Blockchain en la música: la revolución en potencia
Contenidos y experiencias exclusivas, apuesta y participación de ganancias, contratos inteligentes, trazabilidad de la información y menos intermediarios. La tecnología blockchain y tokens como NFT prometen una nueva era entre artistas y fanáticos.
La portada digital incluye el arte en movimiento, se suma una copia del álbum en vinilo más su descarga, imágenes exclusivas de los músicos sesionando, y unos boletos dorados virtuales a la manera de Willy Wonka para acceder a la fábrica de chocolates, garantizando ingreso a shows de por vida en categoría VIP. Todos esos detalles de formato y acceso exclusivo, que la crítica mencionó a la pasada en el regreso de Kings of Leon con su octavo álbum When you see yourself, editado el 5 de marzo, marcaron un hito tecnológico en la industria musical.
Una banda como esta, más bien conservadora en el territorio creativo, empacó el regreso no solo en los compartimentos tradicionales -plataformas, cedé y LP-, sino debutando en la modalidad NFT (traducido como Token No Fungible), un tipo de criptomoneda que en esta variable permite integrar una serie de contenidos digitales y beneficios de acceso limitado, garantizando a los fans una relación preferencial, proyectada como una de las múltiples vías de desarrollo y rentabilidad de los artistas en un periodo de inactividad en vivo, y ganancias residuales en aplicaciones como Spotify y Apple Music, entre varias.
El grupo de Nashville subdividió el disco en tres categorías mediante NFT desarrolladas por la firma YellowHeart, subastadas en el mercado digital OpenSea. El primer paquete con el vinilo, la versión digital y arte en movimiento bordeó ofertas de US$50, el segundo se centró en el pase VIP eterno -sólo 18 localidades-, mientras el tercero, con arte exclusivo, alcanzó un costo de US$2.500. El saldo de los remates de estos formatos exclusivos y acotados arrojó ganancias por más de dos millones de dólares, que KOL destinó a caridad.
“Estamos aprendiendo de todo esto junto con nuestros fans, muchos de ellos están comprando NFT por primera vez”, señaló la banda ante un tipo de contenido complejo de aterrizar por sus características virtuales, y la exclusividad de sus diseños. Este token, entre varios que existen, es la punta del iceberg de la tecnología blockchain a la cual se integra, cuyas potencialidades albergan esperanzas para los artistas de generar mayores ingresos y beneficios, gracias a un sistema que prescinde de los intermediarios por donde el dinero se diluye, gestionar y disponer de regalías con inmediatez, asumir contratos flexibles y desarrollar una relación más fluida y paralela con los fans, potenciales inversores en el desarrollo de su artista favorito, comprometiendo alianzas con eventuales réditos económicos para ambas partes.
Todo este ecosistema que emana del blockchain ofrece algo que no es moneda habitual en el mundo de los espectáculos. Cada movimiento y transacción, junto a la autenticidad del material, está a la vista, clarificado para sus usuarios, y a la vez encriptado para imposibilitar la vulneración de los datos.
El libro abierto
La imagen recurrente para describir un blockchain es la de un libro de contabilidad a la vista de todos. En cada bloque de la cadena hay registros y transacciones. La información se liga al bloque anterior y al siguiente. La cadena se almacena en un nodo en la red, mientras cada uno de esos elementos se verifica y certifica, en tanto los participantes tienen una copia con los datos a disposición.
“Si el día de mañana un nodo desaparece, la comunidad actualiza sincrónicamente toda la información. Es seguridad y transparencia para todos los participantes del grupo”, explica el ingeniero Rafael Pérez, chief digital officer en e-Digital Chile S.A. “Puedes ocuparlo para distintos procesos de negocios y criptomonedas. Es la democracia de las transacciones, porque no hay un ente como un banco o como WhatsApp que de las normas. Acá las reglas las tiene la comunidad”, añade.
Sin embargo, un flanco radica en las criptomonedas, sus vaivenes y usos. Rafael Pérez explica que desde la Deep Web es posible acceder a armas y drogas, en un sinfín de posibilidades de aquel espacio desregulado, y pagar con criptomonedas. “Puedo ser un narco en un país equis y comprar criptomonedas a un japonés, me voy a Italia y adquiero una propiedad. Así lavo mi dinero sin pagar impuestos y cruzando fronteras”, reconoce.
La reacción frente a esa vulnerabilidad es rayar la cancha y aprovechar las ventajas del blockchain. “Se han generado consorcios que lo aceptan como tecnología y regulan para que las empresas que dan estos servicios tengan ciertos protocolos de seguridad, de propiedad intelectual, de auditoría. O sea, empresas validando ser parte del sistema”, explica.
De hecho, la Bolsa de Santiago, el Depósito Central de Valores (DCV) y Gtd crearon AUNA Blockchain, “el primer consorcio en América Latina que conforma un ecosistema financiero para que distintas empresas puedan crear y acceder a soluciones basadas en tecnología Blockchain”, según proclama la página de la bolsa capitalina, con promesas como “crear, lanzar y comercializar aplicaciones blockchain en días, no meses”.
Tú cantas / Yo financio
“Creo que hay una oportunidad brutal y súper amplia de gestión de transacciones, productos y servicios provenientes de Latinoamérica, para que se inserten a escala global con el blockchain”. Ricardo Lira, Gerente I+D+i | Bizarro Lab y Director Ejecutivo CRT+IC., se entusiasma cuando describe las potencialidades del sistema para el negocio musical, el desarrollo de artistas y la experiencia en directo, esta última la especialidad de Bizarro, una de las mayores productoras del país, responsables de la parrilla del festival de Viña del Mar, entre diversos eventos masivos.
