Ciudades inteligentes: ¿Innovación tecnológica o exclusión social?

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A medida que la sociedad avanza hacia la digitalización, surge un la duda de si realmente las "smart cities" mejoran la calidad de vida para todos o incluso pueden llegar a profundizar las brechas sociales y digitales. La tecnología en el entorno debe ser pensada para toda la población, sin dejar de lado a los sectores marginados ni a aquellos que por edad puedan verse excluidos al acceso y entendimiento.


Gracias al uso de la tecnología, que permite optimizar procesos y economizar recursos, las ciudades inteligentes son clave para el desarrollo urbano sostenible. Sin embargo, y más allá de todos los avances que suponga la inclusión de tecnología, la verdadera “inteligencia” de una ciudad radica también en ser resiliente ante los nuevos y diversos desafíos, desde eventos climáticos a cambios socioculturales.

Las “smart cities” deben, por ejemplo, pensar en edificios interconectados a los sistemas de seguridad, a controles de acceso automatizados y que permitan a los usuarios hacer uso de control de identidad con sistemas biométricos, para así tener un acceso seguro a sus domicilios; también debieran considerar autopistas con control de tráfico en tiempo real, para entregar monitoreo minuto a minuto y mejor sincronización con semáforos y agilizar así la experiencia, o la aplicación de dispositivos IoT, para así hacer un seguimiento a diversos parámetros en las construcciones o ciudades y entregar mejores servicios, e incluso vinculación directa al trabajo de los ciudadanos; entre otros.

Ciudad Inteligente
Una ciudad inteligente, más interconectada y autónoma en sus funciones, debe ser pensada no solo como un foco de tecnología, sino como un centro de innovación en el cual se apliquen diversas soluciones pensando en la población específica.

Alejandro Véliz es titulado de Arquitectura de la Universidad Técnica Federico Santa María y es profesor asociado en Diseño Digital, Director Asociado de la Escuela de Arte, Diseño y Arquitectura de la Universidad de Plymouth, en el Reino Unido.

Su área de investigación está centrada en las estrategias de diseño conjunto e innovación creativa aplicadas a problemas de automatización y producción arquitectónica y VR. Se enfoca, además, en articular estrategias para darles más herramientas a las comunidades y sectores más rezagados, con soluciones tecnológicas que puedan usar para el desarrollo de sus localidades y generar mayor bienestar.

Una ciudad inteligente, dice, debe ser inclusiva, asegurando que todos los sectores puedan formar parte, con acceso equitativo a los recursos y servicios básicos. Porque, por ejemplo, puede que tenga un transporte público realmente interconectado en tiempo real, con flujos de locomoción sin interrupción, pero estos dejan de ser útiles si los ciudadanos con movilidad reducida no pueden usarlos.

Además, no sólo debe fomentar la innovación y crecimiento económico, sino abordar las desigualdades salariales y garantizar la inclusión financiera, con infraestructuras y servicios que deben diseñarse de forma tal que promuevan la participación e igualdad de oportunidades.

Si bien su trabajo está centrado en Europa, Alejandro Véliz destaca algunas iniciativas realizadas en Latinoamérica, como el sistema de transporte en Brasil e incluso la eficiencia y expansión que ha logrado en Chile el Metro de Santiago. Pero aún queda mucho por hacer, y ejemplifica con el Viejo Continente, donde se utilizan tecnologías más avanzadas de salud, de construcción de vivienda e incluso de información asociada a cómo se modelan edificaciones y que ayudan a monitorear mayores detalles, como el ciclo de vida de las construcciones, la huella de carbono o qué pasa en el ámbito energético, entre otras.

“Una ciudad que no es inclusiva y no es diversa, no se puede decir realmente inteligente”, dice el académico basado en Plymouth, que estuvo recientemente en Chile para el último Congreso Futuro.

“Si se implementan tecnologías que no consideran estos aspectos, lo que se va a lograr es profundizar en desigualdades y, como consecuencia, tendrás una ciudad ‘menos inteligente’, con menor accesibilidad y tendrás tecnología solo por tenerla”, plantea.

Ciudad Inteligente
Una urbe inteligente no solamente tiene soluciones orientadas a la ciudadanía, sino que, a la vez, piensa en su propio entorno y necesidades, dice Alejandro Véliz.

