Tres reflexiones sobre adopciones irregulares
Por Sonia Montecino. Antropóloga, Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 2013.
Por Sonia Montecino
Antropóloga, Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 2013.
1. Era un Chile diferente
El Chile que permitió que estas adopciones irregulares sucedieran es uno que afortunadamente va en retirada. La sociedad de los años setenta era una donde la hipocresía y el doble estándar, sobre todo en las élites católicas, consideraba que la apariencia era la clave para mantener un orden familiar y de esa forma avalaba el engaño y la mentira. Paralelo a esto se estaban produciendo una serie de cambios: el movimiento hippie pregonaba el amor libre y la ruptura con la noción de familia tradicional (la búsqueda de la comunidad opuesta a la jerarquía patriarcal imperante, perseguir la paz y el amor en oposición a la violencia social y familiar); y se comenzó a vender la píldora anticonceptiva que permitió a muchas jóvenes disfrutar de su sexualidad sin quedar embarazadas. La mayor liberalidad que se produjo en las décadas del 60 y el 70 tuvo a las mujeres jóvenes como foco de la represión; recordemos que el obispo de Valparaíso condenó los bikinis y en algunos colegios religiosos se "allanaban" los bolsones de las estudiantes para saber si guardaban la píldora. Es decir se trataba, insisto, sobre todo en las clases altas católicas, de un Chile represivo de la sexualidad de las mujeres, pues los hombres podían desplegarla libremente y no importaba su virginidad; ellos podían pagar a prostitutas (lo que no se condenaba), acostarse con sus empleadas domésticas, pero las jóvenes debían permanecer en estado de celibato hasta el matrimonio. Lamentablemente, la ideología católica fue la más conservadora y reaccionaria a los cambios que se estaban dando en ese tiempo, los cuales estaban muy relacionados con el cuerpo femenino y la libertad de la mujer a decidir si se quería o no tener un(a) hijo(a). Chile no escapaba a los movimientos culturales transformadores del orden social de la época.
De ese modo, había un Chile reaccionario, conservador y otro que estaba mutando hacia miradas más abiertas culturalmente cuando se produce este tráfico de niños.
2. Pacto de silencio
El fenómeno que se produjo al parecer está ligado a varias instituciones: los médicos y las matronas, la familia, el sacerdote de confianza, todas figuras que ejercen poder sobre los sujetos y sus cuerpos.
Se constata en este caso un pacto de silencio entre esos poderes, que se legitima bajo un discurso pro-vida y anti aborto, pero sin pensar en ninguna de las consecuencias de operar bajo circunstancias que rompen otras leyes y otros órdenes como el de la legalidad de las adopciones y el derecho de esos hijos a saber quiénes son sus progenitores biológicos. Tampoco considera el derecho de la embarazada a decidir si quiere o no dar a ese niño en adopción.
Hay una incongruencia ética muy grande, incluso dentro del contexto de la época. Conozco casos de familias muy católicas que adoptaron a su nieto porque era un niño huacho, un hijo ilegítimo fuera del matrimonio como se decía en esa época, y lo han legitimado como hijo de los abuelos; eso era muy común en el pasado. La hija joven que se embarazaba desaparecía un tiempo, así como la madre y luego ésta aparecía teniendo una guagua. Lo que es complejo en todos los casos es la mentira, porque de un modo u otro, el inconsciente siempre "sabe" que hay algo oculto y eso daña emocionalmente y genera sentimientos y conductas sicopáticas.
3. En el contexto de hoy
Parece interesante que se produzca un debate social sobre esto, porque toca temas que hoy están en la palestra como el aborto terapéutico, donde lo clave es superar las interpretaciones maniqueas y situarse en la idea de las mujeres como sujetos con derecho a decidir en algo tan profundo como es querer y optar por tener un hijo, en esa opción se juegan muchos valores y nada es blanco y negro. En el caso que comentamos están las mujeres que quieren tener hijos pero por haber sido muy jóvenes o muy pobres y vulnerables, no se las deja y alguien decide por ellas qué hacer con esos niños. En ambos casos las mujeres no fueron sujetos sino objetos de la decisión de otros con poder y las consecuencias para todos son deplorables, para los hijos(as), para las madres, para quienes entraron en la mentira y la ilegalidad; ¿quién queda indemne de todo esto? Es preciso analizar desde las distintas aristas y no acantonarse en el facilismo de los argumentos binarios. En eso tenemos que avanzar y dejar de ser una sociedad hipócrita donde todos saben, por ejemplo, que se practican abortos y no se quiere legislar, sino enarbolar ideologías como se hizo en este caso.
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