La historia del cartero más antiguo de Correos de Chile
Con 40 años de oficio, Juan Carlos Ríos sale a repartir la correspondencia de lunes a sábado, en una industria que ha dado pasos para su digitalización y que enfrenta la reducción de cartas físicas, en contraste con la entrega de paquetes. "Es parte de una tradición y que forma parte de la identidad del país", dice el cartero, quien cuenta aquí cómo se ha ido aclimatando a la tecnologización de su labor.
Aunque pase el tiempo, el recuerdo se mantiene intacto. Sin tener en mente una fecha exacta, son las imágenes y el vínculo humano las que más calaron en su memoria. Sucedió a principios de la década del 2000, en el Centro Cultural Palacio de La Moneda. Juan Carlos Ríos (61), cartero de Correos de Chile desde hace 40 años, asistió junto a su esposa a un acto de reconocimiento de la artista Lotty Rosenfeld, donde se codeó con creadores como Pedro Lemebel. No estaba ahí como visitante ni tampoco fue un peatón que se encontró con el evento: fue ella misma la que lo invitó personalmente. Fue una de los tantos usuarios a la que atendió en su oficio, y una de las que marcó su día a día.
“Era muy particular, cordial, y en la medida que fuimos conversando, nos fuimos conociendo. Ella me pidió que fuera con mi esposa y con mucho respeto”, cuenta Ríos, el cartero más antiguo de Correos de Chile y que se mantiene aún vigente. Así se han sumado otros vecinos de su zona de reparto, en la que le ha tocado conocer “de todo”.
Hubo otras personas, recuerda, que ya con una relación cimentada, le ofrecían su casa en las costas de Isla Negra, para que pudiese descansar y pasar algunos días fuera de Santiago. Continuaron esos ofrecimientos durante el tiempo. Y otra, cuando se decidió a estudiar Trabajo Social hace 15 años atrás, supo que tenía problemas económicos y le pagó las cuentas pendientes con la universidad. “‘Quiero que sigas estudiando’, me decía ella”, repite Ríos, en una lista que sigue durante minutos, pero que demuestran la amplia cosecha de cercanía que ha logrado construir en su trayectoria.
Son cerca de las 7:00 horas de un martes y el termómetro marca 1°C a las afueras del Centro de Distribución Postal (CDP) de Correos de Chile, en Las Condes. El aire pega frío en la cara, mientras Juan Carlos Ríos, quien vive en Conchalí, se prepara para una nueva jornada laboral. En la calle aún hay oscuridad, pero puertas adentro el cambio de temperatura es notorio y el calor humano es latente. Si en Apoquindo, frente al Stadio Italiano, no hay un alma que se pasee, son 19 carteros los que trabajan en ese centro, dos operadoras y una jefa. Entre música, bromas y saludos compañeros -y unas cuantas banderas de Chile colgando desde el techo-, la mañana transcurre cada uno en su cubículo, separando su carga de acuerdo a los sectores.
Cuando él ingresó a la empresa -salió del liceo y mientras buscaba trabajo, una tía le dio el dato de que buscaban carteros en Correos de Chile-, eran cerca de 70 carteros trabajando en una oficina en Escuela Militar. Se trasladaron al Omnium, donde el equipo subió a 120 y que abarcaba a Vitacura, Lo Barnechea y Las Condes. Pero luego la empresa entendió que sus carteros debían estar más cercanos a sus comunidades e instalaron diversos CDP en el país. Actualmente cuentan con 92 a lo largo de todo Chile.
“Antes teníamos el monopolio postal, y toda la correspondencia pasaba por nosotros y la paquetería no estaba tan fuerte como hoy”, afirma el repartidor, padre de dos hijos. Correspondencia epistolar, suscripciones de revistas extranjeras, los estados bancarios y las tarjetas de navidad, entre otras, eran de un flujo abundante y que, en ocasiones, dependía de la temporada. “En Navidad, solo con las tarjetas, podías andar acarreando hasta 20 o 30 kilos en puras tarjetas. Era una cosa de casa por casa, pero hoy día ha habido un cambio sustantivo debido a la tecnología y con la consolidación de la industria postal”, dice Ríos, mientras ordena unas torres de cartas de casas de comercio retail. Y agrega rápidamente: “Los carteros tuvimos también que ir evolucionando”.
