Vacaciones escolares, maternidad y el desafío de conciliarlo todo

columna de maternidad Paula



Por fin terminó el año, y sentimos como si diciembre hubiera tenido al menos 165 días en lugar de 31. Seguramente muchas se sienten igual. Al llegar este mes, solemos pensar: “¡Qué alivio! Los niños salen del colegio, tendremos algo de tiempo para nosotras”. Pero la realidad nos recuerda rápidamente que las vacaciones no son sinónimo de descanso. Entre los paseos escolares, los actos de fin de año, los pendientes laborales acumulados y los niños en casa tiempo completo, terminamos los días agotadas, como si hubiéramos corrido una maratón.

Sabemos que muchas madres intentan encontrar el equilibrio entre el trabajo y la familia durante este período, y no es fácil. A lo largo del año, nos hemos visto en situaciones en las que tratamos de cumplir con nuestras obligaciones laborales mientras nuestros hijos demandan atención. Probablemente a muchas les ha pasado: estar en medio de una reunión virtual y que uno de los niños interrumpa para mostrar un dibujo o pedir ayuda con algo. Aunque esos momentos pueden parecer entrañables, nos dejan con una sensación de culpa y estrés porque queremos dar lo mejor de nosotras, pero pareciera que nunca es suficiente.

En un mundo ideal, las vacaciones deberían ser para desconectar y recuperar energías, pero ¿quién descansa realmente? Las labores domésticas no se detienen, y aunque tengamos parejas que colaboran, muchas veces la carga mental recae principalmente sobre nosotras. Por otro lado, el teletrabajo, aunque brinda flexibilidad, puede desdibujar los límites entre lo personal y lo profesional, exigiéndonos estar “en todo” al mismo tiempo. Sabemos que muchas de ustedes también sienten esta presión, esa sensación de intentar abarcarlo todo y aun así quedarse cortas.

Es aquí donde debemos reflexionar juntas: ¿qué podemos hacer para que esta carga no sea exclusivamente nuestra? Este año nos dimos cuenta de que pedir ayuda no es un lujo, es una necesidad. Replantearnos cómo dividimos las tareas con nuestras parejas fue un desafío, pero esencial para repartir responsabilidades. También aprendimos a apoyarnos en redes de cuidado: familiares, amistades y talleres de verano que nos salvaron en momentos críticos. Cada pequeña acción para soltar y delegar nos ha permitido respirar un poco más.

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La corresponsabilidad no se trata solo de repartir tareas, sino de construir un modelo más justo en el que todos los miembros de la familia compartan de forma equitativa las obligaciones y los cuidados. Esto no es solo un cambio dentro del hogar; necesitamos que como sociedad, empleadores y legisladores también se comprometan. Es fundamental exigir leyes que respalden la conciliación laboral y familiar de manera efectiva, que promuevan el derecho a desconectar y que valoren el tiempo familiar como un derecho, no como un privilegio.

Al empezar estas vacaciones, queremos invitar a cada una de ustedes a que se unan a este ejercicio de reflexión. ¿Qué dinámicas podemos cambiar para disfrutar más y agobiarnos menos? Tal vez sea delegar más, pedir ayuda sin culpa o simplemente bajar las expectativas y dejar de intentar ser “perfectas”. Porque, al final, lo que nuestros hijos recordarán no será si logramos tachar todo de la lista de pendientes, sino los momentos en los que estuvimos presentes con ellos.

Este período no solo es una pausa, también es una oportunidad para replantearnos cómo vivimos nuestras vidas, cómo compartimos las responsabilidades y cómo construimos redes de apoyo más fuertes. Juntas, podemos avanzar hacia un modelo más equitativo y sostenible, donde el cuidado y el trabajo se equilibren, y todas podamos respirar un poco más.

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* Alexandra y Javiera son abogadas del Estudio M+F. También son madres y lectoras de Paula. Si como ellas tienes una historia o reflexión que contar, escríbenos a hola@paula.cl ¡Queremos leerte!

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