Barrio Lastarria: 7 negocios entre el estallido social y la cuarentena récord

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Vikingos Barber es la peluquería y barbería más exitosa del Barrio Lastarria. En un día normal tenían 20 clientes. Hoy, no hay ninguno. En la imagen, su dueño, Alberto Vásquez. Foto: Pablo Sanhueza

Santiago centro lleva más de 90 días en cuarentena, pero para quienes tienen negocios en el Barrio Lastarria, las cosas venían mal desde antes. Si durante el estallido social los visitantes se redujeron, hoy ya no existen. Siete locatarios que luchan por sobrevivir, que se reinventaron o que renunciaron al barrio comparten sus historias tras ocho meses con bajas ventas.


Eran dos días de anticipación con los que había que pedir hora en Vikingos Barber, en el Barrio Lastarria. El boom de las barberías y peluquería en los últimos años y la ubicación que Alberto Vásquez (39) escogió lo beneficiaba. Tuvo muchos clientes desde su inauguración en 2015. En un día común, podía atender a 20. En un comienzo viajaba desde su casa en Maipú hasta su amplio local, pero terminó por mudarse frente a su lugar de trabajo a inicios de este año. Cuando se sienta en su living puede ver la barbería desde la ventana, pero sin ninguna persona adentro. El 18 de marzo fue la última vez que un cliente se cortó el pelo en Vikingos Barber (@vikingosbarber en Instagram).

Vásquez describe su barrio como "una taza de leche", como un lugar bonito donde frecuentan muchas personas. Su peluquería y barbería se caracterizaba por tener un ambiente de amistad, donde los clientes podían jugar pool mientras esperaban ser atendidos, donde el boca a boca pesaba más que la publicidad. Sin embargo, reconoce que desde octubre pasado ya no es igual. Antes del estallido social tenía cinco personas trabajando con él, pero renunciaron dos, porque llegar al centro de Santiago en transporte público les era imposible. Octubre y noviembre fueron malos. Consiguió que le bajaran el arriendo, porque pagarlo era insostenible. Hubo días en que solo entró un cliente. "Enero y febrero no fueron buenos, pero sí más tranquilos, se podía trabajar y la gente llegaba, pero no como antes", relata el peluquero.

Durante el verano sus clientes se redujeron. Pero no veía venir que marzo sería todavía peor. La comuna de Santiago sobrepasó los 90 días de cuarentena obligatoria el pasado viernes. Cuando se anunció que la cuarentena comenzaría en la comuna, el 26 de marzo, Vásquez pensó que duraría un par de semanas. Para no estar solo, se fue a pasar la cuarentena la casa de su mejor amigo desde que tenían 10 años, Cristián Riveros, en Talagante. "Vi que pasaban los días, las semanas, el primer mes y te empieza a tiritar el bolsillo", cuenta el locatario. Se extendió tanto, que decidió volver a la barbería.

Vásquez cuenta que los clientes pedían un permiso para salir a comprar y se atendían, pero muy pocos, ni siquiera uno por día. Pero eso se terminó con el pasar de los días y con el aumento de los contagios. Ahora no atienden a ninguno. También intentó hacer domicilio. Se movió a comunas como Las Condes, Providencia y Maipú, pero admite que no fue bueno, porque la gente es reacia a recibir al peluquero en su casa. "Me daba miedo contagiarme, pero es lo que le pasa a toda la gente que sale día a día. Finalmente, el hambre supera al miedo", dice. Duró alrededor de tres semanas en esta modalidad, pero luego decretaron cuarentena total en la provincia de Santiago.

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Desde octubre pasado Vikingos Barber está en punto crítico. En la imagen, en los buenos tiempos. Hoy, su dueño se ha reinventado, a la espera de que la pandemia pase. Foto: Pablo Sanhueza.[/caption]

Como no generó ingresos durante parte marzo y abril, llegó a un acuerdo con su arrendataria para pagar alrededor del 20% por su local. Le explicó a la dueña que en ningún caso quiere dejar la barbería y ella accedió, pero le pidió que por favor hiciera un esfuerzo por poder pagarle. "Me fui sintiendo presionado a tener que hacer algo. Es por mi forma de ser, porque soy malo para pedir ayuda, siempre he generado mis propias cosas", cuenta Vásquez.

