¿Desde qué edad los niños deberían tener un celular?

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Según un estudio de la Subtel, 9 de cada 10 niños tiene un smartphone. A raíz de la pandemia, la interacción que tienen los niños con estos aparatos aumentó considerablemente, levantando preguntas y preocupación en los padres. Expertos recomiendan aquí el uso responsable de internet, sin cortar los beneficios que la tecnología entrega a este rango etario en términos de educación y conectividad.


Mauricio Bahamonde (48), ingeniero civil industrial, cuenta que el primer celular que le dio a su hijo fue a los 10 años. “Principalmente se lo pasamos para que tuviera conexión con sus amigos, porque algunos ya tenían celular”, dice. Las indicaciones que le dio a su hijo fueron claras: no lo podía usar en el colegio ni pasadas las 9 de la noche. Además, no podía tener nada con clave. “Él sabía que le revisaríamos todo, sobre todo el tema de las redes sociales”, explica. Pero al final del día, hace un balance positivo: “Su repercusión fue buena, porque una vez que llegó la pandemia, se transformó en una herramienta poderosísima para mantener la socialización con su curso y amigos”.

La Radiografía Digital 2020, presentada en febrero pasado por la Subsecretaría de Telecomunicaciones de Chile, entregó un panorama general de cómo en los niños se han ido acercando cada vez más lo digital. En este informe, se pueden esclarecer varios puntos. Uno de ellos es que 9 de cada 10 niños posee un celular, y que 7 de cada 10 reconocen jugar online en esos dispositivos con gente que desconocen, un dato que puede ser preocupante. Pero, a pesar de esto, hay otros puntos que son muy alentadores. El informe, por ejemplo, arroja que la conectividad digital, a través de celulares y otros aparatos, fue un beneficio en tiempos de cuarentenas, y que, a diferencia de lo que se creía, no alejó a los niños de sus familias.

“En la pandemia, los celulares y las redes sociales permitieron que los niños y adolescentes pudieran mantenerse en contacto con sus pares en momentos vitales de aislamiento. Esas redes fueron un sostén importante” explica la psicóloga Albana Paganini, Directora Clínica Psicológica de la Universidad Diego Portales. Lo comenta en el marco de que, a pesar de que es necesario mantener un orden y seguridad con respecto al uso de los celulares en menores de edad, hay ciertas atribuciones donde efectivamente hay un beneficio, teniendo en cuenta que también un 90% de los niños mayores de 13 años tienen un celular y esa es una realidad con la que los padres deben lidiar. Expertos internacionales indican que los 13 años es una edad donde un niño podrían tener un celular, pero con una serie de reglas y siempre bajo supervisión de sus padres respecto a lo que escriben en redes sociales y sin libre acceso a internet, por los riesgos que conlleva.

Albana Paganini refuerza la idea de que lo importante, para estos casos, y más allá de los cuidados básicos, es el rol que cumple la tecnología con respecto a las relaciones sociales. “Si el celular se vuelve una especie de suplente de relación afectiva, es problemático. Si el celular es un dispositivo de comunicación que se inscribe en otras tramas relacionales, entonces no”, sentencia, aclarando que las consecuencias del uso de los aparatos no tienen que ver con rasgos personales o individuales que puedan ocurrir, sino de las relaciones de vinculación que conllevan.

En febrero de este año, y como parte de la presentación del estudio, la exministra de Transportes y Telecomunicaciones, Gloria Hutt, explicó el estudio: “Se podría haber supuesto que tanto los padres como los hijos descansarían en las pantallas, pero finalmente no fue así”. En los momentos más intensos de la pandemia, a pesar de la hiperconectividad, niños y adolescentes volvieron a integrarse a las charlas familiares, con un 60% de ellos asegurando que pudieron comunicarse más con sus padres de manera directa. En ese sentido, el uso del celular fue un aditivo y no un reemplazo de dichas relaciones, a pesar de la alta conectividad a nivel país.

La huella digital y los cuidados básicos

Un resultado llamativo del estudio de la Subtel es que solo el 11% de los niños y adolescentes encuestados saben lo que es la huella digital. “Uno de los problemas que ocurren, desde la ciberseguridad, es que los niños no tienen noción de que cada acción en ella genera un rastro, y eso puede terminar en la vulnerabilidad del niño”, explica el exsubsecretario de Telecomunicaciones, Pedro Huichalaf. Hace especial reparo en que la tecnología ha avanzado tan rápido que muchas veces son los niños quienes manejan mejor las redes que sus propios padres, sin saber que en el camino están dejando información importante.

Actualmente, hay plataformas que han bajado la edad permitida de acceso, ejemplifica Huichalaf: “Antes, para entrar a Facebook, tenías que tener 18 años, pero habían niños que inventaban la edad, entonces se comenzó un proceso de adaptar las redes para los más pequeños, con controles parentales”. Esto provocó la preocupación inicial de las autoridades. Pasó lo mismo con la cantidad de niños que, accediendo a los videojuegos en línea, hacían transacciones con los datos bancarios de sus padres.

