Por qué las mujeres retrocedieron en las áreas STEM durante la pandemia
Si la pandemia hizo que las mujeres perdieran diez años de avance en inserción laboral, la brecha aumentó aún más en aquellas que se desempeñan en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas. ¿Las razones? Si ya la cancha es más dura para ellas, durante la crisis sanitaria perdieron espacios de participación debido al "trabajo invisible" que implican las labores de cuidado. Aquí, especialistas proponen cómo ayudar a revertir el panorama.
Sentada frente a un café, Macarena Rojas Ábalos, bióloga y comunicadora de la ciencia de 36 años, afirma: “Mi caso es muy particular. No tengo una familia a cargo y no soy cuidadora. A mí la pandemia me afectó para bien. Posibilitó que estuviese, gracias al Zoom y a la tecnología, dando talleres. Amplificó mi trabajo”.
Rojas sabe que el trabajo doméstico implica, para las mujeres, un obstáculo profesional. No es el único, por cierto, pero sigue siendo probablemente el más importante, y durante la crisis sanitaria del Covid-19 emergió con claridad. Tanto así que la ministra de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, Silvia Díaz, ha declarado como una de las tres prioridades de su gestión atraer a más mujeres a la ciencia, incluidas aquellas que se alejaron durante la pandemia.
El informe Radiografía de género, presentado en abril de este año por ese ministerio, muestra los efectos efectos negativos en cuatro áreas: la productividad, el establecimiento y el control de los límites entre la vida personal y laboral de las investigadoras, la creación de redes y comunidades, y el bienestar mental de las mujeres en el ámbito académico de la ciencia, las tecnologías, las matemáticas y la salud.
Carolina Gainza Cortés, subsecretaria de Ciencia, afirma: “La pandemia ha aumentando la proyección de los años en que tardará en cerrarse la brecha de género, lo cual es dramático”. El Informe Global de Brecha de Género 2021, del World Economic Forum, sostiene que el cierre de esa brecha entre hombres y mujeres está hoy en 136 años.
Según la Radiografía de género, las investigadoras chilenas enfrentan, además, tres barreras: el acceso al financiamiento público para la investigación, la progresión dentro de la carrera y el acceso a un salario equitativo. También hay topes de entrada en el ámbito de postulaciones a becas de magíster y doctorado.
En 2019 -es decir, antes del Covid-19- solo el 7% de las mujeres que se titulaban de pregrado en Chile lo hacían en áreas STEM. Chile es “el país con el porcentaje más bajo de los miembros de la OCDE”, dice la subsecretaria Gainza.
Otro estudio del ministerio, llamado Evaluación de brechas de género en la trayectoria de investigación, señala que las investigadoras publican, en promedio, menos artículos científicos que los investigadores. Además, las mujeres con grado de PhD tienen menos probabilidad de involucrarse en tareas de investigación científica y más tendencia a abandonar una vez que ingresan a ella.
Por experiencia propia puede hablar la bióloga Macarena Rojas: ella (aunque solo lo hizo en un sentido) dejó la ciencia al cerrar la puerta a un futuro como investigadora en la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Católica. A cambio, diseñó un camino desde su otra profesión: es máster en Periodismo.
Gracias a eso tiene una exitosa ruta que la ha llevado -entre otras cosas- a desempeñarse como académica en el Diplomado en Difusión y Comunicación de la Ciencia de la Universidad Católica y a conducir, junto a Felipe Camus, el programa “Nunca jamás hagas esto en casa”, en el canal público, educativo y cultural NTV.
Su área -explica- era la biología celular y molecular, pero detectó que para ella todo iba a ser cuesta arriba: “Había solamente una mujer líder de un laboratorio versus seis hombres, y eso se repetía en un continuo en las distintas áreas”. Está convencida de que estudios de postgrado, magísteres, doctorados y posdoctorados no iban a ser suficientes: “Había que hacer una validación mucho mayor con respecto a los pares. Uno iba siempre a ser ‘la pupila de…’”.
“Tener que cuidar a otro”
Jessica Mahan, directora del Centro de Liderazgo de ComunidadMujer, aporta un dato de la etapa más crítica de la pandemia: en 2020 hubo una disminución en publicaciones científicas, pero especialmente en mujeres. “Las mujeres vieron mermada su capacidad de producción científica, producto del incremento de las labores de cuidado. Ellas estaban cuidando, teletrabajando, sosteniendo las investigaciones, la docencia y el hogar, lo que implica una pobreza de tiempo que es feminizada. En la mayor parte de los casos, los hombres no atendieron labores de cuidado y hogar, o bien, lo hicieron de manera marginal”.
La ingeniera comercial y MBA Varinka Farren, cofundadora de la asociación de directoras de empresas de base científica Women Board Up, afirma que 2020 “fue un año particularmente difícil” si se lo mira desde la óptica de las startups. Farren es la directora ejecutiva del Hub APTA (Andes Pacific Technology Access), una corporación creada con financiamiento Corfo para generar negocios tecnológicos, basados en los resultados de la investigación y desarrollo (I+D) de un grupo de universidades y centros de investigación chilenos.