Fue así como él y su amigo de infancia empezaron a pensar en qué negocio podían hacer. Encontraron unos sanitizadores de calzado en internet y comenzaron a venderlos para probar. Se dieron cuenta de que la gente estaba interesada y apostaron por el producto. Consiste en una especie de limpiapiés metálicos hechos a partir de pediluvio y esponjas que absorben amonio cuaternario y que han vendido desde el 15 de mayo a $19.990.

Hoy, el barbero vende sanitizadores de calzado en internet, una especie de limpiapiés metálicos hechos a partir de pediluvio y esponjas que absorben amonio cuaternario en la cuenta de Instagram @Pisapies2020.

Actualmente usan la barbería como bodega y como planta de distribución. Se dan a conocer a través de Instagram (@Pisapies2020) y en el sitio web y hacen envíos a todo Chile a través de Starken y de delivery en Santiago. "Hemos vendido harto, para la minería, a colegios, fundaciones. A regiones se vende mucho", cuenta Vásquez. Estima que han vendido alrededor de 1.000 unidades del producto y que el 70% de las ventas corresponde a regiones. A pesar del éxito de los sanitizadores, hasta la fecha no han visto plata, porque está invertida en el producto o la han usado para pagar el arriendo de la barbería o los costos de traslado. "Nos embarcamos súper arriesgados. Pusimos todas las fichas, nos quedamos sin ni uno. Por suerte nos resultó. Mi fin es mantener mi barbería", comparte Vásquez.

A la espera de la reapertura

No todos quieren reinventarse. Hay algunos locatarios del Barrio Lastarria que han optado por esperar que la pandemia pase para continuar con el negocio. Este es el caso del restaurant Les Assassins. Su dueño, Juan Carlos Cheyre (77), cuenta que los 55 años de existencia de su bistró se han caracterizado por su éxito, tanto en críticas como en afluencia de comensales. Aunque el restaurant es pequeño, suele estar lleno hasta al tope, con 35 personas que comen en él, tanto al almuerzo como a la hora de la comida.

En el restaurant trabajan él, su hijo y su nuera, más tres empleados. Cheyre cree que fueron los pioneros en montar un restaurant pequeño, alejado de las formalidades de los restaurantes de la época, como los garzones de chaqueta blanca. Partió como un café-concert, pero rápidamente se transformó en un restaurant muy bohemio, porque iban artistas, poetas, cantantes, periodistas y autoridades, incluidos Allende y Pinochet. Generalmente ha habido que hacer reserva, porque, por su tamaño, no cabe mucha gente.

La última vez que alguien comió en el restaurant Les Assassins fue en la primera semana de marzo. Su dueño reconoce estar preocupado, porque está desde octubre con serios problemas.

"Fui el primero en el sector en instalar un restaurant. Ahora hay más de 30 restaurantes en toda la calle. Esto se debió un poco al éxito que tuvimos nosotros, porque en esos años la gente no salía mucho a comer afuera", comenta Cheyre. El dueño asegura que ha tenido una clientela fija muy buena, gente de mucha plata que almuerza en el local todos los días. Senadores, diputados, jueces y abogados frecuentaban almorzar ahí. Esto hasta octubre del año pasado.

Cheyre confiesa que se siente preocupado. Como el restaurant está en plena calle Merced con Lastarria, tuvo que cerrar momentáneamente durante octubre. Luego intentó abrir, pero obligado a cerrar temprano, pues las personas no iban a comer al barrio, por la cercanía con Plaza Italia, donde se concentraron las manifestaciones. Durante febrero cerró por vacaciones, mientras esperaba que la calma regresara al barrio. Trató de abrir en marzo, pero las protestas en el sector continuaban. "No entró nadie, porque la gente tenía miedo de ir al centro. Así que cerré", cuenta. La última vez que alguien comió en el restaurant fue en la primera semana de marzo. No le veía sentido a abrir mientras su mercadería se descomponía, así que decidió seguir a la espera de calma en su barrio.

