Paula 1224. Sábado 22 de abril de 2017. Especial Madres.
El sonido de la aguja atravesando la tela. Avanzar, detenerse, observar, desarmar si es necesario, y comenzar otra vez. Karen borda con la técnica y la paciencia de una bordadora de la campiña inglesa, pero con la creatividad y expresión de una artista contemporánea. Tiene un estilo propio que ha ido fortaleciendo y trabajando minuciosamente, milímetro a milímetro.
Eres diseñadora y haz hecho clases de Diseño. ¿Cómo transmites tu manera de trabajar como bordadora en el ejercicio y la enseñanza de Diseño?
Siento que estudiar Diseño vino a darle forma a una energía creativa que yo ya tenía. Mi mamá borda, teje y cose. Crecí con la grata sensación de estar en casa y pensar qué vamos a hacer; de observar los colores de las cosas, de poner atención a los detalles. Me acuerdo que un tiempo iba un profesor de óleo a hacerle clases a mi mamá y todos terminamos aprendiendo a pintar. Ella también tomó clases de costura con Laura Rivas y aprendió de ese método y rigurosidad. Creo que la cercanía con los materiales genera una dimensión distinta al trabajar. En el bordado empiezo a mirar el detalle del hilo, de las fibras. Uno se preocupa a otra escala. Hay un acto de observación y paciencia. Esa cercanía se puede llevar a cualquier trabajo de diseño, donde el nivel de conversación entre el sustrato y el quehacer debiera tener el mismo grado de delicadeza que en una obra hecha a mano lo que, sin duda, eleva la calidad del resultado.
¿Crees que esa energía creativa, más cercana a los oficios, está cambiando la manera de ejercer el diseño profesional?
Me parece que hoy existe una especie de conflicto en la manera en que se puede ocupar el oficio o la artesanía como sistema productivo real. Cuando uno hace algo a nivel artesanal, los precios van a tender a ser muy caros y entrar en el sistema con esos valores cuesta mucho. Más allá del precio, está la disposición de la gente a pagar, ya que a nivel comparativo, no estamos acostumbrados. Hoy hay un creciente sector de diseñadores que buscan incorporar en sus procesos de producción elementos hechos a mano. Sin embargo, en el sistema de consumo la renovación de productos es tan seguida, que no está instaurada la idea de que algo puede durar generaciones. Los precios son bajísimos y la calidad también.
¿Y hemos avanzado en algo en este despertar de lo hecho a mano?
Sin duda el trabajo manual hoy es un tema. Mucha gente se ha interesado por hacer cosas y creo que,en menor medida, en comprar cosas hechas a mano. Hay marcas grandes en el mundo del retail que han detectado este querer hacer y están explorando maneras de llevarlo a sus productos. Eso confirma que la idea se está instalando masivamente. No digo, necesariamente, que el público lo esté consumiendo porque aún está la barrera de los precios altos, donde si algo cuesta siete veces más por muy hecho a mano que esté, es probable que no se venda.
Por otro lado hoy hay talleres de todo, la gente está con ganas de aprender. Finalmente, no sé en qué va a desembocar todo esto; no sé si se creará una industria donde cada uno se va a encargar de crear sus propios objetos y se les entregue las herramientas para hacerlo, o, si se van a ofrecer productos terminados con otras calidades y con el valor artesanal.
<strong>En su libro, Karen da ejemplos y ejercicios para sensibilizar el ojo y crear paletas de colores armónicas. <em>Colour Confident Stitching </em>se puede comprar en www.bookdepository.com o en www.amazon.com</strong>
Hoy hay varios talleres de bordado, ¿Cómo ves el que tu actividad esté tan de moda?
Me da mucho gusto que exista tanta gente que quiera aprender a bordar. Me encantaría que lo hicieran de una manera sincera y que no sea solo una moda y que en un par de años más digan que se aburrieron y sigan con otra cosa. Mi temor es que cuando en un espacio se instala mucha gente, y van repitiendo lo mismo, lo tienden a saturar en vez de profundizar y explorar. En estos años, yo les he hecho clases de bordado a muchas personas distintas, y me doy cuenta de que cada una llega por distintas razones y no todas tienen los mismos intereses. Algunas necesitan que las guíen en todo, y en ese caso les anda bien que les den un bastidor con un dibujo listo para bordar. Tal vez es porque vienen de otras áreas y no tienen mayores referentes visuales y eso las va a satisfacer porque lograron terminar el proyecto. Hay otras que se les hace poco y van cultivando su propio estilo. Cada una encontrará su manera y hay espacio para todas. En todo caso, creo que concretamente esto es muy beneficioso porque mientras más gente borde, en Chile van a haber más variedad de materiales, y eso me parece fantástico.
¿Cómo es una clase de bordado contigo?
Mis clases son lentas. Enseño la técnica muy académicamente. Hay quienes disfrutan del proceso y otras que no tienen la paciencia de aprender de esta manera y quieren tener alguna pieza lista rápido. De hecho, lo que primero enseño en mis clases es a desarmar.
