La nueva obsesión de los millonarios tech: vender la posibilidad de ser inmortal

Extender el plazo vital, e incluso suprimir la posibilidad de algún día morir, es una de las tendencias que distintas consultoras y especialistas creen que se comenzará a desarrollar. Básicamente, los usuarios podrán pagar por mejoras físicas, pero también, en un futuro hipotético, por transferir su conciencia a cuerpos inorgánicos. 500 personas en el mundo ya han pagado para preservar su cuerpo en nitrógeno, y grandes compañías y empresarios están apostando por invertir en estas investigaciones.


Día a día son cada vez más los servicios que se van sumando al alcance de los usuarios. Suscripciones a streaming, programas que funcionan en modalidad Cloud o almacenamiento en la nube se suman a los ya conocidos del diario vivir. Y aunque todo tiene que terminar en algún momento, hay quienes proponen —e incluso apuestan con certeza de que es el próximo paso a seguir—, que la vida misma se prestará como un servicio por el cual los usuarios puedan pagar y, en pocas palabras, continuar con los pies sobre la tierra.

La “Inmortalidad como un Servicio” —IaaS, por sus siglas en inglés—, es una de las tendencias que, de acuerdo con diversas consultoras y especialistas, debiera de comenzar a desarrollarse en el corto plazo y en la que ya han comenzado a surgir múltiples inversionistas.

Bajo este modelo, lo que se sugiere es que los usuarios puedan pagar por el intercambio o “actualización” de ciertas partes de su propio cuerpo e ir ralentizando así el reloj de la vida. Brazos, piernas, órganos interiores podrían ser removidos o cambiados por otros en mejor estado. Incluso, en caso de llegar a progresar el avance en el sector, podrían utilizarse piezas robóticas que nos hagan estar un paso más cerca de los droides.

Un poco más allá de eso, incluso desprendiéndose de aquellas piezas que podrían recibir un upgrade para el cuerpo humano y evitar atrofiarse, existen quienes se han aventurado a decir que los recuerdos o el mismo cerebro podrían ser transferidos a cuerpos completamente artificiales. Todo funcionaría mediante pagos mensuales, probablemente suscripciones, pero aún es un modelo que está por verse. Se alejaría de una operación tradicional, por ejemplo, y se podrían obtener otros beneficios.

La tendencia plantea que en un futuro los usuarios podrían optar a recambio de partes de su cuerpo por piezas artificiales.

En la búsqueda por revertir el paso del tiempo

Pero no todo tiene que ver con piezas de metal, ni cableado o circuitos eléctricos. Por ejemplo, Altos Labs, liderada por el científico Hal Barron, está trabajando desde 2022 en la investigación de rejuvenecimiento celular, para así evitar el avance de los años. Incluso, tienen a Jeff Bezos, de Amazon, entre sus principales socios inversionistas.

Su idea es revertir el paso de los años y entregar terapias o tratamientos para paliar el paso del tiempo. Calico Labs —que depende de Alphabet, casa de Google—, y otras firmas del rubro también trabajan en sus proyectos. Y el tema parece ser uno de los puntos de mayor interés para determinados sectores que tienen a la cabeza a multimillonarios.

Elon Musk, el ahora dueño de Twitter, Tesla y SpaceX, también se trae algo entre manos. A la lista suma Neuralink, con la que desarrolló un chip con el que pueden reconocer “pensamientos” en animales y, por ejemplo, dejarlos jugar videojuegos sin utilizar control alguno, entre otras cosas.

Luego de que apareciera el TeslaBot en el AI Day de 2021, el empresario comentó, tiempo después, que misiones espaciales de su SpaceX a sitios que no hubiesen sido pisados por el hombre podrían ser realizadas con droides de Tesla, dirigidos por humanos desde la Tierra con chips Neuralink. Como si de un astronauta en terreno se tratara.

Además de estos casos, la preservación de cuerpos, que ha estado durante un tiempo importante en los relatos de ciencia ficción, ha ido ganando terreno. De hecho, de acuerdo a una publicación del MIT Technology Review de octubre pasado, hay unas 500 personas mantenidas en nitrógeno líquido alrededor del mundo, la mayoría en EE.UU, y unas cuatro mil en lista de espera.

Alcor, una fundación que busca extender la vida de los usuarios, ofrece dos servicios: crioconservación de todo el cuerpo y neurocriopreservación (solo la cabeza), con la idea de revivir algún día. Tienen planes que van entre los US$90 mil y US$210 mil. Tomorrow Bio, tiene ya 300 suscriptores y entrega los mismos servicios que Alcor, pero suma el área de estudios (SST), con pagos mensuales que inician en los 31 euros.

De acuerdo con una publicación del MIT Technology Review, hay unas 500 personas conservadas en el mundo. La mayoría en Estados Unidos. Alcor es una de las empresas que presta estos servicios.

En caso de descongelar un cuerpo humano o un cerebro, ¿Podría volver a funcionar como antes? Teóricamente sí, dice Pedro Maldonado, subdirector del Departamento de Neurociencias de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. “Todavía no están desarrolladas las técnicas para hacerlo, pero en principio debiera poder concretarse si es que se pudiera hacer un proceso de descongelamiento que no dañe el tejido”, comenta el experto. El cerebro o cuerpo congelado mantendría su fisiología, de manera que si está deteriorado también lo estará.

“Hay primero que desarrollar una tecnología que permita rejuvenecer el cerebro o el cuerpo para poder mejorar las capacidades físicas o cerebrales de la persona que ha sufrido este proceso”, añade Maldonado, también investigador del Centro Nacional de Inteligencia Artificial. Eso sí, advierte que “hasta el momento no es posible; se sabe que se puede congelar, pero como no se sabe cómo revertir eso, hay que esperar a que se desarrolle”.

