Son las 20 horas y en Avenida Matta esquina Nataniel Cox, como todos los viernes, se abren las puertas de 5 Luchas Clandestino. Al entrar al galpón, que recuerda la bóveda secreta de la película El club de la pelea, el público ruge y clama la presencia de Zatara, una de las pocas exponentes de la lucha libre femenina en Chile.

"56 kilos, 1.60 de altura, Zataraaa", vocea la presentadora, vestida de negro.

Con la canción Sabotage, de Beastie Boys, de fondo, la luchadora de 27 años es aclamada por los impacientes espectadores que golpean el piso del ring con sus manos y enfrían sus gargantas con cerveza: "Vamos, Zatara; vamos, Zatara…".

Es ruda. Alejada de los estereotipos de género sexistas y machistas, pelea con hombres, da rodillazos y golpes en la cara. Antes las mujeres solo eran las que acompañaban o llevaban el cartel de anuncio, ahora la participación femenina es de igual a igual con los hombres, sin diferencias. La presentadora da inicio a la contienda.

Golpes, llaves, contrallaves, saltos, vuelos, patadas en la nuca, codazos en la boca, adrenalina, euforia. Zatara se da impulso con las cuerdas y ataca al contrincante masculino con un certero golpe de rodilla en la cabeza. Cae sobre él y lo inmoviliza en la lona con una llave. El público enloquece, se desahoga, descarga el estrés acumulado y es imposible no contagiarse con la catarsis.

"Me llaman 'La cabrona'. Soy ruda cuando lucho, no hago cosas lindas. Cuando partí era lo contrario, mi fuerte eran las acrobacias, era del bando de los buenos, con un estilo de lucha más técnico; después evolucioné a una personalidad más fuerte en el ring. Recibo de todo, pifias y aplausos. Ojalá por mí me odiara más gente", se ríe Zatara.

Con mechones blancos en su cabellera y fama de despiadada, luce una máscara con llamas en la parte de los ojos, botas plateadas y muñequeras negras. Con esta cuidada estética logró salir adelante e imponer su estilo contra los cánones masculinos de la lucha libre.

"Este es un mundo de hombres y es inevitable que te miren en menos por ser mujer, pero nunca me he sentido discriminada. He escuchado a otras compañeras que sí las han discriminado porque creen que tienen menos condición física. Durante muchos años estuve peleando solo con hombres, creo que eso me ayudó a ganarme el respeto de mis compañeros. Ven a una mujer con mi experiencia en el ring y se sienten orgullosos de mí. Por muchos años yo era la única mujer de mi promoción, entonces no iba a dejar de luchar. Ahora hay más luchadoras, antes eran escasas. La proporción debe ser 80% hombres, 20% mujeres. Están Kristy y Sara Phoenix, que también llevan muchos años; son luchadoras de experiencia. A algunos hombres les complica pelear con mujeres. Cuando se dan cuenta de que voy a todo, ellos tienen que responder para no quedar abajo. Arriba del ring soy tal como en la vida real. No soy un personaje que intente aparentar algo que no soy".

En este terreno de hombres, Zatara se fue endureciendo y creado una personalidad. Originalmente se hacía llamar Tyffany, nombre más dulce e ingenuo y que ya estaba registrado por otra luchadora en Estados Unidos. Al cambiar su identidad a Zatara la aceptación fue inmediata.

"Una pelea con un hombre es técnicamente igual a una con una mujer. Ahora, si peleo con un hombre, yo realizó movimientos más ágiles porque puedo correr más rápido y moverme más rápido. Cada una tiene sus técnicas para ganar. Con el tiempo una se vuelve más segura y los nervios del comienzo se transforman en ansías de salir a luchar. En el ring te concentras en la lucha y da lo mismo el sexo del contrincante. Lo importante es llevarse el triunfo".

Estudió preparación física, aunque debutó en la lucha libre antes, a los 15 años. Fuera del ring, de lunes a viernes tiene un trabajo con horarios de oficina, pero a las siete de la tarde en punto corre al gimnasio a entrenar.

"Soy autoexigente. Me gustaría estar más definida y tener más piernas. Nunca estoy conforme con mi desempeño, con mis luchas. Soy de verlas, analizarlas y mejorar. En las derrotas me pongo triste, me enojo, me da rabia, pero a los cinco o diez minutos pasa. Así es este juego, tiene que haber un ganador y un perdedor".