Esta realidad, según el exsubsecretario, es la que produce una vinculación con la tecnología a menor edad, y también, si no hay control, una mayor dependencia de las tecnologías, incluso llegando a la “ludopatía digital”. Para controlar esta temprana vinculación, la señal es clara: el rol de los padres no solo para poner límites, sino que explicar en detalles cómo funciona el internet, la huella digital y todo lo que eso puede provocar. “Hoy no es un tema de edad, sino de tener padres vinculadores. La invitación de cuidado es siempre que los adultos pongan los límites, pero que también enseñen y sean fuente de conocimiento para sus hijos”.

En este contexto de pandemia, el uso de las redes generó cambios importantes. “La posibilidad de la conectividad a nivel académico incluso abrió posibilidades de accesibilidad. El celular como un aparato para aprender”, dice Albana Paganini.

Esa capa interactiva y educacional se ha instaurado por varios años, pero sólo ahora, bajo la obligatoriedad del encierro, pudo ver sus efectos. Pedro Huichalaf dice que, según los estudios que pudieron hacer en 2017 en Telecomunicaciones, pueden hacer hoy proyecciones que indican que la pandemia aceleró este proceso de mezcla entre el ocio y la educación en los aparatos. “Un informe de YouTube explicaba que la gran cantidad de personas que hoy acceden a sus videos están conformados por personas de 16 a 18 años, en plena etapa escolar, que no ven precisamente videos musicales, sino tutoriales, dándole una connotación muy educativa al acceso a internet”.

Este beneficio, bien aplicado, podría significar un cambio en cómo se percibe la relación que tienen los niños con sus celulares y otros dispositivos con acceso a internet, y al mismo tiempo hace entrar en el debate a la brecha digital.

“La brecha aquí en Chile es muy grande”, afirma la psicóloga Albana Paganini. De acuerdo a la cifra de la CEPAL, el 40% de los niños aún no tienen acceso a internet ni aparatos tecnológicos. “Aquí, en la Facultad de Psicología de la UDP, preparamos material impreso, porque sabemos que muchos no tienen acceso a internet siquiera. Hay que pensarlo esto como algo que, en su disposición, atraviesa problemáticas sociales también. Por lo mismo no se puede generalizar”, dice la experta.

Cuando se habla de hiper tecnologización y no se considera esa parte de la población, el tema se reduce a una buena educación y accesibilidad para todos. “Esa es y será la solución de cómo los niños tienen que conversar con los aparatos tecnológicos”, añade la psicóloga.

Cuando ese terreno esté parejo, según Paganini, recién se puede comenzar a hacer un análisis real de cómo han influido los celulares en los niños, ahora que están presentes en todos los aspectos de su vida. Mientras, datos duros del informe “Orientaciones para la regulación del uso de celulares y otros dispositivos móviles en establecimientos educacionales” hecho por el Ministerio de Educación, muestran efectivamente que, dentro de las condiciones generales, el uso de pantallas en niños afecta su calidad de sueño, tiene un efecto en el desarrollo neuronal y en la concentración, además del riesgo de ciberseguridad que conlleva. Para eso, los consejos siempre son concretos y dirigidos a los padres.

Consejos de ciberseguridad y hábitos

Tal como lo afirma Albana Paganini, un buen consejo es no demonizar el uso del celular. Su buen uso tiene beneficios y la restricción excesiva solo provocaría un alejamiento de los vínculos sociales que el niño podría tener. “Lo importante es saber en qué lugar se ocupa el aparato y sus horarios”, dice.

Por otro lado, María Josefina Escobar, académica de la Escuela de Psicología de la Universidad Adolfo Ibáñez, explica que es esencial el uso de una rutina con respecto a los aparatos electrónicos. “La recomendación es limitar el uso del celular, por ejemplo, decir que en la mesa no se usa cuando estamos comiendo, o que el celular no se lleva a la pieza, o a partir de las 19 horas nadie usa el celular en casa”, agrega. Bajo esos canales de control, se pueden reducir al máximo los efectos negativos de la sobre exposición, como las alteraciones de sueño y el sedentarismo.

Las reglas, en su mayoría, irían dirigidas al apartado de ciberseguridad, un tema que está en boga por el aumento de ciberbullying y grooming. Dentro de ese contexto, el llamado es a “usar controles parentales para el acceso a páginas en las que pueda navegar, a los juegos que instale, regular que redes sociales usará, quienes son sus contactos y si las mismas son redes sociales adecuadas para su edad”, dice la psicóloga.

El exsubsecretario Pedro Huichalaf agrega que, para este último punto, existen herramientas muy útiles que pueden hacer más fácil la tarea de acceso restringido. “En el caso del niño esa privacidad online que existe debe ser supervisada. Hoy como adulto uno puede hacer esa supervisión con la ayuda de apps de restricción, registradoras de actividades y hay incluso unas que vienen con el mismo celular, es cosa de darse el tiempo”, afirma.

Todos concuerdan en que la pandemia fue un transformador digital que cambió nuestros hábitos tecnológicos, y no solo los de los niños. Por lo tanto, lo más importante es moldear esos comportamientos con los propios. “Si mi hijo me ve todo el día mirando el celular, el mensaje que le estoy dando es que lo que está pasando en el celular es más importante que compartir con ellos”, dice María Josefina Escobar. Y cuando existe una relación ordenada, que marca muy bien el uso de la tecnología para lo ocioso, lo académico y lo vincular, es mucho más fácil entregar ese mismo mensaje a los más pequeños de la casa.

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