Sobrevivir de forma digital

Pero la vertiente de la conservación física del cuerpo, para en unos años más “revivir” o salir del largo letargo, tiene una rama tecnológica en la que ciertos órganos podrían servir. De hecho, hay estudios que dicen que, aunque los cuerpos sean congelados y mantenidos a la espera, cuando llegue el momento lo que se tendría ahí es un cadáver. De ahí a cómo se consigue continuar con la vida es otro tema.

Es conocido el caso de Dmitry Itskov, un multimillonario ruso obseso con encontrar la solución a la vida eterna y que en 2011 partió su proyecto Iniciativa 2045. Básicamente, lo que quiere hacer el empresario es “volver inmortales” a los seres humanos. ¿Cómo? El cuerpo tiene fecha de caducidad, pero la conciencia no, ha planteado. Lo que propone es la posibilidad de descargar la información del cerebro e integrarla en una plataforma artificial que se podría concretar hacia el 2045. Lo hace en una serie de etapas, que van desde los cuerpos tipo droides hasta llegar a una interfaz holográfica o incorpórea.

Recientemente, el mismo Itskov dijo que, debido a herramientas como el metaverso, los propios usuarios podrían llegar a vivir algún día en un entorno completamente digital, en donde no exista la muerte y sus conciencias sean cargadas a la nube. El posible problema en estos casos, si es que algún día llegaran a concretarse, sería cómo mantener la independencia de estos “ciudadanos virtuales” en un entorno que no es propio y en el que de todas maneras, al tratarse de la red, se ve involucrado un tercero, como sucede en “The Matrix”.

Aunque en un futuro exista la posibilidad de "descargar la información" del cerebro humano y trasladarse a un cuerpo artificial, la conciencia original seguirá existiendo, plantean los especialistas, pero el ser humano como tal desaparecerá.

Otro de los puntos en el que algunos teorizan es cómo, si es que estos avatares u hologramas pudieran llegar a transitar por la calle, se volverían productivos o “sujetos de derechos”. Como todo necesita energía para funcionar, habría que estimar cuánto implicaría en inversión en data centers, seguridad en la nube, etc.

Sobre esto, Pedro Maldonado, de la Universidad de Chile, dice que “descargar la información de un cerebro es muchísimo más complicado”. “Cada uno de nuestros cerebros es diferente, tanto en términos gruesos como en términos finos, porque hay cientos de miles de millones de conexiones entre las neuronas, que son únicas para cada persona”, asegura.

Entonces, dice, “bajar la información” sería equivalente a determinar la estructura fina del cerebro de cada una de las personas para poder “copiar” en un sistema y luego traspasarlo a otro. “Eso es algo que probablemente está muy lejano de nuestro futuro científico y que tiene otros aspectos, como si se trasladara a otro sistema, tendrá la conciencia de la persona original, pero esa persona desaparecerá... para los humanos nos parecerá que hay alguien igual, pero no es el mismo”, desarrolla.

Límites éticos: más preguntas que respuestas

La abogada Michelle Azuaje, profesora e investigadora de la Universidad Alberto Hurtado (UAH), cree que a estas “promesas tecnológicas” hay que ponerles límites, porque suelen generar nuevas y mayores brechas. Típicamente, plantea, estas innovaciones se dirigen a personas con un muy alto poder adquisitivo. “Surgen dudas con respecto a quiénes podrían acceder a este tipo de tecnologías, quién lo determinaría y en qué forma, porque sin duda se crearían nuevas desigualdades”, dice la especialista en Inteligencia Artificial y coordinadora del doctorado en Derecho de la UAH.

Además, en caso de suceder una implementación de este tipo, existirían “seres híbridos, que ameritarían un trato distinto al que tenemos ahora, y se necesitaría un acuerdo global para crear normas al respecto”. No es algo que corresponda solo a un territorio, sino a un acuerdo general.

Eso sí, desde hace algunos años, plantea, hay discusiones que cuestionan si es que con iniciativas de este tipo se pone en riesgo a la propia humanidad o si, por otro lado, pueden ser de ayuda. Esto considerando el avance del cambio climático, enfermedades sin cura alguna y si es que apareciera una “superinteligencia artificial”. Para una eventual legislación, asegura, habría que definir qué nos hace humanos, si considera a nuestra consciencia, lo biológico y qué otras cosas, además de qué aspectos se quieren o deben proteger y preservar de los avances tecnológicos.

Como aún es un tema que está por verse, dice que existen ciertas corrientes que apoyan estos avances, mientras hay otras que piensan que no es ético. En el caso que esto se concretara, “es probable que tuviéramos que repensar el derecho entero, porque en este momento gira en torno a la ‘persona’ y ciertos valores que quisimos proteger”. “Tendríamos que responder... ¿Estos nuevos seres/entes serán ‘personas’ para el Derecho? ¿Tendrían los mismos derechos y obligaciones o no? ¿Es el mismo sujeto o uno nuevo?”, plantea.

Respondiendo eso, propone, podrán surgir otras respuestas, “porque esa condición de ‘sujeto de derecho’ es la que nos hace tener derechos y obligaciones”. En muchos códigos civiles a nivel mundial se pone el nacimiento como el hecho que determina que alguien es un sujeto de derecho, dotado de personalidad jurídica y que se concluye con la muerte. Con este “renacimiento” habría que especificar cuáles son las consecuencias personales, contractuales e incluso hereditarias.

Hay autores, afirma, que sugieren la diferencia entre “persona biológica” y “persona robótica o cibernética”. Teniendo eso en cuenta, se podría, en caso de eventuales delitos, saber a quién hacer responsable.

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