Ximena Abogabir (76) es periodista de profesión pero hace años que no se dedica a las comunicaciones. Su carrera, así como su vida, ha sido un tránsito por diferentes proyectos que la han convocado y cuyo punto de encuentro es el servicio a los demás. Hoy se encuentra trabajando como Vicepresidenta de Travesía 100, una iniciativa de innovación social que tiene por objetivo entregar herramientas concretas que ayuden a las personas a prepararse para la longevidad y la vejez. “Siempre he intentado mantener la coherencia entre lo que pienso, lo que digo y lo que hago. La felicidad y la paz interior tienen que ver para mí con eso, con lograr esa consistencia”.
¿Siempre tuviste una visión positiva de la vejez?
Yo vengo de una familia con cosas positivas y otras no tanto. Y de las cosas no tan positivas está el que había una sobre valoración de la belleza física. Yo cuando vi a mis padres envejecer vi cómo iban perdiendo algo que para ellos era muy importante y me daba cuenta que eso era una batalla perdida. Nos guste o no, las arrugas van a aparecer, la celulitis, los rollitos en lugares inadecuados. Entonces desde ese momento yo decidí que no iba a caer en esa misma dinámica de batallas perdidas. Yo prefiero dar las batallas que puedo ganar.
En una sociedad que generalmente ve con ojos negativos el envejecer, ¿de dónde surge esta visión positiva del envejecimiento?
Yo creo que mi familia me influenció, pero en el sentido de lo que yo quería hacer distinto. El envejecimiento no era algo que estuviese en mi radar ni en el de nadie la verdad, porque es algo de lo que no se hablaba. Cuando yo nací la expectativa de vida eran 50 años entonces todo esto es un tema muy reciente. Tú no te programabas para más allá. Cuando cumplí 60 hice un retiro de silencio para preguntarme qué quería seguir haciendo con mi vida. Y a los 70 hice lo mismo.
¿Hubo algún momento particular en el que te diste cuenta que estabas envejeciendo?
Para mi el envejecimiento ha sido gradual. Yo nunca me teñí las canas por ejemplo. Cuando te has teñido toda tu vida y de repente apareces con el pelo blanco es muy brutal. Y todo el mundo te dice que te echaste los años encima. Yo todo eso me lo salté.
Además, cuando cumplí 50 años me gradué de la ginecóloga porque ya no iba a tener más hijos y me matriculé con una geriatra. Elegí una doctora un poquito más joven que yo pero con la que había empatía y le dije: ‘mira, yo voy a vivir hasta los 100′. En ese momento era un poquito ridículo, pero ahora es completamente factible. Y le expliqué que yo iba para que ella me preparara para llegar bien a esos 100. Yo intuía que los huesos eran lo primero que iba a fallar así que le pedí que le pusiera atención a eso.
¿Por qué te parece que las propias personas mayores también deben re significar su vejez a nivel personal?
Porque el acuerdo al que hemos llegado implícitamente entre generaciones nos hace daño a todos. Hemos ordenado la vida como una línea de tiempo en períodos. Hasta los 25 eres niño y joven y te preparas, aprendes. Entre los 25 y los 50 años es la etapa productiva en términos de hijos y trabajo. Y recién a partir de los 50 empiezas a recibir las señales para dar un paso al costado para darle espacio a los más jóvenes. Y te quedas con la mitad de la vida para descansar. ¿Y qué haces? Prendes la tele y te sientas en un sillón y al ratito eso se traduce en miles de problemas de salud.
Pero además, pasa que las personas mayores no queremos ser un cacho para las familias y sí queremos seguir siendo un aporte pero se cierran las puertas. Hay una especie de vidrio contra el que te estrellas y no entiendes por qué tu valor ya no está en lo que tú eres o en lo que puedas aportar. Por eso debiésemos reemplazar este modelo lineal de vida por uno integral en el que la vida permita producir, aprender y descansar a lo largo de todo el curso de la vida.
¿Te parece que también hay edadismo dentro del propio grupo de las personas mayores?
Somos parte de la sociedad y parte del mismo problema. Para caricaturizarlo te puedo poner el ejemplo de mi padre: A él le gustaba mucho ir a la playa y recuerdo que siempre comentaba cuando llegaban personas mayores sobre los rollitos, los trajes de baño etc. Y, de repente, un día se dio cuenta que él también era una persona mayor. Lo que quiero decir es que los mayores somos parte del problema porque lo hemos sido toda la vida y se te van instalando tonteras como: ´la gente mayor no debe usar blusas sin mangas porque se ven los brazos´, o ´no se deben usar bermudas porque se ve la celulitis´.
Y en parte es porque estamos metidos en la cultura de la productividad. Y cuando se supone que ya no vas a generar hijos y que tu trabajo tampoco va a aportar en términos económicos, ¿cuánto está dispuesta la sociedad a sostener económicamente una vida que ya no es productiva, sino solo una carga? Es un gran dilema. Y por eso hay que re significar la vejez. Para volver a identificar el valor inherente y la dignidad inherente a todo ser humano. Al margen de tus circunstancias y tus capacidades en un determinado momento.