Sobre el primer año de la pandemia, dice: “Cambió las tendencias. Aceleró todo lo que tiene que ver con la digitalización y puso urgencia en el tema de fortalecer capacidades estratégicas científico-tecnológicas para responder a este mundo que nos pilló por sorpresa”. Añade que, desde su perspectiva, emergieron dos aspectos. Uno fue una mayor capacidad adaptativa de las startups frente a la emergencia. El otro es que “se dio un tema colaborativo súper fuerte”.
Farren coincide en que las mujeres topan en “tener que cuidar a otro”. Lo explica así: “En el caso de la carrera académica de las investigadoras, hay deterioro para que ellas puedan acceder a puestos. Tienen lagunas en un periodo de su vida, porque tuvieron que cuidar a sus niños, por ejemplo”. Carolina Gainza caracteriza el diagnóstico que hace Varinka Farren de la siguiente manera: “Los modelos de trayectorias académicas están basados en un modelo ideal de carrera masculina, donde existe dedicación exclusiva en tiempo y esfuerzo y la progresión lineal de logros”.
Pero la subsecretaria cita otros factores que ahondan la brecha, como la prevalencia de sesgos y estereotipos sexistas, la violencia de género o los ambientes hiper masculinizados. Junto con la falta de conciliación y corresponsabilidad, inhiben y dificultan la participación de más mujeres en las áreas STEM: “Toda esa evidencia, sólida a nivel mundial, nos da cuenta de que este es un problema complejo y multidimensional que impone grandes dificultades para que las mujeres, niñas y adolescentes avancen en sus carreras”.
Estudios realizados durante la pandemia muestran que el teletrabajo impactó en los hogares, pero de modo distinto en hombres y mujeres. Aunque ellos estaban en casa, se levantaban a trabajar a través del Zoom y cerraban sus actividades por la tarde. La gran diferencia en sus casos era, manteniendo su rutina de siempre, trabajaban desde casa. Ellas, en cambio, doblaron o triplicaron esfuerzos, al asumir sus labores profesionales en conjunto con las tareas domésticas. La pandemia, dice una académica y analista de políticas públicas, visibilizó la versatilidad de las mujeres.
¿Por qué aún se considera que son ellas quienes deben hacerse cargo? Jessica Mahan, de ComunidadMujer, habla de mandatos culturales implícitos relacionados con la división sexual del trabajo y que han sido analizados por teóricas feministas. Existe -explica- un reparto de las tareas sociales diferente según el sexo de la persona y no solo en el trabajo remunerado, sino que también el no remunerado “que es, además, altamente invisibilizado”.
Esta división, explica Mahan, “atribuye la reproducción y el cuidado a las mujeres y la producción y el espacio de lo público a los hombres. Pero, también, con normativas explícitas, como son las leyes, que aún vinculan casi exclusivamente el tema del cuidado a las mujeres y otorgan escasos derechos a la paternidad”.
El peso del trabajo “invisible”
ComunidadMujer acaba de realizar una exitosa campaña llamada “Carga Mental”, que se hace cargo del peso que significa “estar a cargo”. Las mujeres profesionales -y no solo las científicas- son quienes toman la organización de las tareas domésticas. Por medio de un test, la campaña invita a ver y reconocer cómo se están repartiendo las tareas en el hogar. También entregó recomendaciones para un reparto equitativo de estas labores.
Los datos de ComunidadMujer indican que sólo 1 de cada 10 parejas que conviven y que están en el mercado laboral distribuye las tareas del hogar y de cuidado de manera equitativa. Jessica Mahan afirma: “La campaña logró con éxito visibilizar la carga mental del cuidado y las tareas del hogar, instalar el tema y darle un nombre”.
Para ella, es muy relevante avanzar en el reconocimiento, reducción y redistribución de estas labores: “La carga mental es una dimensión cognitiva de la organización, administración y monitoreo de todo lo que se hace; es decir, antes de su ejecución se debe planificar su realización. Por lo mismo, es una dimensión invisible, poco valorada y a cargo, principalmente, de las mujeres”.
Uno de los grandes aportes de una campaña como ésta es que permite avanzar en mediciones. Como se indica desde ComunidadMujer, en Chile no hay estudios ni datos que midan el peso de la carga mental doméstica. Mahan añade: “Es indispensable generar evidencia y políticas para su transformación”.
Justamente en el ámbito de las soluciones y la transformación están los desafíos. Y en las STEM son enormes. El estudio Evaluación de brechas de género en la trayectoria de investigación ofrece un ejemplo en el sistema de financiamiento para la investigación científica.
