Volver a empezar, lejos de casa
A menudo las películas y series nos muestran historias de personas que vuelven a empezar en Nueva York, conocida como una de las ciudades más icónicas y neurálgicas del mundo. La mayoría de estas producciones romantizan la idea de migrar, lo que dista bastante de la realidad, y eso bien lo sabe Geraldine Boyardi, una chilena de 27 años que, igual que muchos personajes ficticios, comenzó desde cero en La Gran Manzana, donde ya lleva un año y dos meses.
En medio de la pandemia, la periodista fue despedida de su trabajo, por lo que, como muchos, tuvo que ingeniárselas para generar ingresos. “Busqué otras pegas de periodista, pero no conseguí nada, así que compré cosas al por mayor para trabajar como vendedora ambulante. Me saqué todos los prejuicios y pensé ‘si tengo que gritar en la calle, lo voy a hacer”, recuerda Geraldine, quien en ese período también vivió la ruptura de una relación de 11 años.
Antes de terminar con su pareja, ambos planearon un viaje de diez días a Nueva York: “Ninguno de los dos tenía pega, así que vimos el viaje como una meta para no desmotivarnos. Traté de cambiar el nombre de su pasaje, pero no se pudo, así que estaba decidida a viajar sola, como ya lo había hecho, aunque mi familia no estaba muy convencida, porque yo estaba con depresión, pasando un momento muy difícil”, recuerda.
El 21 de diciembre de 2021 Geraldine tomó un avión desde Iquique –donde había vuelto a vivir con su familia hacía unos meses– para pasar las fiestas y su cumpleaños, el 31 de diciembre, en Nueva York. Lo que no sabía en ese momento es que se quedaría en Estados Unidos por mucho más del tiempo que tenía planeado.
¿Cuándo decidiste que no ibas a volver?
Llegué temprano a Times Square para ver los famosos fuegos artificiales de Año Nuevo. Estaba haciendo la fila para entrar mientras comía un nugget y se me quebró un diente. Me puse a llorar, porque era justo mi cumpleaños. Pero más tarde fueron los fuegos artificiales, tiraron el confeti, sonó la típica canción de Frank Sinatra y dije: “Estoy obsesionada con esta ciudad, quiero quedarme aquí”. Me daba miedo enfrentar mi nueva vida en Chile, porque no sabía qué hacer con ella.
¿Por qué Nueva York y no otro lugar?
Había venido antes tres veces por diferentes motivos. Dentro de mí sabía que Nueva York me hacía bien, porque era mi mayor motivación. Tenía depresión y debía salir adelante. Me dolía ver a mi familia sufrir por mí. Si me quedaba, tendría que buscar la manera de salir adelante, sobrevivir por las mías. Y eso hice.
¿Qué pensó tu familia cuando le comunicaste tu decisión?
Lo que opinen mi papá y mi hermana es fundamental. Sabía que estaba haciendo una locura, pero ellos también creyeron que era lo mejor para mí en ese momento. Tenía ahorros guardados y me arriesgué.
Después de hablarlo con su familia, Geraldine inició la búsqueda de habitación y encontró una en Nueva Jersey, a 15 minutos en bus de la gran ciudad. “Vivir en Nueva York es muy caro, es descabellado”, enfatiza. A los cuatro días de mudarse encontró trabajo y eso la terminó por convencer de que había hecho lo correcto.
“Hay agencias de empleo que te buscan trabajo. Lo que más hay en Nueva Jersey es trabajo en warehouse, que son unas bodegas gigantes, como las que se ven en los comerciales de Mercadolibre. Yo trabajo en una empacando productos de distintas marcas. Esa es mi pega principal, pero también hago algunas extra los fines de semana limpiando graderías de estadios, garzoneando en eventos o de dishwasher, lavando platos”, explica Geraldine, cuya rutina de trabajo empieza a las 5:00 a.m. y termina a las 15:30 o después de las 17:00 horas, si hace doble turno.
Círculo de contención
“Cada uno me ha enseñado lecciones de vida, son parte clave de mi camino hacia la sanación”, dice Geraldine sobre sus amigos Jesús, Sadia, Gabriela y Ley, todos de diferentes países de Latinoamérica. “Mi proceso como migrante ha sido duro, pero enriquecedor al conocer tantas realidades que me han hecho valorar mi historia y lo que he vivido”, reflexiona.
Imagino que has vivido momentos difíciles en los que has pensado en volver a Chile.
Mi amigo Mauricio, de Bolivia, me contuvo en los momentos más duros al inicio. Me quería devolver porque me sentía muy triste, la ansiedad me consumía. Él estuvo ahí conmigo aguantando mis llantos. Nos conocimos en el dentista, cuando estaba arreglándome el diente roto, que me costó dos mil dólares porque no tenía seguro.
Hasta el momento ¿sientes que tomaste la decisión correcta?
Nueva York ha sido la mejor terapia, sin menospreciar a mi psicóloga. Tengo mucho que agradecerle a esta ciudad. Muchos pensarán que es una tontería, que soy una “cuica” que tenía depresión y se vino a Nueva York, y se ve así, pero esta decisión me salvó la vida.
¿Qué es lo que tanto te enamora de Nueva York?
Me inspira mucho cualquier cosa: una persona con un look poco convencional o un edificio, por ejemplo. Me autodenomino una persona creativa. De repente la cabeza se me llena de ideas, me viene como una inyección de serotonina y la creencia de que puedo hacer cualquier cosa. Miro el Empire State y pienso que el día en que me aburra esa vista, será el día en que me tenga que ir a otro lugar.
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