La tecnología, enfatiza, tiene el riesgo de, al momento de instalarse, puede ser también una herramienta para segregar y puede exacerbar las condiciones de marginalización. En su lugar de residencia, dice, se puede acceder a la ficha completa de salud desde dispositivos móviles y es muy útil. “Pero a los adultos mayores les cuesta y son los que más necesitan tener a mano esos documentos, porque son aquellos con más problemas y así uno muchas veces ve implementación por implementación y no porque haya mejoras sustantivas en la calidad de vida de quienes lo necesitan”, sugiere.

Brecha digital y desafío de inclusión

Plymouth, donde Véliz tiene centrado trabajo e investigación, es una ciudad post industrial en el Reino Unido y que, de acuerdo al académico, a pesar de ser pequeña, “es muy representativa de muchas ciudades en el mundo”. Tuvo una industria fuerte, luego un declive, pero aglomera, incluso a través de su puerto, una serie de comunidades rurales más pequeñas. “Es una tipología que existe en Chile incluso y tratamos que sea nuestro laboratorio para inventar y probar la eficiencia de energía en las ciudades inteligentes”, asegura.

IoT
Los dispositivos IoT ayudan a que los entornos sean inteligentes y puedan interactuar con distintos aparatos, enviar notificaciones a sistemas de seguridad y orden civil, a ayudar a volver más autónomos los sistemas de reconocimiento, entre otras cosas.

Existen diversos tipos de marginaciones, dice. La digital consiste en cuanto al acceso a infraestructuras digitales y a veces tiene que ver con el usuario, que le cuesta entender la tecnología, como dispositivos móviles. La física-geográfica, en tanto, y que puede mezclarse con la anterior, sucede en ciertos lugares donde hay poca señal de internet, donde las compañías no llegan y, por tanto, no se puede acceder a servicios básicos, ni redes sociales para interactuar con otras personas o servicios de salud. Y existen otras, que miden al menos en Inglaterra, que es la marginación por pobreza digital, asociada a la pobreza financiera.

“En muchos casos, hay adultos en edad trabajadora que no tienen dinero para pagar una conexión de internet y que están marginados porque no pueden acceder a ella”, explica.

“No existe una sola forma de clasificar la marginación digital, porque muchas veces está frente a ti, en la ciudad, al centro, pero otras veces es invisible porque esa gente simplemente no puede participar de esos mundos digitales donde se toman decisiones o las personas interactúan”, añade, y luego dice que, si bien trabajan en concreto con población mayor, “hay muchos más”.

Alfabetización Digital
La alfabetización digital, dice Alejandro Véliz, debe comenzar responsablemente desde las primeras edades, pero debe considerar a los sectores más marginados de la sociedad y también a aquellos de edad avanzada.

Y el trabajo de las ciudades inteligentes, regiones, etc., debe ir de la mano con el Estado.

“Hay agendas del Estado que deben estar orientadas en misiones de alfabetización digital, no solamente pensadas para lograr que ciertas tecnologías puedan penetrar en un mercado mayor”, sugiere Véliz.

Existe un componente económico, pero también se deben lograr cubrir brechas de desigualdad, pero sumado a eso, es vital colaborar con instituciones de los diversos sectores, sean públicas o privadas. “El Estado lo que puede hacer es indicar una hoja de ruta, cuál es el objetivo y dónde queremos llegar, pero la cantidad de actores que pueden ayudar son muchos, porque es un problema bien complejo y multidimensional”, plantea.

Es necesario, dice, que los sectores más relegados sean también incluidos. “La posición que estamos desarrollando en el tiempo, y ojalá sea valioso acá en Chile también, es la de mirar la ruralidad y la marginación digital como áreas que tienen un tremendo potencial de contribuir a la economía, la innovación social y tecnológica, a la creatividad del país y, en caso de no hacer nada, vamos a perpetuar los campos como zonas puramente productivas y extractivas”, plantea el investigador y luego añade que “vamos a terminar sin fuerzas laborales, sin ecosistemas de innovación y vamos a colapsar un sistema rural que ya está mostrando problemas”.

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