Si bien reconoce que se trata de una tecnología “emergente”, que no está “100% instalada” y que en Chile requiere especialistas, Lira está seguro de su protagonismo a futuro. “Te puede servir para administrar de manera conjunta porciones de propiedad intelectual, las regalías que genere un artista en un show, en la radio, en el desarrollo de contenido asociado a la participación que puede venir de varios lugares”, señala.
Al prescindir de intermediarios y tener toda la información chequeable a mano gracias a un blockchain, los artistas pueden edificar su propio hábitat con los fans, donde las ganancias y los datos no se distribuyen en los canales digitales habituales, sino resguardados en un entorno seguro y directo. “Para la industria tradicional las transacciones siempre estaban dadas a través de un intermediario que tenía un acuerdo contractual con el artista para administrar su carrera y explotar comercialmente”, explica.
Ricardo Lira explica que una de las gracias del blockchain es que permite transacciones peer to peer, de extremo a extremo. “Así un artista, por ejemplo, podría tener como inversionista en la producción de masters a los fans. Puede vender, ofrecer participación de regalías futuras o incluso de la propiedad intelectual misma, con gente invirtiendo desde su casa sin pasar por un sello, Spotify, ningún agente”.
Esas transacciones podrían ser medidas, monitoreadas y modificadas si las condiciones cambian, “la lógica de los smart contracts”, apunta Lira. “Puedo invertir 10 mil dólares para que produzcas tu disco. Si se generan 2000 dólares en promoción, no me devuelvas nada porque es un apoyo para ti. Pero si generas 15 mil, empiezas a devolver mi plata, y vamos juntos en el negocio. Eso se puede programar”.
Si bien los intermediarios se soslayan, no desaparecen. “No porque le esté pagando a un artista o comprando algún derecho o contenidos de manera directa, abandonaré otras plataformas. No se van a dejar de producir derechos por ejecución pública en televisión o por el uso de una canción en otra producción. Siempre va a haber intermediarios, pero esta tecnología condiciona mayor transparencia por la información disponible y trazable. No pasa a ser un hoyo negro de cuánto generó equis artista -no se sabe, hay que preguntarle a la SCD-, mientras aquí ves en tiempo real todas las transacciones. Es una potencial revolución de la forma de hacer negocio en la música”.
Entre los bemoles de la tecnología asoman las fluctuaciones de las criptomonedas, aún cuando en poco más de una década el valor se ha multiplicado notoriamente. En 2010 Laszlo Hanyecz pagó 10 mil bitcoins por un par de pizzas. En enero de este año, un bitcoin valía más de 40 mil dólares. En ese momento, las pizzas equivalieron a 400 millones.
¿Cómo debiera cambiar la experiencia de asistir a un show mediante esta tecnología? Según el ejecutivo de la productora Bizarro, todas las acciones relativas a un artista hasta concurrir a su número en vivo, estarán concatenadas. “No solo es que me compro la entrada, la polera, o la hamburguesa, transacciones más bien obvias posibles con bitcoins, sino que también tenemos puntos de relación basados en activaciones. Voy en bicicleta al Arena, por lo tanto voy a estar ganando monedas virtuales de sustentabilidad. Todos los espacios de interacción son posibles transacciones”.
Ricardo Lira prevé en un escenario post Covid la convivencia de shows presenciales con formatos híbridos de asistencia virtual a un concierto, como también apuesta por una relación digitalizada de los artistas con sus seguidores en el futuro. “Cuando un fan descubre a un músico y genera un camino de vida con ese artista, ese espacio infinito de interacciones deja de ser una acción transaccional y se convierte en una acción experiencial. La acción transaccional es unidireccional. Pasas plata, te paso un ticket, y ves al artista. En un espacio experiencial, todas las acciones son multidimensionales y se combinan con otras. El espacio de entretenimiento no empieza ni termina cuando vas al show, sino que empieza cuando iniciaste tu viaje de conocimiento e interacción con ese contenido y artista. Puede terminar 80 años después. Incluso posterior a tu muerte, programando la música en tu funeral”.
En cuanto al NFT explorado por el grupo Kings of Leon, como las posibilidades de productos son múltiples puedes adquirir, especula Ricardo Lira, el solo de guitarra de una determinada canción y no hay otro, sólo tú puedes tener el certificado de ese segmento. “Pero no significa que el solo sea tuyo y que tengas algún derecho, a no mediar que lo vincules a un smart contract”, dice. ¿Se puede vender? Claro -añade el ejecutivo, “pero no la propiedad intelectual en sí misma. Puede ser muy valioso igual. Lo que busca es exclusividad, certificaciones respecto de obras. Hay un par de cruces más allá de la especulación y del hype, que efectivamente tengan algunos deberes y derechos respecto a la obra y la transacción en sí. Creo que ahí estamos súper cerca de encontrar un modelo interesante de comercialización de arte visual, y de otros contenidos vinculables en términos de derechos”.
Este evento, que reunió en el Teatro Municipal de esa ciudad a expositores de distintas soluciones tecnológicas -entre ellos, Kinesix VR, Zeus y Huawei, partners de Claro empresas- fue también el punto de partida para la nueva Corporación de Innovación y Desarrollo Sostenible de la Ciudad Jardín.
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