Wabi sabi: La belleza está en las imperfecciones

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Aunque desde una mirada occidental esto puede parecer muy frustrante, no se puede traducir el concepto japonés wabi sabi, y tampoco se puede definir, ni siquiera en su idioma original. Pero podríamos referirnos a él como una aceptación de lo transitorio, o la sabiduría de que todo cambia con el paso del tiempo, que nada es imperturbable y que lo imperfecto e incompleto, o incluso lo deteriorado, puede ser bello y elegante.

El autor Andrew Juniper lo define de la siguiente forma: "Los sutiles matices de un objeto, la curvatura de un pétalo abriéndose, la grieta de un jarrón de bambú o el nudo de una vieja viga de madera, simbolizan el principio budista de la impermanencia y del continuo cambio" (Wabi sabi, el arte de la impermanencia japonés).

Los japoneses originalmente usaban este concepto, que trascendió generaciones gracias al budismo zen, para referirse a las flores, a las cerámicas y a los adornos. Pero se puede llevar incluso al cuerpo humano. Pensemos, por ejemplo, en el cuerpo de una mujer embarazada. Su piel se estira, lo que puede dejar marcas que difícilmente van a desaparecer; sus pechugas se hinchan para terminar desinflándose y, si tuvieron cesárea, van a quedar con una cicatriz no solo en el exterior, sino que en varias capas dentro de su cuerpo.

El cuerpo queda distinto, queda marcado. Y su forma muta. Pero no porque ya no tenga la turgencia y elasticidad de antaño, es malo ni inadecuado. Quizás para lo que por distintos motivos entendemos como perfección, esta nueva figura no es perfecta. Pero según la filosofía del wabi sabi, son estas imperfecciones lo que hacen de este nuevo cuerpo un cuerpo hermoso.

Lo mismo pasa con las arrugas. El paso del tiempo en inevitable y la fugacidad de la vida no se puede negar. Aunque el cuidado de la piel sea el adecuado, ésta se va a arrugar. En vez de ver estas marcas como causal de sufrimiento, la filosofía japonesa invita a verlo como un mapa del paso de los años, símbolos de experiencia y de un camino recorrido. También como un recordatorio de que la muerte es inevitable, y que no hay que temerla, sino que enfrentarla.

Esta filosofía también aborda lo ambiguo y lo fugaz, el sentirse feliz con lo que tenemos. No es que no se pueda aspirar a más, pero invita a dejar de ser infelices porque por el momento no tenemos todo lo que quisiéramos. Es una invitación a entender que el crujido del piso donde vives hace que ese ambiente sea único o darte cuenta de que esa pequeña incisión en tu tazón favorito no hace que te guste menos, sino que le da personalidad. Y es que no hay que olvidar que lo que es perfecto hoy, quizás mañana no lo sea.

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