De la mano de la tecnología
Mientras algunos de sus pares van de un lado a otro, acarrean paquetes hacia sus sitios y arrumando en carritos o bicicletas, Ríos escanea cada carta con una herramienta llamada PDA. “Hace unos años esto lo hacíamos con un lápiz y una hoja. Si llegaba a las siete de la mañana, recién podía salir a eso de las 11:30 y con bolsos grandísimos”, afirma.
Lo que hace es escanear todos los códigos en los sobres, que se ingresan automáticamente al sistema y con los que, una vez salido hacia su ruta, los usuarios pueden revisar en qué ubicación viene el cartero. “El cambio fue muy grande, y sucedió cuando la industria se comenzó a transformar y ahí partieron los nuevos desafíos, entrando de lleno a una competencia competencia donde la tecnología y la digitalización se iba apoderando de todo”, plantea.
Aunque la tecnología se suma a determinados sectores, y en algunos casos incluso influya hacia la supresión de ciertos puestos de trabajo, el rol del cartero no debe desaparecer, de acuerdo a Ríos. “Es parte de una tradición y que forma parte de la identidad del país, y la mayor parte tiene 20 o 30 años en un sector determinado y eso hace que el vínculo con las personas se vaya potenciando, fortaleciendo y esa intimidad no la tiene ninguna otra empresa”, asegura.
Su rutina diaria comienza a las 5:00 y termina a las 18:00, cuando llega a casa. En ocasiones, dependiendo de la carga, puede desocuparse a las 15:00. “Pasamos ya a ser parte de las familias”, añade. Sentado en su escritorio, va seleccionando cada una de las cartas de acuerdo a su sector. Se detiene en una postal del Príncipe Harry y Meghan Markle. Él se ríe. “Bonita postal, pero la hija ya llegó desde Europa y mira, recién viene llegando la postal con ella ya estando acá”, dice.
Son pasadas las 9:00 horas y, a diferencia de años anteriores, la carga es más ligera. Cinco paquetes, afirma, y unos cuantos sobres de correspondencia. Actualmente, en promedio, son unos 300 envíos al día. Mueven un millón de paquetes diarios alrededor de todo Chile. Fue un desafío que tampoco pudieron dejar de lado durante la pandemia.
Mientras la gente seguía en sus casas, él debía aún cumplir con la misión de entregar la correspondencia. Aún sin conserjes, accesos cerrados, debía incluso encontrar la manera de entrar a los edificios. “Era extraño ver las calles vacías, con compañeros que no pudieron seguir trabajando, y teniendo que cumplir con todo eso. Me metía a algunos departamentos por el subterráneo, porque los administradores me conocían y me daban el acceso”, recuerda.
Ya en la calle, a pesar del periodo de distanciamiento y del barbijo tapando parte de su rostro, arriba de la bicicleta eléctrica y en camino por pleno Apoquindo, Juan Carlos Ríos no pasa desapercibido. De lado a lado, en las veredas, se escuchan saludos. “¿Cómo estás, Juanito?”, le dicen, y se ven manos alzadas. Es una persona conocida. Él se detiene en un par de ocasiones y saluda a algunos vecinos. Aunque con mascarilla, suceden también las equivocaciones. “No soy ella, soy su hermana”, le llama la atención una mujer. Él se disculpa, pero de todas maneras le manda saludos.
Luego de terminar sus estudios en Trabajo Social, realizó un magíster en el área y por un periodo fue docente universitario y participó en una intervención social en Lo Hermida. “No quedé en el área que había visto, que era para trabajar con jóvenes y adolescentes, y tampoco seguí buscando... Pero me gusta esto, porque uno tiene que acercarse a la gente, y en ocasiones tienes que tener las palabras precisas para poder contener a alguien. Aunque haya estudiando Trabajo Social entre medio, mi amor era el trabajo de cartero”, apunta Ríos. Unos cuantos vecinos lo reciben en su trayecto. No es solo una entrega simple. Más que un hola, se preguntan por su familia, cómo ha estado la semana, entre otras cosas. Es tal el contacto que incluso sabe en qué momento ir y cuándo no. “Todavía no se levanta”, rumora mientras lee una lista de entregas.