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Juan Carlos Cheyre es el dueño de Les Assassins, que lleva 55 años en el Barrio Lastarria. Desde hace más de tres meses que permanece cerrado, a la espera de que pase la cuarentena. Aún debe pagar todas las cuentas, incluido el arriendo.[/caption]

Días después decretaron cuarentena en Santiago. No ha visitado el restaurant hace dos meses. Dejó todo bien apagado, congelado. Se llevó la mercadería perecible a su casa y se la comió. Aún paga las imposiciones, el arriendo, la luz, los gastos comunes, todo lo que hay que pagar para mantener el local. Arrienda desde hace 55 años. "Han sido muy elocuentes y me lo rebajaron, así que pago lo que puedo. Pero este mes sencillamente no he podido pagarlo", admite el dueño de Les Assassins. Sus empleados se acogieron al subsidio de cesantía de la Superintendencia de Seguridad Social.

Aunque ve las cosas difíciles, Juan Carlos Cheyre descarta el cierre de su restaurante. "Voy a seguir las órdenes del gobierno cuando se puedan abrir los restaurantes y voy a sacar mesas a la vereda. Voy a tratar de atender público y ver cómo me va", cuenta. Tiene el apoyo de su clientela, quienes le escriben y le aseguran que van a volver a comer en Les Assassins cuando se pueda. Piensa que como su restaurant es familiar y solo tiene tres empleados, puede absorber los gastos y logrará subsistir. "Como hay miles de restaurantes que han cerrado, a lo mejor voy a ser el único abierto", dice. Sería como volver al inicio: el único restaurant del Barrio Lastarria.

En el cine El Biógrafo preparan un protocolo en base a las experiencias de los cines de otros países europeos y Costa Rica. El aforo de 180 butacas se reduciría en su apertura.

Donde también se preparan para el retorno es en el cine El Biógrafo. Actualmente preparan un protocolo en base a las experiencias de los cines de otros países europeos y Costa Rica. Ven que la asistencia en esos países ha sido progresiva y esperan que acá sea lo mismo. También mantienen conversaciones con otras cadenas de cine nacional, porque piensan que la reapertura será para todos al mismo tiempo y bajo un mismo protocolo.

Como son un recinto que necesariamente agrupa a una cantidad considerable de personas en un lugar cerrado, entre las opciones que barajan está la reducción del aforo de la sala, que tiene 180 butacas, aunque aún no saben a qué porcentaje corresponderá. Desde el gobierno no se han pronunciado sobre un protocolo de reapertura para las salas de cine.

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El cine El Biógrafo no ha funcionado desde el 18 de marzo, cuando se cerraron todas las salas de cine del país por orden del gobierno. Durante este tiempo, no han tenido ninguna fuente de ingresos.[/caption]

También evalúan la sanitización entre funciones e implementar un sistema de venta de tickets online, que hasta ahora no tienen, para tener menos contacto entre el personal y el público. No planean suspender las ventas en efectivo, pero esperan que sea la menor cantidad de tickets posible. No le veían sentido a la venta online, porque significaba una inversión y capacitar al personal para manejar la tecnología necesaria, pero en este contexto no queda otra que adaptarse.

Desde el cine explican que en los 30 años que llevan en el mercado siempre les ha ido muy bien. Su público viaja desde todas las comunas de la región Metropolitana, e incluso de otras ciudades, para visitar su única sala ubicada en el corazón del Barrio Lastarria. Aseguran que era frecuente que la sala estuviese llena o al borde de su capacidad. Si bien el estallido disminuyó la asistencia de público, el estreno de la película coreana "Parasite", a principios de febrero, fue un éxito.

El cine El Biógrafo no ha funcionado desde el 18 de marzo, cuando se cerraron todas las salas de cine del país por orden del gobierno. Durante este tiempo, no han tenido ninguna fuente de ingresos. Agradecen que la pandemia los haya pillado en un buen momento debido al éxito de "Parasite", la ganadora del Oscar a Mejor Película. Como son dueños de la ubicación, no han debido pagar arriendo y el personal continúa contratado bajo la ley de protección al trabajador.

