina Bruzzone explica que, a pesar de su clasificación como un trastorno ansioso vinculado al TOC, ella ha optado por un abordaje que incluye elementos de los tratamientos para combatir adicciones. Lo que ha tenido buenos resultados en sus pacientes. “Si se trata como trastorno de ansiedad nos quedamos cortos con el abordaje porque la excoriación implica mucho más que la ansiedad. No necesariamente es un sentimiento ansioso lo que gatilla el problema”, aclara Caterina. La psicóloga del Centro Nuevo Norte explica que, tal como en el caso de Daniela, las alergias son un factor relevante en el desarrollo del trastorno y hay también otros componentes sensoriales que hacen que las personas tiendan a rascarse o tocarse la piel con mayor frecuencia e intensidad. “En general, la población de riesgo son mujeres adolescentes o púberes con alergias cutáneas”, aclara la psicóloga.

Por eso, según la especialista el abordaje cómo adicción es mucho más completo, porque abarca la vivencia de incontrolabilidad de la conducta, las medidas de protección, la importancia de la familia en el abordaje, además de los componente alérgicos y sensoriales que forman parte del problema. Fue en este contexto, y atacando el problema desde ese abordaje amplio, que Daniela logró poner su Trastorno por Excoriación en una especie de “remisión”. Sin embargo, ella misma explica que hay una latencia permanente y que es un tema que la acompaña día a día. Pero saber que es realmente una condición de salud mental que no solo la afecta a ella sino que a muchas otras mujeres que evitan hablar abiertamente del tema por miedo a los juicios o comentarios como “pero, deja de rascarte”, o que atribuyen el problema a una conducta voluntaria y no compulsiva, es que finalmente ha logrado sentirse tranquila y con mayores herramientas para enfrentar los episodios, cada vez menos frecuentes, de excoriación o skin picking.

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