Su familia siempre la apoyó al dar sus primeros golpes y al principio su madre hasta le ayudaba a confeccionar las máscaras. Hoy las manda a hacer. "Ellos no ven lucha libre. Al principio iban a verme, pero después se aburrieron. Mi hermana me llevó a un evento de lucha a los 13 años como espectadora, me gustó y después más grande empecé a ir sola a ver los shows. Quería luchar y vivir la experiencia desde el otro lado. Me motivaron la destreza y la exigencia física. Me dije: yo quiero hacer esto. Me enamoré de las luchas cuando empecé a entrenar. Es un deporte espectáculo y requiere de destreza, agilidad, actuación e histrionismo para que la gente se entretenga, grite y salga de su rutina. Van hasta abuelitos que en primera fila llegan a pegarle al ring".

Bajo la máscara

Zatara prefiere mantener el anonimato y me hace prometer no revelar su identidad: "Me gusta jugar al enigma para potenciar mi espectáculo, que la gente quiera saber quién está detrás de la máscara. Me gusta andar de incógnito y caminar por la calle y que no me reconozcan". Ella apuesta a que la intriga sobre su identidad haga crecer el personaje. Zatara es su creación y ya suma más de siete mil seguidores en redes sociales. "Eres crueeel, sin corazón. Por algo eres la cabrona", le escriben en su Instagram @zatara.cabrona.

En la lucha libre hay reglas claras y no corre el todo vale, cuenta. "No puedes picar los ojos, ahorcar o jalar el pelo. Al rendirse, si el contrincante toca la cuerda tienes que soltarlo y dejar de hacerle llaves. Esa es la señal. No puedes estar en una esquina atacando al otro, tienes que alejarte de las cuerdas. Si te subes a las esquinas del ring no puedes estar más de cinco segundos; si tienes a tu rival en la esquina no puedes pegarle más de cinco segundos".

Aunque los movimientos de los variopintos luchadores de la liga como Anarko, XL o El Carnicero, el monstruo del Matadero Franklin, forman parte de un guion, pueden ocurrir accidentes. Zatara no tiene miedo de sufrir una lesión y no poder continuar con su pasión. No le tiene miedo a nada.

"Nunca me he fracturado, pero he tenido lesiones. El año pasado tuve un esguince grado dos en mi tobillo. Fue horrible y tuve que luchar igual porque ya tenía comprometidas varias fechas. Siento una responsabilidad con el público. Cojeaba, luchaba con miedo a que me pasara algo. En 2016 tuve una lesión en una vértebra lumbar que se desplazó hacia dentro. Estuve una semana caminando chueca".

En 2018 fue la primera chilena en llegar a un torneo de la WWE en Orlando, Estados Unidos. "En la WWE de Estados Unidos las mujeres hasta hace poco eran llamadas las divas, modelos con poca ropa que se subían a mechonearse. No era lucha. Hoy el rol mujer ha avanzado bastante. Ahora no hay división de divas, solo hay luchadoras y ya organizaron el primer torneo de mujeres, que se llamó Evolution. En Estados Unidos hay anunciadoras, comentaristas y hasta mánager mujeres". Su experiencia internacional continuó en Imperio Lucha Libre, de Perú, y en el Arena de Ciudad de México, la catedral de la lucha libre latinoamericana. "En México la lucha libre es cultura. La gente vibra, hasta van señoras mayores. Es otra cosa".

Mujeres al poder

Son las 10 de la noche y las peleas llegan a su fin. Zatara es la triunfadora. Cerca de cien espectadores la ovacionan, la mayoría jóvenes, pero entre ellos sobresalen unas quince mujeres y una persona mayor a quien apodan "El Tatita". También están el "Homero Simpson" y el "Che Copete". No importa si eres nuevo o recién llegado, un sobrenombre seguro te van a poner según tu apariencia y lo van a corear cuando entres.

Como en los ochenteros Titanes del Ring, los ganadores de los combates están decididos con anterioridad, pero de eso el público ni se entera. La teatralidad de la lucha libre apela al eterno enfrentamiento entre buenos y malos, y Zatara en el ring representa a los malos, es la antagonista. El público está extasiado y volverá el viernes siguiente por más adrenalina.