Disrupción en las empresas: no evolucionar, sino REvolucionar

J.J. de la Torre. Foto: Juan Ignacio Rosauer.
J.J. de la Torre. Foto: Juan Ignacio Rosauer.

El concepto de disrupción implica utilizar metodologías con más procesos, formas de trabajo para buscar soluciones no lineales ni transformativas a problemáticas que exigen desafiar los parámetros normales con los cuales desarrollaremos una solución. Un desafío que lleva la incertidumbre a niveles superiores, pero indispensable a la hora de hacer frente de manera revolucionaria a la competencia.


La disrupción es un término que se ha vuelto cada vez más popular en los últimos años, especialmente en el mundo empresarial, concepto que incluso muchas veces no solo es mal utilizado, sino que abusado y utilizado como sinónimo de muchísimas cosas.

Pero, ¿qué es realmente la disrupción? Desde mi perspectiva se refiere a utilizar metodologías con más procesos, formas de trabajo para buscar soluciones no lineales ni transformativas a problemáticas que exigen desafiar los parámetros normales con los cuales desarrollaremos una solución.

De esta manera, el buscar soluciones disruptivas implica necesariamente que vamos a cuestionar ya no solo el status quo de nuestra empresa y organización -como lo haríamos ante un proceso de transformación-, sino los mismos principios bajo el cual opera nuestra organización en el mercado y o contexto.

En otras palabras, ya no es buscar evolucionar lo que hacemos, sino más bien revolucionar el mercado y el contexto mediante una nueva propuesta de valor disruptiva.

En síntesis, se trata de cambiar las reglas del juego o también mirar las reglas del juego que de cierta manera muchas veces nosotros mismos hemos definido con nuevos ojos y nuevas aspiraciones.

¿Cómo lo logramos? Desde nuestra perspectiva, partiendo de la generación de una nueva propuesta de valor que está compuesta por un producto, por una experiencia y por un modelo de monetización, lo cual es soportado por ciertos habilitadores.

¿Cúal es la dificultad? La problemática radica en el nivel de incertidumbre al cual se expone una organización cuando decide utilizar la disrupción como el mecanismo mediante el cual modificar su propuesta de valor. Dicho nivel de incertidumbre podríamos decir que es 100 veces más alto que en un proceso de transformación digital, el cual ya es 10 veces más alto que un proceso de digitalización.

Si consideramos que el 80% de las organizaciones en Chile aún se encuentran realizando procesos de digitalización, entonces resulta una tarea desafiante y complicada el plantear procesos disruptivos.

¿Cual es la necesidad? La necesidad real para las organizaciones de optar por disrupción digital, radica ya no solo en buscar nuevas fuentes de ingresos y crecimiento, sino muchas veces hacer frente a una competencia cada vez más desafiante que viene del lado de competidores no tradicionales que han forjado sus propuestas de valor precisamente en elementos disruptivos.

Un ejemplo interesante de esto lo encontramos en el mundo de la banca, en donde vemos que competidores no tradicionales han empezado a competir cara a cara con los principales bancos a nivel mundial generando propuestas de valor que desafían los estándares de producto, experiencia y monetización creados por estas mismas empresas. El ejemplo más reciente de esto es el lanzamiento esta semana de cuentas remuneradas por parte de Apple, algo absolutamente impensable hace 18 meses.

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