Tarjetas digitales ganan terreno en el sistema bancario chileno

tarjetas virtuales cesar
Ilustración: César Mejías.

El uso del servicio virtual ha crecido en los últimos meses: mientras Mach, de BCI, ya sobrepasó los 2.8 millones de clientes, la industria ha respondido con ofertas similares para públicos jóvenes y fuera de la banca, por el atractivo de tener cuentas seguras y sin costo de mantención.


Hace algunos días Banco BCI anunció que Mach, la tarjeta de prepago virtual y gratuita de la entidad, daría un paso importante: en 2021 se transformará en un banco 100% digital. Una decisión que se toma cuando el servicio cuenta con 2,8 millones de clientes, cifra que va creciendo al ritmo de 3 mil nuevos usuarios al día, demostrando una necesidad ante el uso de las tarjetas digitales.

Las tarjetas virtuales son comúnmente tarjetas de prepago, y cualquier persona que tenga 18 años, con su rut y smartphone en mano puede solicitar una para hacer transacciones financieras. La tarjeta virtual permite adquirir en línea (y también presencial) bienes y servicios para ti y tu empresa, sin la necesidad de pagar en efectivo en establecimientos o comercios electrónicos. Al igual que una tarjeta física, la tarjeta virtual tiene numeración, fecha de caducidad y código de verificación. El principal atractivo es su seguridad: no pueden ser “sustraídas” y cada operación está sujeta a una validación.

“Las tarjetas virtuales han crecido bastante este último tiempo tratando de bancarizar a gente que no ha tenido acceso a cuentas corrientes, sobre todo por la posibilidad de comprar con ellas en el mercado extranjero”, define Francisco Sáez, gerente de productos de Ionix, empresa dedicada a soluciones tecnológicas al mundo financiero. Por eso, inicialmente se pensaron para usuarios que no necesariamente cumplen los requisitos para optar a una tarjeta, principalmente a grupos jóvenes.

Emitidas por instituciones autorizadas por la Comisión para el Mercado Financiero (CMF), este año han tenido un potencial crecimiento, debido al temor de algunos de ocupar sus tarjetas tradicionales y que sus números o claves sean clonadas. Además, no generan deudas, ya que las cuentas no necesitan tener dinero en todo momento, sino solo cuando la persona requiera usarla. Sus usuarios pueden realizar compras y transacciones dependiendo del saldo que guarden en la cuenta, que pueden abonar a través de diversos medios. Además, la mayoría de las ofertas en el comercio entregan estas tarjetas sin costos mensuales de mantención, y en caso de cobrarlas, se aplican luego de 12 meses con costos que rodean los $1.000 a $3.000.

César Millavil, CEO de Compunet, explica que el servicio no expone ni la cuenta ni los datos reales del usuario a la hora de compras internacionales. A eso se suma el uso de biometría a nivel de huellas, y en smartphones de alta gama puede llegar hasta la biometría facial, empleando una complejidad técnica en caso de algún intento de clonación al medio de pago.

“Dependiendo cómo se emplee, las tarjetas se agregan al teléfono vía contacto, con una app almacenada en un lugar seguro y, cuando haces contacto con el dispositivo de pago, automáticamente se realiza la transacción, con cero contacto, al igual que las tarjetas modernas”, complementa el CEO de Compunet.

La oferta del mercado

Para Francisco Sáez, de Ionix, las tarjetas de prepago funcionan como “olas” en los mercados de Europa y Estados Unidos, donde la bancarización utiliza esta vía para ofrecer nuevas opciones financieras. “Con los prepagos, los bancos empiezan a aprender de los movimientos de los usuarios sin tener riesgo. Después, cuando den un crédito a una persona, van a tener una mayor chance de pago, lo que va a abrir una gama segura de clientes crediticios eventualmente”, describe.

El uso de las tarjetas digitales ha crecido por varias razones, entre ellas la pandemia y el confinamiento. Actualmente, la oferta nacional es variada. La primera entidad que innovó fue Mach en 2018 y, tanto ha sido el éxito de la oferta en este ámbito, que hoy representa más de la mitad del total de transacciones con tarjeta de crédito internacionales de BCI, asegura la entidad.

En abril, Banco Santander lanzó Superdigital, un ecosistema bancario y social bajo el método de prepago, que permite realizar pagos a los contactos a través de chats y realizar compras y pagos online. Los clientes pueden transferir a cualquier cuenta en el país, recibir abonos como sueldos, retirar dinero desde cajeros automáticos, hasta “hacer una vaca” entre varios contactos si deben pagar un servicio, como ocurre en el caso de streaming con cuentas familiares.

La innovación digital tiene potencial de seguir creciendo por un simple y rápido proceso de on-boarding (inscripción rápida del usuario) y la autenticación biométrica universal. Según datos de la entidad, Superdigital recientemente alcanzó los 125 mil clientes.

Este año también se lanzó FAN, la apuesta prepago del Banco de Chile. Presentada a finales de agosto, cuenta con características similares, entre ellas costo cero de mantención, compras en Chile y en el extranjero, de forma presencial y digital, y acceder a todos los beneficios y descuentos de la entidad bancaria. Hasta la fecha, cuenta con 70 mil clientes.

Con cifras optimistas para la industria, Francisco Sáez plantea que Chile, al ser un mercado pequeño, esta “ola” subirá rápido si no hay diferenciación por cada banco, lo que se traducirá en que la banca completa adopte tarjetas digitales para sus servicios: “Si yo te doy una cuenta gratis, pero en esa oferta hay 15 parecidas, no hay realmente un valor agregado al usuario”.

Frente a ese desafío, la apuesta de Mach de convertirse en un banco digital se enmarca en la tendencia internacional de los denominados “neo bancos”, donde las empresas parten bajo un concepto similar, con aplicaciones y buen servicio al cliente, para luego ofrecer nuevos servicios sin tener sucursales físicas. Un camino con ejemplos exitosos, como son los casos de Revolut en Estados Unidos o N26 en España, donde la banca digital ya no es solo cosa de jóvenes, abriendo ofertas para públicos transversales.

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