Dar un giro a la empresa
Marcela Soto, gerenta comercial de Correos de Chile, precisa que cuentan con 2.186 carteras y carteros en todo el país, desde Pozo Almonte hasta Puerto Natales. E incluso en la Antártica Chilena e Isla de Pascua. Puerto Williams y Colchane también están en la lista. A estas se suman las 25 plantas distribuidas a lo largo del país y los más de 450 puntos de atención. “Como empresa pública del Estado, que está en constante transformación, tenemos el compromiso con nuestras personas y los y las millones de clientes y también procuramos trabajar todos los días por avanzar en la equidad de género”, afirma la ejecutiva, sobre que el 35% del personal de la firma es mujer.
Ya no son solo carteros desde hace algunas décadas, en un rubro en el que antes abundaban. Carteras, operadoras, dirigentas sindicales, personales en sucursales y plantas ahora buscan potenciar ese tipo de liderazgos. Eso, sumado al directorio, que hoy está conformado en un 60% por mujeres y que tiene a una a la cabeza. E incluso han formado alianzas con emprendedoras, con las que han trabajado en ser su apoyo y brazo logístico, para también darle mayores oportunidades de crecimiento.
“La empresa se ha adaptado y está en constante transformación, así que nuestra digitalización ha sido un proceso continuo en el que hemos ido integrando herramientas digitales de acuerdo a los desafíos y necesidades que nos presentan nuestros clientes”, dice Soto. Y menciona la PDA, con la que Juan Carlos Ríos ingresaba cada una de las cartas.
“Son dispositivos móviles para que nuestra red de carteros y carteras puedan hacer la distribución de manera eficiente, rápida y a la vez tener toda la información del envío en línea, e incluso hoy tienen geolocalización que te permite ver en tiempo real dónde fue entregado el envío y contamos con plataformas digitales para atender cualquier duda pertinente a esa entrega”, desarrolla. Cada una de estas herramientas, asegura, va de acuerdo a la medida de estar atentos a las tendencias y los nuevos requerimientos que tenga la industria, “para adelantarnos y hacernos cargo de manera proactiva”. Todo, en armonía para combinar el mundo digital con el físico, claro.
“El crecimiento de la paquetería ha significado transformaciones en los procesos, logística, seguridad o equipamiento, y además de los clientes personas, hemos tenido que adaptarnos a las necesidades de los distintos negocios y trabajar en conjunto, convirtiéndonos en sus aliados estratégicos en un nuevo escenario digitalizado”, asegura. Es bajo el pilar de Agenda Digital que han desarrollado soluciones como las PDA y una nueva versión de su sitio web, con diferentes canales de información e interacción con clientes.
A estas medidas más digitales, se suman planta totalmente automatizadas, con trazabilidad de envíos para los clientes y para sus procesos, autoatención en su sucursal virtual y física, entre otras cosas. “Como nos hemos ido transformando continuamente, contamos con una hoja de ruta en la que la transformación digital es uno de nuestros procesos más importantes en la organización, con carácter continuo y de permanente evolución”, asegura la ejecutiva de Correos de Chile.
¿Cuál es el principal conflicto al momento de ser cartero? Juan Carlos Ríos responde con cierta gracia, pero luego con seriedad. “En Las Condes, al menos, el principal problema son los perros, porque de alguna forma son los que nos están obstaculizando el trabajo, y aunque a mí no me haya pasado nada grave -sí me han mordido unas cinco veces-, he tenido compañeros que han terminado con licencia médica y en la ACHS, complicados porque muchas veces a los usuarios se le puede escapar un perro cuando sale a buscar un paquete”, cuenta el profesional, sobre esa relación entre carteros y perros que no cambia, pese a los años.
Este evento, que reunió en el Teatro Municipal de esa ciudad a expositores de distintas soluciones tecnológicas -entre ellos, Kinesix VR, Zeus y Huawei, partners de Claro empresas- fue también el punto de partida para la nueva Corporación de Innovación y Desarrollo Sostenible de la Ciudad Jardín.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.