Desde hace unos meses que Chat GPT está en boca de todos. El chatbot creado por la empresa OpenAI usa Inteligencia Artificial para comprender y generar lenguaje natural, manejando además inmensos volúmenes de información que le permiten ser una excelente guía en los tópicos más diversos.

Por lo mismo, son muchas las profesiones y ocupaciones que han visto en esta herramienta un aliado o una amenaza. Los establecimientos educacionales no son la excepción, ya que las capacidades de Chat GPT han puesto en jaque muchas metodologías de enseñanza, particularmente las formas de evaluar.

Dentro de sus múltiples posibilidades, el chatbot es capaz, por ejemplo, de resumir libros enteros, resolver ejercicios matemáticos o escribir un poema usando una métrica en particular, lo que deja fuera de juego muchas de las tareas o evaluaciones a las que estás acostumbrados los colegios.

“Claramente, como toda nueva tecnología, la introducción de GPT genera una disrupción y estamos recién empezando a ver algunos efectos, muy inicialmente. Hay un montón de incertidumbre rondando en torno a la forma en la que se saca partido una tecnología así”, opina Rubén Arias, CEO de BeeReaders, EdTech que ofrece una plataforma de ejercitación de lectura para estudiantes de entre 5 y 18 años. La startup guarda una especial vinculación con Chat GPT, ya que su CTO ha trabajado junto a OpenAI en la construcción de los data sets que permiten que la herramienta también funcione en español.

La disrupción de la que habla Farías se ha hecho notar con medidas tomadas por establecimientos educacionales de todo el mundo. Las más notorias han sucedido en Estados Unidos, donde el Departamento de Educación de Nueva York prohibió el uso de Chat GPT tras considerar que tendría un impacto negativo en el aprendizaje de los estudiantes. La medida se replicó en ciudades como Los Angeles y Nueva York.

Luis Santana, director del programa Formando Ciudadanía Digital de la Universidad Adolfo Ibáñez, advierte que no es bueno tomar decisiones tajantes tan pronto, para ninguno de los dos extremos posibles.

“Este es un periodo de aprendizaje y de socialización y que va a ser de entendimiento mutuo de cómo queremos adaptar esta tecnología, porque va muy rápido. La decisión de prohibirla de antemano o integrarla totalmente en los procesos no es lo ideal. Tiene que ser un proceso más paulatino de ver cómo lo vamos a ir integrando y cómo vamos a ir evaluando si se adapta a los requerimientos de las personas, a sus derechos, protegiendo la democracia y protegiendo nuestra convivencia. Vamos a ir integrando la tecnología en la medida que sea útil para estos propósitos, no la tecnología porque sí”, dice Santana.

Por su parte, Rubén Arias compara lo que está pasando con Chat GPT con fenómenos similares que sucedieron cuando aparecieron plataformas como Encarta, Wikipedia o el mismo Google, que encendieron mucha alarma por la comunidad educativa pero terminaron siendo aceptados.

Según él, la prioridad ahora es que los profesores entiendan bien qué es ChatGPT, cómo funciona y qué se puede hacer con él. “El gran desafío para el colegio es entender si primero los profesores están preparados para sacarle partido a una herramienta como esta y luego ver de qué forma esos mismos profesores ayudan a formar estudiantes que estén preparados para entrenar un modelo como este y sacarle el máximo partido al uso”, dice.

De todos modos, el CEO de BeeReaders advierte que el escenario es adverso, ya que en la actualidad ya hay una gran brecha digital que impide que algunos docentes aprovechen al 100% las herramientas disponibles.

“Con otras tecnologías que ya llevan varios años dando vueltas en nuestra sociedad, les ha costado la adopción, imagínate con algo que es más nuevo todavía. Le tenemos miedo a veces a las cosas nuevas, entonces probablemente las puertas se van a cerrar, se va a prohibir, más que intentar entender cuál es la mejor manera de sacarle partido a este avance tecnológico y a tratar de que sirva para aumentar la capacidad de aprendizaje de los niños y de enseñanza a los profes”, dice Arias.

Desde el punto de vista de los alumnos, Luis Santana asegura lo importante es que se siga garantizando en su educación formación en torno a las “habilidades del siglo XXI”. “Son las habilidades que sí se requieren para poder administrar y sacar el mejor provecho de esta nueva tecnología, no necesariamente usando las tecnologías mismas. Estamos hablando de que se necesita pensamiento crítico para tomar las decisiones, para evaluar cuándo un contenido o una imagen son o no verdaderas, flexibilidad para poder ir actuando en un ambiente que tiene más información y más capacidades”, dice.

Por lo mismo, las evaluaciones también deberían ir en la línea de ejercitar estas aptitudes, sin replicar tareas o pruebas que se hacían antes pero que hoy pueden solucionarse con Chat GPT u otra tecnología similar. Esto va en la línea de las tendencias educativas de los últimos años, donde se ha comprendido que la importancia ya no está simplemente en el contenido, ya que este puede ser encontrado rápidamente en internet.

“Es necesario crear instrumentos de aprendizaje que aprovechen estas nuevas capacidades de la Inteligencia Artificial. Por ejemplo, le proponemos resolver un caso a los estudiantes en vez de que tengan que escribir un ensayo sobre el caso. Puedes pedirle a la Inteligencia Artificial cinco alternativas para poder resolver el problema de la contaminación de las aguas en China, y luego a los alumnos que su trabajo sea elegir una de esas alternativas y tratar de justificarla de acuerdo a su propia experiencia”, dice Santana.

Por su lado, Rubén Arias considera que una vez que herramientas como Chat GPT sean incluidas en el sistema educativo se abre una oportunidad y una necesidad de enseñar a los alumnos a usar de la mejor manera este tipo de herramientas, que luego serán clave en el mundo laboral al que se verán expuestos.

“Es tan valioso el saber usar bien el sistema de entrenamiento de GPT que hoy día en el mercado un generador de prompts y entrenador de sistemas de este tipo está recibiendo un sueldo de arriba de 300 mil dólares al año. Ese es el valor que se le asigna a una carrera que es nueva y que básicamente apunta a dominar esta tecnología con el potencial que esta puede generar”, dice Arias.