Adiós al Barrio Lastarria 

Tras cerrar su tienda en el Parque Arauco para cambiarse al Barrio Lastarria en 2014, Magdalena Olazábal, dueña de MO Store, marca de ropa y accesorios diseñados en Chile, concretó la idea que tenía en mente. Le atraía estar en un lugar que tuviera turistas, una carga cultural, cerca de los museos y donde todos pudieran llegar. Le gustaba que su tienda diera a la calle y tener la libertad de abrir y cerrar cuando ella quisiera.  La empresaria cuenta que le iba bien. No solo le compraban los vecinos del barrio, sino también turistas de todo el mundo que tras dejar Chile le compraban ropa a través de internet.

Desde el estallido social el barrio se puso complejo. Los viernes Olazábal debía cerrar temprano y ajustar los horarios dependiendo de las manifestaciones. Las ventas bajaron, pero los costos de los arriendos se mantuvieron. "Costó mucho que la inmobiliaria entendiera la nueva realidad del lugar", comenta la empresaria. Ella explica que el Barrio Lastarria vive del turismo, por lo que no es suficiente el público que vive ahí.

Ya en marzo, cuando aún había manifestaciones, aunque con menos frecuencia que en meses anteriores, Olazábal, de forma voluntaria, decidió cerrar temporalmente sus dos tiendas: en Lastarria y en el Drugstore de Providencia, antes de que se decretara cuarentena en Santiago. Recuerda que la vendedora de Merced estaba con pánico y no quería que nadie entrara. Pusieron alcohol gel y una caja con mascarillas en las tiendas, pero algunos clientes consideraban que las medidas eran exageradas. "Siempre me lo tomé en serio, así que no iba a exponer a nadie a que se contagie", dice la empresaria.

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Magdalena Olazábal, dueña de la MO Store -marca de ropa y accesorios diseñados en Chile-, tuvo que cerrar definitivamente su local en el Barrio Lastarria, donde llevaba seis años, debido a la doble crisis del 18-O y la pandemia.[/caption]

Aunque llegó al acuerdo de pagar el 50% del costo de arriendo por la tienda del Barrio Lastarria, el monto aún era muy alto. "A nosotros no nos daba para seguir pagando los gastos fijos. El arriendo es súper alto por estar a la calle. No puedo endeudarme a ese nivel de plata si no estoy vendiendo nada", relata. Magdalena Olazábal debió cerrar su tienda en el Barrio Lastarria el 29 de mayo. A diferencia de su local en el centro, en el Drugstore de Providencia se actúo rápidamente y no le han cobrado el arriendo desde fines de marzo, solo los gastos comunes.

Para cubrir los gastos comunes, sueldos del taller, y cotizaciones previsionales de las personas con contrato, empezó a fabricar y vender mascarillas a través de su página web (mo-store.cl) a mediados de abril. Su página de venta online le ha funcionado bien. Repuntó, porque es su único canal de venta con el stock de ropa que les quedó desde antes de la cuarentena. Estima que las ventas online pueden suplir el 70% de una de sus tiendas. Durante abril y mayo lo que más vendieron fueron mascarillas. Hasta la fecha, ha vendido alrededor de 5.000 de ellas.

Para cubrir los gastos, la dueña de MO Store empezó a fabricar y vender mascarillas a través de su página web a mediados de abril. Su página de venta online le ha funcionado bien. Pero debió cerrar definitivamente en Lastarria.

Sus mascarillas incluyen nanopartículas de cobre, les puso tres filtros y son lavables. Con un estilo minimal, de un solo color, están pensadas en gente que necesita ir a trabajar con ella. "Creo que las personas creativas tenemos que adaptarnos rápidamente a las nuevas circunstancias. Sufrirlas, llorar, pero luego salir adelante", concluye Olazábal.

A escasos metros de donde se encontraba la MO Store, también estaba el estudio de tatuajes Weeman, propiedad del uruguayo Cristhian Gularte (33), quien vive en Chile desde hace ocho años. Empezó a trabajar en estudios de tatuajes en La Florida y en el Portal Lyon, pero rápidamente pudo formar uno propio, en 2014. Eligió el Barrio Lastarria porque le pareció interesante la cantidad de turistas y el arte callejero que envolvía las calles.

