‘Yo soy así’: La excusa perfecta para no hacerse cargo

yo soy así



En noviembre pasado, la psicóloga española María Esclapez compartió en sus redes sociales una reflexión que tituló ‘Del yo soy así también se sale’. En ella analiza una frase típica –o muletilla incluso– a la que todos hemos recurrido alguna vez, aunque haya sido de manera involuntaria y para defendernos en alguna situación de conflicto. El famoso ‘Yo soy así y así me conociste’.

En su análisis propone que “es un comentario que normalmente aparece ante una crítica que no se sabe manejar o que se percibe como un ataque directo” y que es, en definitiva, la excusa perfecta para evitar responsabilizarse de las consecuencias de un comportamiento. Es una creencia –como sigue reflexionando la especialista– que encuentra su raíz y sostén en el mito del amor romántico y que, a su vez, nos lleva a pensar que si alguien nos quiere y nos estima de verdad, nos tiene que aceptar tal cual somos.

“A veces se nos olvida –sigue Esclapez– que para generar equilibrio en las relaciones, del tipo que sean, necesitamos acoplarnos. Eso no quiere decir que debamos cambiar nuestra personalidad o nuestra esencia; quiere decir que, para convivir en paz, necesitamos modificar ciertos comportamientos. Acoplarnos significa comunicar, negociar y encontrar el equilibrio. Y decir ‘yo soy así’ es asumir que no hay nada que cambiar y que la otra persona es la que debe aguantarme o moldearse a mí”.

Frente a su reflexión, las respuestas fueron muchas y variadas, pero una lectora en particular le respondió que todo era más fácil cuando asumíamos que no somos, a lo largo de nuestras vidas, de una única manera. Ni estáticos, ni rígidos. Y que la capacidad, más bien, es la de cambio; “Todo es más fácil cuando entendemos que no somos de una determinada manera, sino que nos comportamos de una determinada manera y esos comportamientos se pueden cambiar”, respondió.

¿Qué es, entonces, lo que hay detrás del ‘yo soy así? ¿Se trata de una respuesta reactiva? Y, más que fijarnos en quienes emiten la frase, ¿será necesario detenernos en lo que dice de quienes la reciben?

De esta muletilla se ha escrito mucho. En un artículo publicado recientemente en el diario El Mundo, la periodista Rebeca Yanke sugiere, de manera tajante, que el ‘yo soy así’ resume todos los males de nuestra sociedad; “Recurrir a esta frase es una excusa para no cambiar de actitud. Bajo esta fachada de autenticidad se esconde falta de empatía y el vicio de exigir mucho a los demás y poco a nosotros mismos. ¿Eres así? ¿Así cómo? Y sobre todo, ¿eso justifica todos tus comportamientos?”, escribe. A su vez, en un ensayo en el medio de psicología, Gabinete de Psicología, la psicóloga Tais Pérez explica que el uso de esta afirmación es una forma de justificación y defensa que vamos aprendiendo a lo largo de nuestras vidas y que usamos cuando no tenemos los recursos para hacer frente a una situación en la que nos sentimos amenazados. “Detrás de esto está la creencia de que somos de una manera y que no la podemos cambiar. Pero nuestra personalidad, la manera en la que actuamos y cómo nos relacionamos con el entorno cambia y podemos modificarla a voluntad”, dice. Por último, la psicóloga Valeria Sabater explica en una entrevista del 2022 que se trata de un mecanismo de defensa que revela una rigidez cognitiva que lejos de permitirnos cambiar para mejorar la convivencia con los demás, nos lleva a replicar y reforzar las mismas conductas. “La resistencia al cambio es recurrente en muchas personas que acuden a terapia. Esta incapacidad para adoptar nuevos enfoques tiene componentes afectivos, cognitivos y conductuales capaces de crear una obstinada resistencia psicológica”, escribe. “Son pacientes que suelen recurrir a esta etiqueta limitadora como estrategia para no hacer frente a lo que les da miedo; cambiar, hacer y ver el mundo de otra manera. Lo importante es saber que ser nosotros mismos no significa que seamos inmutables y que dejemos este mundo del mismo modo en que llegamos a él. Tenemos derecho a cambiar y a veces es el cambio el que nos acerca al bienestar psicológico”.

