Las altas temperaturas han convertido el uso de la mascarilla en un suplicio. El calor hace más difícil la respirar, así como también -por efecto de la transpiración-, provoca que se dañe la barrera cutánea de nuestra piel. De acuerdo a la dermatóloga Katherine Barria, lo que ocurre con el uso de las mascarillas, más allá de generar calor y transpiración, es que provoca daños en la barrera cutánea de la piel del rostro, generando problemas de dermatitis, resequedad o brotes de acné en la zona. “Y en verano, probablemente, ese micro ambiente de humedad y calor aumenten”, explica.
Sin embargo, según explica Katherine, durante los periodos de altas temperaturas el tema de las mascarillas se vuelve limitante. La OMS ha sido explícita en declarar que una mascarilla efectiva es la que está fabricada con tres capas, preferiblemente no elasticadas. Esto, porque al estirarse sobre la cara, aumenta el tamaño de los poros, por ende, reduce la eficacia de filtración.
“Lo que puede servir es poner una tela más suave como una seda en contacto con nuestra piel y la parte más oclusiva por fuera. De igual forma, para la protección de la piel y para evitar problemas cutáneos, lo mejor es aplicarse cremas hidratantes varias veces al día para cuidar la barrera cutánea”, especifica la dermatóloga.
De acuerdo a algunos estudios, la seda es un material ideal para la fabricación de mascarillas ya que se ha demostrado que es una barrera hidrófoba para las gotas, puede ser mas transpirable que otras telas que atrapan la humedad y son reutilizables mediante la limpieza. En caso contrario, el algodón -a pesar de ser una buena opción para la fabricación de mascarillas- no se seca tan rápido como la seda cuando atrapan la humedad.
Cabe destacar que durante el verano, también es importante considerar mantener más de una mascarilla a la mano, ya que como se suele transpirar más, estas se humedecen con mayor facilidad y pierden efectividad.