La subsecretaria Carolina Gainza explica: “Si bien la asignación de subsidios para investigación se realiza en base a una regla que es neutral al género, se halló evidencia que sugiere que el proceso de evaluación de proyectos no es justo con las investigadoras”. Eso significa -expone Gainza- que “a igual trayectoria de productividad científica y antigüedad en la carrera de investigación (entre otros factores), los proyectos presentados por mujeres reciben sistemáticamente un menor puntaje”.
Jessica Mahan afirma: “El sistema social se organiza y ordena en torno a los roles diferentes, los que se sostienen y reproducen en el tiempo a través de distintos medios. Este es precisamente uno de los nudos críticos que dificulta la igualdad de género, ya que implica una redistribución de las tareas y una pérdida de privilegios y poder por parte de los hombres”. ¿Qué puede hacerse?
Igualdad desde la sala de clases
Evidentemente, las soluciones son multifactoriales. Varinka Farren, por ejemplo, pone un acento en el factor geográfico. Afirma que el 27% de los emprendimientos de base científica y tecnológica viene de las universidades: “Se podría pensar que es mucho más, pero no es así”, dice. El 60% de esos emprendimientos es de la Región Metropolitana. Para ella, entonces, es vital promover la descentralización.
Luego añade la falta de diversidad en los liderazgos: “Efectivamente existen pocas mujeres liderando. Hay que promover que en el ecosistema en general exista un liderazgo femenino, que se les den más oportunidades a las mujeres, porque hoy éste es un ecosistema altamente masculinizado”.
El compromiso del actual ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación -explica la subsecretaria Carolina Gainza- es poner foco en la igualdad sustantiva de género: “Para ello es vital promover la participación de la mayor cantidad de diversidad de mujeres en áreas masculinizadas, y eso no solo involucra las áreas STEM”.
Es esencial -agrega Gainza- generar el cambio: “No tiene sentido atraer más mujeres a estos espacios sin transformarlos”. Para eso la propuesta es promover “espacios libres de todo tipo de violencia y la formación de mujeres líderes dentro del ecosistema, para que actúen como agentes de igualdad”. También se hace necesario transformar los datos en información y conocimiento útil para la toma de decisiones.
Para ComunidadMujer, hay que impulsar un trabajo colaborativo, articulado y en el que participen los diferentes actores, entre ellos el Estado. Es necesario -se agrega- que haya inyección de recursos financieros y que haya participación: de universidades y centros de investigación, de establecimientos educativos, de las familias, de las diferentes industrias y de la empresa privada.
Jessica Mahan habla de fomentar vocaciones científicas y tecnológicas desde la primera infancia: “Es clave”, afirma. Y lo es también promover modelos de rol de mujeres en diversos ámbitos y de distintas edades: “Es fundamental para que las niñas y jóvenes se proyecten en estas áreas, las vean cercanas y alcanzables como una realidad profesional, laboral y de proyecto de vida”.
No solo hay que tener acciones afirmativas en el ingreso a carreras en STEM como una señal de que se cuenta con políticas de género. También hay que trabajar la permanencia, evitar la deserción o cambio de carreras y promover trayectorias científicas en las egresadas. “Los centros de investigación, principalmente universidades, pueden revisar sus criterios de contratación, de la mano con los sistemas de acreditación para incentivar la contratación de mujeres”, afirma Mahan. ¿Un gesto posible? Contribuir a que ellas terminen sus doctorados, liberándolas de horas de docencia.
Desde algunos feminismos se sostiene que un factor clave es emparejar la cancha y en ese escenario surgen, por ejemplo, las cuotas de género. ¿Son una salida? La bióloga Macarena Rojas duda: “Eliminar la competencia puede ser peligroso. La competencia nos hace bien, nos hace tener mejores resultados, al trabajar con las mejores personas. Puede pasar que para asegurar la cuota de género dejes afuera mentes brillantes”.
Rojas habla de poner acento en incentivos. Por ejemplo, desarrollar en las universidades departamento de género con políticas internas, para “romper con algunos sesgos que todavía existen implícitamente”. O que haya talleres para empoderar a las mujeres. Y, por cierto, que cambie el cómo se evalúa la productividad: “No te pueden castigar si te vas de pre y post natal o porque fuiste mamá”.
Para Rojas, no obstante, lo mejor es tomar el camino largo y apostar por la educación básica: “Cambiar desde la primera infancia. No debiese haber una diferencia de género. Hay estudios que indican que desde primero básico las mismas educadoras hacen diferencias. Les preguntas más cosas matemáticas o biológicas a los hombres que a las mujeres. Eso ya provoca una brecha de género que después se perpetúa, porque los adultos tenemos también ese sesgo implícito en cómo nos movemos en el mundo. Tenemos que pensar a largo plazo”.
Este evento, que reunió en el Teatro Municipal de esa ciudad a expositores de distintas soluciones tecnológicas -entre ellos, Kinesix VR, Zeus y Huawei, partners de Claro empresas- fue también el punto de partida para la nueva Corporación de Innovación y Desarrollo Sostenible de la Ciudad Jardín.
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