La escuela en tiempos de Covid-19: la urgencia de innovar

El desafío no es solo un problema de digitalizar la forma en que entregamos los contenidos, sino de hacernos realmente cargo de la adaptación urgente que requiere el sistema para educar a los humanos del siglo XXI.


Estos días se ha puesto a prueba la capacidad de adaptación de todas las instituciones del mundo. Se augura que nuestro cotidiano nunca volverá a ser como antes y en esa línea, según el artículo de la revista del MIT “We´re not going back to normal”, el distanciamiento social llegó para quedarse por mucho más que algunas semanas. Los expertos destacan que para detener el coronavirus, necesitaremos cambiar radicalmente las cosas, entre ellas, cómo educamos a nuestros hijos. Una institución especialmente sensible y tremendamente interpelada por estos días es la escuela, la cual ha funcionado por mucho tiempo sin mayor cuestionamiento en la lógica de sala con clase expositiva y profesor erudito. Hoy hemos evidenciado cómo la gran mayoría ni siquiera están preparadas para dar un primerísimo paso: recrear este mismo formato de manera remota, algo que, por lo demás, no implica ningún desafío extraordinario en materia tecnológica y cuya implementación podría aliviar a muchísimas familias del país. Pese al llamado del MINEDUC de dar continuidad a los aprendizajes, en la práctica casi nadie en la comunidad escolar ha aprobado el desafío: ni los colegios privados ni los públicos; ni los docentes, ni tampoco los directivos. El desafío no es solo un problema de digitalizar la forma en que entregamos los contenidos, sino de hacernos realmente cargo de la adaptación urgente que requiere el sistema para educar a los humanos del siglo XXI. Personas que van a sufrir cambios constantes e inimaginables en su entorno y que tendrán que desarrollar habilidades nuevas para ejercer una ciudadanía global y digital. Partir reflexionado sobre cómo enseñar y motivar a estos nativos digitales, preguntarnos qué deberíamos enseñarles en este nuevo contexto, en que el conocimiento aumenta a una velocidad inimaginable, pero por sobre todo, entender que las habilidades que debemos impulsar ya no son las que requería el ser humano del siglo XX. En estos momentos de crisis, cuando nos enfrentamos a problemas de esta dimensión, es cuando nos vemos obligados a innovar, generar un cambio y adaptarnos a una nueva realidad. Ese es el camino al que todos estamos llamados. El camino de la transformación de la escuela, tantas veces postergado y resistido, debe partir con humildad, urgencia y convicción. Sin confundirse, pensando que son los dispositivos los que motivan a los estudiantes, sino nuevas propuestas educativas que potencien los aprendizajes a la luz del cambio que estamos viviendo.  No olvidemos que el futuro de Chile son esos niños que están en la casa, consumiendo tecnología y redes sociales, igualmente confundidos que sus referentes adultos, pero con menos guía y herramientas para enfrentar este nuevo escenario. Como me dijo una querida profesora en estos días, el desafío de la era digital llegó con todo al sistema escolar y, por lo tanto, se vuelve un deber moral renovar nuestro compromiso y nuestra vocación de preparar a la futura generación de emprendedores, líderes y ciudadanos de nuestro país. Lo importante es empezar este camino.

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