Al fin llegaron las vacaciones y con ellas la supuesta oportunidad para poder volver a empezar el año, descansar, tener tiempo para uno y disfrutar tomando sol, leyendo, bañándose, durmiendo hasta tarde. ¿Pero es tan así? Hace poco vi un divertido video en Instagram de la expectativa de las vacaciones versus la realidad de irse de vacaciones con niños. ¿Cuánto de lo que esperamos para estas fechas pasa? ¿Cuánto nos lo permitimos? ¿Realmente descansamos en las vacaciones o al final terminamos sufriendo y trabajando más que nunca?
Desde mi mirada, la mayoría de las veces es la expectativa de aquello que se viene en el futuro lo que no nos deja disfrutar del momento. Esperamos ansiosas nuestras vacaciones familiares y cuando llegan, soñamos con que se acaben rápido y que llegue marzo. Y cuando llega marzo, al poco andar soñamos con las vacaciones de nuevo. ¿Qué pasa que no logramos disfrutar de los momentos reales, con lo bueno y lo malo? Sería tanto más sano para nuestra mente ponerle una dosis de realidad a esas expectativas tan altas que a veces nos ponemos de los momentos futuros. Podríamos tratar de adelantarnos a la realidad de las vacaciones y acercarla solo un poco a nuestra expectativa.
¿Cómo? Lo primero es ser capaces de reflexionar sobre qué es lo que necesitamos nosotras como mujeres y para nuestros hijos en esos días. Si queremos que se cumplan esas vacaciones tan esperadas y disfrutarlas todos, necesitamos darle una vuelta. La realidad es que existe la posibilidad de que en nuestras vacaciones podamos hacer lo que nos gusta, pero no podemos dejar de agregarle una pequeña dosis de realidad: kilos de bloqueador esparcidos en nuestros niños y miles de frases del estilo: "al agua no que ya hace frío", "no peleen por favor", "hagan sus camas", "déjenme leer un minuto", "lávense los dientes", "no traje plata", "ya les compré algo", "dónde te voy a buscar". No importa la edad de nuestros hijos, siempre habrá algo que nos mantendrá más ocupadas de lo que soñamos. Y es que "nuestras" vacaciones los incluyen a ellos y a sus inumerables necesidades.
No solo basta con tener claro qué es lo que necesitamos para descansar, sino que también necesitamos pedirlo y sentenciarlo como algo que tiene que pasar para que cada uno disfrute. No importa la edad de nuestros hijos, ellos siempre podrán hacerse cargo de algo adecuado. Necesitamos sentarnos antes y dejar las tareas y normas claras. Una amiga muy inteligente decidió desde el día uno escribir con ellos en una cartulina gigante lo que esperaba de cada uno y cuales serían las normas y tareas. Se impresionó al darse cuenta de que sus niños no solo estaban felices de ayudar, sino que pedían más tareas para quedar todos "equitativos". Dentro de esas normas (en que se establecían cosas como las horas de acostarse y los momentos de calma), cada niño tenía tareas básicas como ordenar los trajes de baños después de un día de piscina o playa, cargar el lavavajilla, poner la mesa, dejar la ropa sucia en el canasto. Sus vacaciones, al menos, comenzaron de una mucho mejor forma. Ella dejó de gritar para pedir que la ayudaran y sus hijos se sintieron más grandes y autónomos.
Las vacaciones son una tremenda oportunidad para darnos todo el tiempo del mundo de estar con nuestros hijos, conectar con ellos y pasar tiempo de calidad, ese que a veces en el día a día agitado se hace muy difícil. Son una nueva posibilidad para probar hacer algo distinto y generar un cambio y crecimiento en nuestros hijos y en nosotras como mamás. A veces los niños asumen que estar de vacaciones implica hacer nada y entonces se nos termina cargando la mano a nosotras, lo que hace que esas vacaciones, en vez de ser soñadas, se empiezan a transformar en una pesadilla. Hay que confiar en que nuestros hijos tienen una inmensa capacidad de ayuda y tenemos que ser capaces de pedírsela. Así no solo estaremos logrando sentirnos nosotras más aliviadas, sino que ellos crecerán en autonomía y empatía.
Lo que soñamos puede ocurrir siempre y cuando sea un sueño de todos y cada uno de los que componen la familia, porque la vacaciones sí pueden ser un descanso para todos. Deleguemos y confiemos en la capacidad de ayuda de nuestros hijos. Regalémosnos la posibilidad de crear unas vacaciones con mamás más contentas y disfrutando cada día de playa, sol, juegos de mesa, asados e incluso los kilos de bloqueador esparcidos. Busquemos nuestro espacio, nuestro disfrute y compartámoslo con nuestros hijos sin permitir que esos días se transformen en "cansaciones". Dividamos, deleguemos, confiemos y conectemos.
María José Lacámara, psicóloga infanto juvenil, especialista en terapia breve y supervisora clínica. @joselacamarapsicologa