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Cristhian Gularte, dueño del estudio de tatuajes Weeman, llevaba seis años en el barrio. Venía en punto crítico y en abril le robaron el local completo. Ahora funciona en Providencia.[/caption]

Partió de cero. Reconoce que al principio costó, pero cuando llevaba alrededor de un año el estudio se hizo conocido en el barrio. Actualmente, el Instagram del artista (@Uruguaytattoo) supera los 53.000 seguidores. Entre tus clientes eran frecuentes los franceses, alemanes y muchos brasileños. Le iba bien, podía atener hasta a tres clientes en un día.

Al igual que para Olazábal, los viernes eran complejos tras el estallido social y debía suspender algunas horas. Sus clientes tenían miedo de ir al barrio. Las manifestaciones comenzaron a generar la idea de poder cambiar el local de lugar, aunque sin ninguna idea clara. "El Barrio Lastarria ya no es lo que era hace uno años, cuando estaba lleno de turistas, de extranjeros", dice el tatuador ganador del primer lugar de la categoría "New School" de la convención de tatuajes Comic Ink 2019.

El 7 de abril entraron a robar al local de tatuajes Weeman. Lo dejaron sin máquinas, insumos, computador ni cámara de fotos. El robo gatilló el cierre definitivo de su local en Lastarria.

Cuando la idea de dejar el barrio ya estaba en su cabeza, decretaron la cuarentena en Santiago. Se fue a su casa a esperar que pasara, pues creía que era algo momentáneo, pero veía que las semanas pasaban mientras el resto de la ciudad funcionaba con normalidad y él no podía trabajar.

El 7 de abril le entraron a robar. Lo dejaron sin máquinas, insumos, computador ni cámara de fotos, todos implementos que necesita para trabajar. El robo gatilló el cierre definitivo de su local en Lastarria. Ni siquiera había visto locales antes del robo. Como las demás comunas funcionaban con relativa normalidad, optó por cambiarse a Providencia, cerca del metro Salvador, a fines de abril. Le fue bien, porque sus clientes ya lo conocían. Pero alcanzó a trabajar por dos semanas, hasta que decretaron cuarentena en Providencia. Nuevamente está sin poder trabajar.

Funcionar en cuarentena

La comida es de primera necesidad, por lo que los locales que permiten hacer envíos por delivery o hacer entregas en puerta han podido continuar su trabajo, aunque en muchos casos con menor demanda. El Bombón Oriental, conocido por su pastelería turca y por ser el café más antiguo del Barrio Lastarria, continúa la fabricación de sus productos.

El negocio lo comenzó Yolanda Mansilla hace 54 años, cuando su único vecino era Les Assassins. La cuarentena la pilló en La Ensenada, en Puerto Varas, donde tiene un restaurante. Se ha quedado ahí desde entonces. Por esta razón, durante la cuarentena sus tres hijos han sido los encargados de la administración y la cocina de la tradicional pastelería de calle Merced, en el Barrio Lastarria.

Eduardo Aguirre, uno de los hijos, quien se desempeña como el representante legal del local, cuenta que las cosas venían mal desde el estallido social: "Afectó a todos los locales, pero la gente seguía consumiendo, entre comillas. Pero con la pandemia... basta pasar por el Barrio Lastarria, que siempre estuvo vivo, para darse cuenta de que ahora hay un montón de locales cerrados". El abogado cuenta que antes del 18 de octubre pagaban entre cinco y seis millones de pesos por IVA por los tres locales (la fábrica, el café y el restaurant en Puerto Varas). El mes pasado pagaron 400.000 pesos por los tres.

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Bombón Oriental, conocido por su pastelería turca y por ser el café más antiguo del Barrio Lastarria, sobrevive con bajas ventas e intentando publicitarse en redes sociales.[/caption]

En el café tenían contratadas a tres personas. En la fábrica, otras tres. En el restaurante de La Ensenada, a nueve. Debieron hacer suspensión laboral de toda la gente en marzo. Solamente se quedaron los tres hermanos, un primo, una prima, más la cocinera histórica de la pastelería. Aunque el café está cerrado, aún deben pagar los arriendos. "En el café pagamos el 50% del arriendo. En la fábrica, que tiene un arriendo de un millón y medio, hablamos con los dueños y vamos a pagar cuando podamos", apunta.

