Viajar sola por Latinoamérica: “He aprendido a vivir menos para otros, y más para mí”
“Desde chica he sido muy buena para viajar, y hace mucho tiempo tenía el sueño de irme de mochileo por Latinoamérica, partiendo desde México hasta Colombia. Además de visitar ciertos lugares, tenía ganas de conocer e impregnarme del estilo de vida que se lleva en el Centro y en países tropicales: menos frenético y más sencillo. Todo más orientado a la comunidad.
Mi vida hasta entonces era muy estable. Con la pandemia, me fui a Puerto Varas y ahí estaba muy cómoda: tenía un trabajo que me gustaba, vivía en un lugar rico, podía salir a pasear en la naturaleza y armé un buen grupo de amigos. Hasta que un día todo eso que parecía tan tranquilo, empezó a cambiar.
Mi trabajo, que fue -de hecho- la razón por la que me fui al sur, tuvo un problema financiero y eso provocó que me redujeran mi horario laboral y mi sueldo. Como estaba tan entregada a ese proyecto, tuve momentos donde perdí el rumbo. Me sentí frustrada porque caí en cuenta que uno es reemplazable, y aunque siempre te lo dicen, es muy distinto vivirlo. Y además, lejos de casa. Después de la pandemia, muchos y muchas veían el irse al sur como un gran hito para poder vivir mejor, y creo que hasta un cierto punto, yo también. Quebrar con esa expectativa era algo difícil.
Con un poco de nervios, compré mi pasaje para irme a México a mediados de agosto. Ese fue el primer destino de mi aventura. Mi principal miedo en todo esto fue el estar sola siendo mujer, porque Latinoamérica no es una región fácil en ese sentido. Muchas personas cercanas me metían miedo porque me decían que podía ser peligroso y que me podía pasar algo. Lo típico que me comentaban era lo de los secuestros en México. Eran muchas interpretaciones malas que me insegurizaron a tal punto que pensé incluso en no viajar. Pero sabía que si esperaba, me podía morir sin cumplir este sueño y quedarme estancada. Con 25 años, no tenía nada que perder.
En el camino, me he dado cuenta que no hay tantas mujeres mochileando en Latinoamérica. Lo comparo con la cantidad de hombres y es abismante. Muchas tomamos precauciones, como avisar de los lugares en los que estamos o no viajar de noche, porque sabemos que nos estamos moviendo en un terreno inseguro. Aquí no se improvisa. No se puede andar acampando en la carretera, o haciendo dedo para moverse de un lado a otro. Personalmente, ando con una cortapluma por cualquier cosa, y aviso a mis papás en cada hostal en la que me quedo.
Mi idea del viaje siempre fue moverme y teletrabajar. Y en un principio, si bien no sabía cuál era el objetivo de toda esta aventura, tenía claro que quería conocer la mayor cantidad de lugares y personas posibles. Aunque tenía miedo, estaba muy en la parada de hacer amigos y prácticamente le hablaba a la primera persona que se me cruzaba en el camino. Pero, de repente, me empecé a cansar de eso, porque hay que poner demasiada energía cuando uno conoce gente nueva. Eso fue un aprendizaje nuevo para mí, porque siempre he sido muy sociable; de estar rodeada de gente cerca mío. Ahora, primera vez que estoy 100% sola.
Quizás esa ha sido mi gran lección de este 2022: el aprender a estar sola. El vivir menos para los otros y más para mí. Ser consecuente con lo que uno sueña, y hace en su día a día. Y es que me di cuenta que no hay nada mejor que andar a tu propio ritmo, sin presiones ni exigencias externas. No sé si es triste o bacán, pero eso de que la única persona que va a estar siempre contigo, eres tú misma; es muy cierto. Por mucho que puedas tener a tu familia o amigos cerca, hay que aprender a pasarlo bien sin compañía. Creo que ese es el gran desafío que todos tenemos por delante”.
Macarena Martínez tiene 26 años y es periodista.
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