La psicóloga clínica Claudia Muñoz, sugiere que se trata de una postura defensiva que a priori podría hablar de una cierta rigidez, poca empatía y voluntad de cambio. Pero que, en una lectura más profunda, puede también revelar cierta fragilidad y angustia relacionada al no saber realmente dónde ubicarse y con qué identificarse. Lo que hay que detenerse a mirar, según plantea, es el cómo hemos constituido los vínculos hasta ahora; cuáles han sido las reglas relacionales, por qué se han instaurado ciertas jerarquías, y cómo podemos repensar los vínculos para que sean más horizontales, colaborativos, comunicativos y democráticos. “Hemos sido pensados, socializados y constituidos identitariamente y nos hemos relacionado siempre desde lógicas muy binarias; así o asá. Desde una masculinidad con una histórica ilusión de ‘estar completos’ y una feminidad en falta. Por eso, para poder repensar las relaciones de todo tipo hay que comunicar y revisar cómo nos sentimos dentro de ese vínculo de manera constante”.

Y es que, según sigue Muñoz, aunque nada sea absoluto, en general esa afirmación delata cierto egoísmo e incapacidad para transar o adaptarse, pero también habla de cierta angustia y desidentificación, porque el pensarse en una subjetividad distinta genera angustia. “Es difícil cambiar porque uno no sabe qué va a terminar siendo. Es mucho más fácil, en ese sentido, permanecer de una manera. Pero eso es una ilusión, porque estamos en constante cambio”, dice Muñoz. Por eso, en definitiva, lo importante es pensar en quién emite esa frase, quién la recibe y cómo eso se puede trabajar en la interacción relacional.

“Es importante visibilizar esa manera para que la otra persona pueda tomar una decisión. Si uno está construyendo una relación con alguien cuya carta de presentación es ‘soy así y no voy a cambiar’, es fundamental ver entonces qué quiere el receptor, si se está dispuesto a estar en esa dinámica relacional y qué hacer con eso. Hay contrapartes –y en esto inevitablemente hay una clave de género por cómo hemos sido socializadas las mujeres– que están acostumbradas a ceder y aguantar todo”, reflexiona Muñoz.

Es esa necesidad de detenerse en el receptor, justamente, lo que refuerza la psicóloga clínica de la Santa María, Francisca Otero Guitart, quien postula que más que preguntar qué hay detrás de esa afirmación, habría que preguntar por qué la persona que la recibe está en una dinámica relacional en la que pretende que el otro sea distinto a lo que es, más allá de que pueda cambiar o no. “Evidentemente el ser no es algo inmutable ni fijo, pero mientras a esa persona le funcione limitarse a un marco más restringido, o mientras el conflicto que le genere no sea suficiente como para mirarse o ir a psicoterapia para entender su dinámica de funcionamiento y desde ahí cambiar, entonces el tema no está ahí. Porque esa persona aun no se siente lo suficientemente incómodo como para cambiar. El tema está, entonces, en la otra persona y la pregunta se devuelve; ¿por qué está inmersa o quiere sostener una relación con alguien intentando que esa persona sea otra?”, explica.

Es importante saber que hay formas, modos y características del otro que uno puede sostener, pero hay otras que no. “Si pensamos que en las relaciones de pareja uno muchas veces reedita los propios conflictos psíquicos, que surgen desde los vínculos tempranos, las preguntas que aparecen son, por un lado, ¿qué hace que el otro se ponga en esa posición defensiva o reactiva? y, por otro, ¿qué es lo que hace que uno quiera seguir sosteniendo esa relación?”, termina Otero.

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