Comencé a escribir esto el 1 de noviembre, post Halloween, mientras veía Instagram. Me fijo en lo que suben, en los carretes inolvidables que tuvieron la noche anterior, analizo sus disfraces.
Los miro con una sensación que me duele porque ver esto me hace darme cuenta de lo sola que estoy. Terminando mis veintes, mi vida no es como la de la mayoría de los jóvenes que salen, tienen amigos; la mía en cambio, se funde una soledad extensa que no podría definir desde cuando comenzó, quizás siempre. Pero que ha sido mas dolorosa en el último tiempo.
Estudié en un colegio de mujeres, en el que no conseguí hacer grandes amigas, es más, diría que allí no se veía la sororidad de la que tanto de habla hoy. En mi adolescencia no hacía más que ir de la casa al colegio porque no me invitaban a otro tipo de actividades. Luego cuando entré a la universidad, mis redes sociales eran casi inexistentes y por lo tanto me costó mucho socializar, no seguía el ritmo, no estaba acostumbrada a hacerlo.
Mis papás no ayudaban mucho tampoco. El trabajo de mi papá era una rama de las Fuerzas Armadas que tenía horarios que no le permitían llevarme a las fiestas. Además eran estrictos, lo que contribuyó a un círculo vicioso: no salía, no tenía experiencia para hacerlo, entonces ellos creían que no tenía experiencia de vida, y por tanto, había más riesgos de que me pasara algo.
Así pasaron los años, y por diversas razones, me cambié de carrera. Esta vez la diferencia fue que mis compañeros eran personas menores que yo, en promedio cinco años. Eso me ayudó. Logré tener cercanía con un par de compañeros con los que me sentí un poco más acogida, pero sólo eso, no son grandes amigos ni amigas a las que les pueda hablar de mis cosas, emociones, o que me acompañen en mis momentos de dolor.
Esto obviamente también afectó mi vida amorosa. Nunca se me ha dado la oportunidad que conocer un hombre para iniciar algo romántico, porque no sé como conocer a alguien, y la opción de ingresar a un APP de citas para socializar, me da miedo. Lo encuentro extraño, no sabría cómo hacerlo. Siempre he pensado que conocer a alguien debería ser más orgánico.
Honestamente, hasta hace poco no le había tomado el peso a esto último. Si bien siempre he sido consciente de que soy una persona sola, sin amigos, no había pensado que no es “normal” que una mujer a mi edad no haya tenido pareja. Vivía incluso sin pensar en eso, pero es como si hubiese pasado una barrera de edad en la que ahora el no tener pareja se vuelve otro peso más. Me di cuenta de esto porque la sociedad y las redes sociales me han puesto esa presión; las personas me preguntan si tengo pololo, incluso hay quienes han usado esto para humillarme, y es doloroso.
La soledad es el concepto que rodea mi vida, un estado de mucho dolor y angustia. Darme cuenta de esto, de que mi vida solitaria no es por opción, ha sido tan doloroso como vivir el duelo de un ser querido.
Por eso escribo esto, porque creo que es importante que las personas miremos a nuestro alrededor y veamos la soledad, tanto quienes la vivimos, como quienes la ven en su entorno, en otras personas. Porque salir no es fácil. Hay veces que deseo que la vida me regale compañía, no necesariamente como pareja, sino que amigos o amigas con quienes tener un recuerdo, viajar, salir a comer, conversar, tomarme un café... celebrar algo tan vano como Halloween.
Pronto termina un nuevo año, hablar de esto, escribir y reflexionar, mitiga el dolor. Por ahora deseo que este nuevo comienzo sea, de a poquito, lentamente, con más compañía y menos solitaria. Este año pediré eso, además de discernimiento, resiliencia y amor propio para enfrentarlo.