Vivir sin la mamá cuando niña: “Ahora que crecí entiendo su decisión”

Vivir sin la mamá



“Mis papás se separaron cuando yo tenía 12 años. En ese momento, mi hermano y yo decidimos quedarnos viviendo con nuestro papá, así que mi mamá se fue de la casa sola a un departamento, siempre respetando nuestra decisión. A pesar de eso, mucha gente la criticó, ‘le hizo la cruz’. Decían: ‘¿cómo puede una mujer abandonar a sus hijos?‘. Pero ella lo hizo porque intentó por muchos años salvar un matrimonio tortuoso, donde lo pasó pésimo (yo ahora de adulta la entiendo), y eso no funcionó. Sufrió mucha violencia emocional, hasta que en un momento se empoderó y se atrevió a dejar a mi papá.

Cuando con mi hermano decidimos quedarnos con él, por supuesto que ella de alguna forma se desmoronó, pero jamás se rindió y le dio con todo a la vida. Jamás nos dejó solos, ni un solo segundo. Nunca estuvo ausente, es más, muchas veces estuvo más presente que mi papá pese a que no vivía con nosotros. Siempre se preocupó de todas nuestras cosas, yo nunca sentí que no tuviese mamá, por el contrario. La única diferencia es que no vivía con ella.

Sí debo reconocer que nuestra relación no fue armoniosa ni fácil, por mucho tiempo nos llevamos mal. El haberse ido, frente a mis ojos de niña, generó emociones poco placenteras. Pero fui creciendo y madurando, y ella también. Nos fuimos conociendo y reconciliando con el tiempo.

Por cosas de la vida y del destino, hoy con 27 años, llevo dos meses viviendo con ella en su departamento. No me vine para siempre, solo le pedí estar acá un tiempo, hasta que me entreguen el mío. Ella vive sola, porque después de mi papá jamás tuvo otra pareja y se jubiló en 2020, así que esto sería ‘un experimento’, pues pasaríamos mucho tiempo juntas.

Y el resultado, hasta ahora, es que ha sido un regalo. El descubrimiento más maravilloso de mi vida. Y es que he conocido a una mujer luchadora, aguerrida y power en todo sentido. Llegué a un espacio tan cálido y amoroso, que creo que solo las mamás te pueden dar, algo que antes jamás hubiese dicho. Yo creo que hasta ahora no la conocía, y estoy convencida de que la vida nos puso esta experiencia juntas precisamente para esto; para reencontrarnos y conocernos de nuevo. Y ha sido hermoso.

Ella me confesó que el peor dolor de su vida fue que sus hijos no hayan querido irse con ella y que siempre soñó con poder vivir con alguno de nosotros. Mi hermano ya vive con su pareja y yo estoy ad portas de recibir mi departamento; si todo sale bien, a fin de año me voy. Así que, que yo haya caído en su casa de allegada, para ella también ha sido un regalo.

Estos meses han sido sanadores en todo sentido. Siempre me crié entre hombres, ahora estoy descubriendo una complicidad femenina que no conocía. Cuando mi mamá no está, me meto a intrusear todas sus cosas, como si tuviese 5 años. Me encanta oler su ropa, probar sus perfumes, probarme sus collares y aros, sacarle las carteras, y lo mejor, aplicarme sus cremas maravillosas. Jamás viví esto en mi vida, ahora con 27 años me doy cuenta de lo maravilloso que es tener una mamá cerca.

Y no la culpo. Cuando ella decidió irse, de paso me dio el ejemplo de nunca aguantar ni recibir menos de lo que merezco. Y a pesar de su dolor, ella siempre respetó nuestra decisión. Y eso la hace más power aún”.

María Ignacia Abarca tiene 27 años y es matrona.

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