"Me acuerdo que le 'ofrecí' chocarle el auto a mi vecina del frente porque usó mi estacionamiento. Me bajé, le dije que tenía 3 minutos para sacarlo o se lo hacía mierda con mi camioneta. Llegaron los pacos, quedó la cagada. Ahí estaba sin tratamiento". Juanita (nombre ficticio, pidió mantener su identidad privada) tiene 36 años y a los 27 le informaron que padecía de trastorno de personalidad limítrofe (TPL) después de toda una vida de diagnósticos errados. "Pensaban que era bipolar o que simplemente era malcriada, no sabían lo que tenía. Me daban remedios y no me hacían efecto. Yo no controlaba la ira. No había reglas, no había papás, no había límites, no había pacos ni autoridades".
De acuerdo con el estudio multicéntrico de la OMS sobre "Síntomas Psicológicos en Atención Primaria de Salud", que data del 2002 y que es considerado uno de los pocos datos epidemiológicos existentes en nuestro país sobre el trastorno límite o borderline de la personalidad, la cifra de personas que padecen esta enfermedad en Santiago es de un 2.7%. Aunque de acuerdo a los criterios de otros especialistas médicos podría elevarse hasta un 8.9% de la población. "El trastorno de personalidad límite es un trastorno de la inestabilidad de las emociones", afirma Carolina Valenzuela, psicóloga y una de las directoras del Grupo DBT Chile, especializados en la Terapia Conductual Dialéctica, tratamiento con el que se trabaja con estos pacientes. "La inestabilidad de las emociones lleva a conductas disfuncionales y complejas, que conducen a dificultades en distintas áreas de la vida -en las relaciones interpersonales, la autoimagen, en la capacidad cognitiva, en las posibilidades de proyectarse-. Todo esto provoca una desesperanza de vida, lo que lleva a una de sus características principales que son las conductas de autodaño, autoagresivas o de riesgo suicida".
Los sentimientos (más que) 'a flor de piel'
"Yo lo he intentado, y todas las que estamos aquí hemos intentado suicidarnos. Varias veces. No sé si unas 6 o 7 he estado hospitalizada por eso. Me han salvado porque me han salvado, no porque yo quiera salvarme". Mónica (60) asiste desde hace quince años al Hospital del Salvador a su terapia conductual dialéctica (TCD, también llamada DBT por sus siglas en inglés), que consiste en un 'entrenamiento de habilidades' para poder aprender conductas distintas que ayudarán a regular las emociones. Son clases grupales y también sesiones individuales con psicólogos y psiquiatras. "Lo que pasa es que con esta enfermedad a ti te hiere mucho lo que te hacen los cercanos. Si tú les preguntas a mis hijos, ellos dicen que soy muy difícil. Que es complicado vivir conmigo. Porque si yo me encierro, me tienen que vigilar si estoy viva o muerta. Ellos me han encontrado cuando me he tomado las pastillas. Yo me encierro y me quiero morir, no quiero saber nada". Junto a ella se sienta Julia (66), quien ha participado durante el mismo tiempo que Mónica en el grupo del hospital. Ambas son diametralmente opuestas. Mientras una habla sin parar, la otra puede permanecer en absoluto silencio. Con la mirada perdida. "Yo soy para adentro, todo lo contrario. No sé defenderme, no tengo personalidad para eso, me las como todas y ahí (para sobrellevarlo) recurro a las pastillas". Hace diez años estuvo quince días en coma tras un intento de suicidio.
El trastorno de personalidad limítrofe es explicado por la terapia DBT como un trastorno de la desregulación emocional. "Estos son pacientes que tienen una disfunción biológica", explica Carolina Valenzuela, de Grupo DBT Chile. "Esta disfunción hace que las personas con trastorno de personalidad límite sean hiperreactivas. No la miraste, explotó. Se le perdieron las llaves, explotó. El profesor la dejó fuera de la sala, explotó. Todo es un drama". Esta alta sensibilidad biológica puede ser generada por algo genético, por un trauma intrauterino o algún trauma en la infancia que causó un cambio morfológico en el cerebro. Mónica cuenta que "todas las que estamos aquí, algunas que se han muerto y otras que se han dejado morir, hemos sufrido. Todas, coincidentemente, sufrimos violaciones siendo niñas. Es la gran secuela de este grupo. Hasta que hay algo que desencadena esta enfermedad y en mi caso fue la muerte de mi papá".