Yo siempre estoy desarmando un poquito, entonces cuando llego al final previsto, todo está bien pensado. Le he perdido el miedo a volver al inicio y hay veces en que desarmo todo. Eso me da más seguridad al terminar una obra porque ya pasé por el proceso de ir evaluando el trabajo y llego más decidida al final. Disfruto el proceso más allá de ver la obra terminada.
¿No vives esa ansiedad por ver el resultado?
Es que lo paso bien. Mientras voy bordando y algo no me convence he aprendido que tengo dos posibilidades: una, seguir bordando, ser paciente hasta que aparezcan otros colores y puntadas que complementen lo que estaba haciendo; y si eso no sucede, la otra posibilidad es desarmar. Es un momento crítico, me doy vueltas, miro lo que hice y decido qué hacer. En ese espacio tan cercano entre el bordado y yo, surgen esas conversaciones íntimas. En las clases me he dado cuenta que no todo el mundo se siente cómodo desarmando lo que hizo. Creo que es porque enfrentan el proyecto como si fuera la pieza definitiva, cuando realmente en la experimentación está el crecimiento. Si tengo que desarmar algo significa simplemente que el experimento no funcionó. Es un ejercicio. Hago y deshago para avanzar.
<strong>"Le he perdido el miedo a volver al inicio y hay veces en que desarmo todo. Eso me da más seguridad al terminar una obra porque ya pasé por el proceso de ir evaluando el trabajo y llego más decidida al final. Disfruto el proceso más allá de ver la obra terminada". </strong>
¿Qué cosas inspiran tu trabajo?
Creo que hay cosas que me han dado vueltas siempre y no sé exactamente porqué. La simpleza es fundamental, me gusta que se entienda cierta pobreza o humildad en la pieza textil. Me parecería raro hacer productos de lujo en un país como Chile dónde el lujo atiende a una minoría. Como imagen, siempre estoy remitiendo a un hogar, a la hora del té con mi bisabuela, veo un piso de madera, la mesa en donde íbamos a trabajar, recuerdo las conversaciones y todo lo que rodeaba a ese circulo del hacer. Mucho de todo eso que está medio fantaseado, yo era muy chica. Pero recuerdo esa sensación de comodidad, de honestidad. Eso me identifica. Algo muy de moda para mí es como demostrar algo que no soy, es como decir que voy cambiando mi apariencia según lo que va pasando. Trato de mantenerme alejada de las tendencias evidentes y me esfuerzo por mantener un lenguaje contemporáneo.
¿Cómo surgió la idea de hacer un libro? Y, ¿por qué con una editorial inglesa?
Junto con iniciar mi marca en 2008, Karen Barbé Textilería, comencé a escribir y a mostrar mis trabajos en mi blog. Ya seguía a varias artistas y me di cuenta de que aunque hablaban español escribían en inglés. A mí me interesaba estar en contacto con esa gente y comencé a escribir en inglés también. Poco a poco me fueron contactando de distintas revistas internacionales para mostrar mis trabajos. Hasta que en 2015, me contactaron de la editorial inglesa Pimpernel Press y me ofrecieron hacer un libro. Me gustó la idea, aunque fue todo un desafío porque tenía que escribirlo completamente en inglés. Yo, además de los talleres de bordado, hago un workshop de color y me pareció que más allá de enseñar la técnica de bordado en un libro, podía hacer una especie de versión impresa de ese workshop. Me he dado cuenta de que uno de los principales problemas al iniciar un proyecto es la elección de una paleta de color. El libro está dividido en 3 partes: Understanding Colour: donde explico la teoría del color, la rueda cromática y las armonías. Feeling Colour: donde hay ejercicios y ejemplos para sensibilizar el ojo. Y, finalmente, Stitching With Colour, donde entrego los pasos para hacer proyectos de bordado.
Paso a paso:
Extraer colores de una fotografía:
Karen Barbé asegura que todos podemos entrenar el ojo para crear paletas de colores armónicas. Esta es una buena guía para comenzar a ejercitarse.
1. Detectar una fuente de color. Buscar una imagen que tenga la historia de color con la que se va a trabajar. Puede ser algo cotidiano, como la mesa puesta, un edificio o una imagen de algún fotógrafo, encontrada en internet o en alguna revista.
2. Hacer un listado de los colores que están presentes en la imagen y con los que se va a trabajar. Detectar qué color es el principal y qué color tiene más amplitud, es decir, que está en mayor cantidad.
3. Hacer un registro de colores capturados con el fin de ampliarlos. En este caso, se eligió el azul del mantel. Buscar el espacio del color donde le llega más luz o más sombra. Hacer muestras con lápices de colores o cortando el trozo de la imagen que contiene el color.
4. Traspasar a un sustrato. Buscar similitudes en una carta de colores del material, sean hilos de bordar (como en este ejemplo) o cualquier otro (lanas, pinturas, mosaicos, etc).
5. Hacer la paleta de color, haciendo las relaciones de color y cantidades, para lograr la temperatura y expresión buscada.