La pastelería tiene Facebook desde hace años, pero no le habían dado mucho uso. Ahora, en medio de la pandemia, han aumentado su presencia en redes sociales, particularmente en Instagram (@Bombonoriental), pues les ha servido para ofrecer sus productos y anunciar que continúan sus actividades. El abogado cuenta que su mamá nunca quiso vender a través de internet, porque no estaba dispuesta a que le pidieran 500 panes de pascua en un día. Preferían hacer 80, porque la calidad es la prioridad. Pero en este contexto, ella misma propuso sumarse a las redes sociales.

"En el café pagamos el 50% del arriendo. En la fábrica, que tiene un arriendo de un millón y medio, hablamos con los dueños y vamos a pagar cuando podamos", cuentan en el Bombón Oriental.

Aunque durante la cuarentena ha habido días en que solamente han hecho una venta de un pastel de 2.000 pesos, hay excepciones. Eduardo Aguirre cuenta que hay días en que ganan hasta 70.000. Los días de la madre y el padre fueron buenos días a pesar de la cuarentena. Los fines de semana también sube la venta de las empanadas, que han sido reconocidas como las mejores de Santiago en años anteriores en distintos concursos gastronómicos.

Aunque parezca insólito, un local comenzó a operar en el Barrio Lastarria en medio de la pandemia. Se trata de la pizzería Gabilondo (@gabilondo.pizzeria), hermana de la panadería Gabilondo, también ubicada en el sector. El sello del local ubicado en calle Merced son las pizzas artesanales de masa madre fermentadas por 24 horas. José María Gallegos Gabilondo, dueño de la pizzería, vivió en Italia 16 años. Dos de sus hermanos aún viven en Europa. Por eso, sabía de primera fuente hacia dónde iba la situación incluso antes de que se decretara la cuarentena en Santiago. "Éramos los primeros en la cuadra, en la panadería, que teníamos alcohol, que pusimos carteles para entrar de a uno, de estar enmascarados". Pero incluso lo trataron de ridículo.

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José María Gallegos Gabilondo compró un local en el barrio en enero y planeaba abrir en marzo. Con la pandemia, su pizzería Gabilondo abrió en mayo y es la historia opuesta al resto: gracias al delivery ha logrado más ventas, aunque espera que la cuarentena termine.[/caption]

El local donde funciona la pizzería se compró en enero, se trabajó en febrero y debía abrir en marzo. "Fue una locura de esfuerzo de trabajo, de esfuerzo económico, de esfuerzo personal y familiar. Era tapar el sol con un dedo cuando venía a ver los últimos arreglos, porque sabía lo que se venía, pero no quise aceptar la realidad hasta que decretaron la cuarentena", cuenta el empresario. Finalmente se abrió el 20 de mayo.

El restaurante estaba pensando para que el cliente fuera del Barrio Lastarria, el oficinista del juzgado, de la Cámara de Comercio o de las oficinas de abogados. La idea del delivery no estaba contemplada, pues Gallegos pretendía que comer en su restaurante fuese una experiencia gastronómica llena de detalles: que el comensal viviera un poco de Italia más allá de los manteles a cuadrillé rojos y fotos del Coliseo de Roma en las paredes. La idea era que la gente comiera ahí. Los retiros deben ser en la puerta del local o a través de delivery. No se atiende a nadie sin mascarilla, aunque de todas formas hay porfiados que llegan sin ella.

"Nos ha ido maravillosamente. Pude negociar mi arriendo y lograr pagarlo. No le debo plata a los proveedores y estoy pagando al contado para ayudar a los proveedores, les pago sueldo a mis empleados", cuenta Gallegos. Dice que ha logrado mantenerse a flote gracias a que en el barrio los quieren mucho, por su panadería: "Me tiré a la piscina sin saber si había agua, pero gracias a Dios había un conchito. Tengo salud, estoy trabajando, puedo pagar los sueldos, mi señora y mis niños están bien. Hay que sobrevivir a esto. Después veremos cómo arreglarnos, pero hay que sobrevivir", dice optimista.

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