Viviendo con tu peor enemigo: tú mismo
"Lo más difícil de ser 'border' es que explotaba con cosas pequeñas, me enojaba mucho y al final terminaba siempre alejándome de la gente", cuenta Francisca (26), quien hace unas semanas recibió el 'alta' de su terapia conductual. "El tema de las relaciones interpersonales fue lo que más me afectó. Siempre estaba buscando la aprobación de la gente, pero al mismo tiempo, probándolos. Quería que ellos me quisieran, y quería saber que ellos me iban a querer a pesar de todo. Entonces siempre estaba hinchándoles las pelotas para que me dejaran botada, y obviamente hubo personas que lo hicieron. Yo esperaba que no se fueran, quería que me aguantaran todo. Desde chica jugaba a poner al límite la paciencia de las personas, en el sentido de esperar que no me abandonaran. Y eso se explica con el hecho de que mi mamá se fue cuando yo era muy chica y me quedó la sensación de que la gente me abandonaba. La terapia no es solo de herramientas sino que también te entrega la capacidad de empezar a leer tu vida y decir: 'oye, mi mamá se fue pero mi papá siempre ha estado, y mis abuelos también. Tengo amigas de toda la vida y, a la vez, soy capaz de hacer amigos nuevos'. El tratamiento te hace ver que la vida no es como tú la estabas creyendo".
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Carolina Valenzuela es psicóloga y una de las directoras de Grupo DBT Chile.[/caption]
¿DB-qué?
La Terapia Conductual Dialéctica (Dialectical Behavior Therapy, de allí su sigla DBT) fue desarrollada a mediados de los años 70 por Marsha Linehan. Una psicóloga estadounidense que sufre de trastorno de personalidad límite, y cuyo trabajo marcó una revolución en el tratamiento de esta enfermedad. "La única razón por la que desarrollé la TCD fue porque quería ayudar a otras personas a tener vidas que valen la pena vivir. La razón por la que escribo sobre mi pasado es que si yo puedo tener una vida que vale la pena vivir, tú también", aseguraba en una entrevista exclusiva al diario argentino La Nación el año pasado, en el primer Congreso Latinoamericano de DBT. Su trabajo se desarrolló en el centro de estudios de la Universidad de Washington tras observar que las personas crónicamente suicidas llegaban a hospitalizarse al centro, recibían cierta terapia, se iban después de tres semanas, llegaban a su casa y volvían a tener que hospitalizarse prontamente. A raíz de este problema, Linehan estructuró lo que ahora se conoce como terapia conductual dialéctica, que propone una teoría biosocial a partir de la cual desarrolla su propuesta de intervención.
Lo que sientes es válido
"No todas las personas que tienen una vulnerabilidad biológica desarrollan un trastorno de personalidad limítrofe", aclara Carolina. "Hay que agregar lo que nosotros denominamos ambiente invalidante, que es aquel que no es capaz de recoger, recibir y transformar las emociones y pensamientos de las personas". Imaginemos una niña que viene con una alta sensibilidad de chiquitita y está aterrorizada porque viene su cumpleaños. Tiene cuatro años y se mete debajo de la cama asustada y uno le dice: "¿pero, cómo? Si deberías estar contenta porque es tu cumpleaños". Carolina explica que en realidad lo que estamos haciendo, es que a esa alta sensibilidad no le estamos reconociendo su emoción e invalidamos su experiencia emocional interna. "Entonces mandamos el mensaje de que todo lo que esa persona siente no es válido. Como mis emociones no son validadas y mi sensibilidad es muy alta, esta desregulación emocional me lleva a conductas desadaptativas". Con el paso de los años las conductas se transforman en cortes en las muñecas y los brazos, quemaduras e incluso intentos de suicidio. Por esa razón es que desde la infancia Carolina explica que hay que enseñarles a los niños que ellos pueden sentir lo que quieran y que tenemos que ayudarlos conductualmente a saber qué hacer. Ahí está la validación. Se valida cualquier emoción que el niño pueda sentir pero, al mismo tiempo, enseñas la conducta para enfrentar la situación".