“Al momento de mi trabajo de parto, el doctor sacó su celular para mostrarle un video de un partido de fútbol al personal médico”; “Llevaba mucho rato y con mucho dolor y aún no recibía atención médica. Pregunté qué pasaba y me dijeron que me aguantara no más”; “Cuando uno se queja de que le duele te dicen: ‘para que te abriste de piernas”. Todas estas frases anónimas forman parte de una campaña que la fundación PRODEMU (Promoción y Desarrollo para la Mujer) lanzó a comienzos de noviembre, el mes de la no violencia contra las mujeres, con el objetivo de sensibilizar y humanizar el parto, transformándolo en uno consciente, respetado e informado. La iniciativa se llevó a cabo en conjunto con el Observatorio de Violencia Obstétrica (OVO Chile) y en el marco del Proyecto de Ley sobre parto respetado que actualmente se encuentra en discusión en el Congreso.

Y es que según cifras recabadas por OVO Chile, más de la mitad de las mujeres chilenas han sufrido violencia obstétrica, un tipo de violencia –como señalan quienes son parte de esta campaña– que aún está invisibilizada. “Son las burlas, el maltrato, insultos y abandono a la mujer durante el parto. Según la OMS es la violencia ejercida por profesionales de la salud hacia las mujeres embarazadas, en labor de parto y el puerperio”, explican. Y si bien se trata de un tipo de violencia de género que es transversal al estrato socioeconómico, esta agresión psicológica y física durante la atención de la gestación, preparto, parto y postparto, se da con mayor frecuencia y en un nivel más violento, en mujeres con menos educación, en pobreza multidimensional, mujeres de zonas rurales y alejadas. Son ellas las protagonistas de esta campaña quienes a través de sus relatos dan cuenta de la violencia a la que son expuestas.

Y las cifras las respaldan, ya que de acuerdo a OVO, las mujeres con educación básica incompleta declaran haber vivido en un 58% la represión de expresiones de dolor y emociones al momento de parir. El observatorio también confirma que los estándares de cuidado son peores en las experiencias de parto de mujeres de niveles educacionales más bajos y de aquellas más jóvenes. “Las mujeres en los segmentos más vulnerados de la sociedad son las que viven más violencia obstétrica en su dimensión relacional, es decir, en la forma en que interactúa el personal de salud con ellas. Son mujeres que reportan en mucho mayor medida agresiones físicas, verbales, malos tratos, humillaciones y amenazas. Mucho más que las mujeres con educación completa, educación universitaria o posgrado. La violencia va disminuyendo en la medida en que aumenta el nivel educativo”, explica Michelle Sadler, directora de OVO e investigadora adjunta de la Facultad de Artes Liberales de la UAI.

Michelle aclara que aunque la violencia obstétrica –que va desde la sobre medicalización del proceso hasta su versión más explícita que se expresa en malos tratos no verbales y físicos– es transversal, las mujeres con un mayor nivel educativo muchas veces tienen más herramientas para negociar en situaciones de violencia y al mismo tiempo acceden mayoritariamente a la salud privada donde es menos frecuente que se de este tipo de abusos tan explícitos.

“En momentos cruciales e importantes para las vidas de las mujeres, necesitamos saber nuestros derechos. Al parir nos sentimos vulnerables, desde que entramos al centro médico. Durante el trabajo de parto, las mujeres podemos experimentar sentimientos de miedo, ansiedad, inseguridad y por eso se hace necesario informar a todas las mujeres sobre este tipo de violencia y sus derechos para tener un parto consciente”, complementa Paola Diez, Directora Nacional de PRODEMU. Aclara que su llamado es a conocer este tipo de violencia, no a buscar culpables, sino que a educar. “Este tipo de violencia se genera en un contexto en donde las mujeres no poseen suficiente información sobre su proceso de atención en salud reproductiva. Se sienten minimizadas frente al cuerpo médico ya que hay una asimetría de poder”.

La normalización de este tipo de violencia

Michelle cuenta que este es un tipo de violencia que es difícil de nombrar, ya que sucede al alero de una clínica u hospital y por tanto ha sido difícil visibilizar que ahí mismo se reproducen los mismos patrones de violencia sexista que se dan en la sociedad.

Cuenta que en el trabajo que han hecho en el Observatorio han visto cómo las mujeres generan estrategias en busca de cuidados, para que no las maltraten. “Casos de mujeres que se las ingenian para llegar a maternidades que tienen una mejor reputación, que se inscriben con direcciones falsas o esperan al último minuto del trabajo de parto para que las atiendan por urgencia y no las puedan trasladar; o las escuchamos decir cosas como que hay que portarse bien para que no las traten mal, porque si se quejan les retrasan la atención. Todas estas acciones dan cuenta de una normalización de la violencia, porque las mujeres saben que pueden ser maltratadas”.

Y es grave porque, como en todos los tipos de violencia, las que más necesitan ser cuidadas por los contextos de vulnerabilidad en que viven, son las que se enfrentan mayoritariamente a esta violencia. “Si a esas mujeres no las estamos tratando con dignidad en el momento del parto, ¿cómo les vamos a pedir que cuiden a sus hijos? Son mujeres y familias que sabemos que enfrentan muchos más desafíos en la crianza de los niños y niñas, y si desde el parto viven violencia, estamos haciendo muy poco por revertir esas condiciones negativas que traen para poder cuidar mejor”, concluye Sadler.