Teletrabajo: como es trabajar a cientos de kilómetros de distancia de la oficina

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La pandemia y el teletrabajo abrieron las puertas a la descentralización: muchos dejaron Santiago y se fueron a regiones, manteniendo su trabajo en la capital. Internet y las herramientas de trabajo de hoy permiten que para muchos ya no sea indispensable estar en el mismo lugar donde queda tu trabajo. Acá te contamos tres historias.


Cuando el teletrabajo no era una alternativa, la alarma sonaba a las 5:15 de la mañana. A los hijos de Luis Ramírez (57) les molestaba el sonido que su papá hacía al levantarse tan temprano, cuando el sol ni siquiera se había asomado, pero no tenían otra opción, además de intentar volver a dormir. Viven en Los Andes, ciudad a la cabecera de la cuenca que lleva el mismo nombre, en la región de Valparaíso. Levantarse a esa hora era necesario para diariamente llegar a su oficina, ubicada en Los Leones, Providencia, entre las 8:00 y 8:30 horas.

Son 80 los kilómetros que separan a Los Andes de Providencia. Ramírez, analista programador de profesión y gerente general de MegaSystems S.P.A, dice que no es tanto, pero los tacos que se forman en la ruta lo obligaban a madrugar. Gracias a la rutina, pudo calcular que si pasaba el peaje de La Cantera después de las 7:45, ya estaba atrasado y se encontraría con tráfico en Américo Vespucio y en el Túnel San Cristóbal.

Para ahorrar tiempo, se iba al trabajo ya almorzado. No tomaba desayuno, sino que comía a las 6:00 am lo que hubiese de almuerzo. Al mediodía tomaba una colación liviana, como una fruta, y luego llegaba a comer nuevamente a su casa. No le gustaba perder tiempo almorzando en el trabajo. Además, comer en horario de oficina le provocaba sueño.

El programador se ha dedicado al desarrollo de softwares para empresas de distintos rubros, como el de la construcción, agrícola, de educación y el comercial. En Los Andes comenzó a emprender de forma independiente. Hacía pequeños desarrollos a clientes que querían tener alguna automatización de sus procesos de facturación o de ventas, pero, como es una ciudad pequeña, el mercado le quedó chico. Comenzó a viajar diariamente a la capital, porque consiguió clientes allá. Como le fue bien, decidió tener oficinas en Santiago, desde donde ofrecía sistemas integrados que abarcan todas las áreas de una empresa.

La pandemia rompió con su rutina. En marzo, cuando el virus recién comenzaba a diseminarse en el país, Luis Ramírez decidió dejar de arrendar su oficina. El estallido social había provocado que parte de los trabajadores tuvieran problemas para llegar. Anticipó que la pandemia solo empeoraría los traslados. No dudó de su decisión, porque el servicio que ofrecen en MegaSystems se basa 100% en la Nube, por lo que a todos los clientes los tienen ahí. Desde el tercer mes del año, él y las siete personas que conforman el equipo, han trabajado desde sus casas.

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“Ya no ando tan cansado, tan agotado, estresado. Se aprovecha mejor el día, porque trabajo por metas, no por cumplir un horario, lo que es mucho más productivo”, dice Luis Ramírez.[/caption]

El período de pandemia ha representado una mejora en la calidad de vida para Ramírez y su familia. “Ya no ando tan cansado, tan agotado, estresado. Se aprovecha mejor el día, porque trabajo por metas, no por cumplir un horario, lo que es mucho más productivo”, dice. Ahora, se levanta a las 7:00 y a las 17:30-18:00 ya está desocupado.

Para el equipo, trabajar desde la casa también ha sido beneficioso. De hecho, Ramírez asegura que no quieren volver a la oficina ni viajar un largo trayecto para llegar a ella. Algunos de los trabajadores, que vivían en comunas como Puente Alto o San Ramón, en ocasiones tardaban más que Ramírez en llegar a la oficina, quien viajaba desde Los Andes. Entre ellos tienen comunicaciones diarias para organizar el trabajo, pero después cada uno hace lo que le corresponde por su cuenta.

Ramírez no solo ahorra tiempo, pues en el arriendo de la oficina, que incluye gastos comunes, teléfono, internet, agua y luz, se ha ahorrado $1.300.000 mensuales. Además, entre bencina, peaje, tags y estacionamiento, al mes se ahorra 500 mil pesos más.

El regreso al origen

Las primeras dos semanas de marzo fueron extrañas. Se sentía y se advertía que la pandemia podría llegar al país, pero eran pocos los que tomaban medidas al respecto. El 14 de marzo, la periodista Ale Fernández estaba invitada al matrimonio de una de sus mejores amigas, en Santiago. Los organizadores pensaron en suspenderlo, pero decidieron llevarlo a cabo de todas formas. Tras la celebración, junto a su mamá, su pareja y su guagua de dos meses, viajaron a Punta Arenas. En el avión, miraban raro a las personas que usaban mascarilla. “Qué alaracos”, decían.

El plan era quedarse en Punta Arenas por un período que, se supone, sería de un mes y medio. Tenía programado volver a la capital para votar en el plebiscito, cuando debía realizarse en abril. Fernández, quien hace clases a alumnos de Periodismo en la Universidad Católica, calendarizó el semestre de manera de estar presente en las primeras clases, irse de vacaciones y regresar en abril.

El 16 de marzo, mientras almorzaba donde sus suegros, se enteró de que habían cerrado el Parque Torres del Paine. A los dos días, ya estaban en cuarentena, encerrados en la casa de sus papás, con sus hermanos y su guagua. Hasta la fecha, sigue en Punta Arenas. No nació allá, pero vivió desde que era niña. Se vino a vivir a Santiago cuando entró a la universidad, en 2010. Desde entonces residía en la capital e iba a pasar las fiestas y vacaciones al sur, al menos dos veces al año. [caption id="attachment_1016123" align="alignnone" width="1152"]

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Ale Fernández hace clases vía remota, desde Punta Arenas, en la Universidad Católica de Santiago.[/caption]

La idea inicial era quedarse ahí hasta que pasara la pandemia, pero no contaba con que se extendería tanto. Confiaba en que podría regresar antes del plebiscito, cuando era en abril. Tras el anuncio de la nueva fecha, pensó en quedarse ahí hasta que las cosas se calmaran, pero cuando la situación en Punta Arenas estuvo más controlada y pudo haber ido, en la capital había una gran cantidad de casos. Como justo se alargó el posnatal, optó por quedarse allá con su guagua, aunque allá los casos de Covid-19 aumentaron.

Desde Punta Arenas, se sumó a las clases de forma remota. Asegura que no ha sido difícil, que no hay diferencias en cuanto a las condiciones de teletrabajo entre estar en Magallanes o en Santiago, además del debilitamiento de la señal cuando hay viento. Destaca que sus clases se han enriquecido, pues algunos de sus alumnos también están en sus regiones de origen, lo que aporta diversidad a las discusiones y conversaciones. Además, debido a la diferencia de horario, ella ganaba una hora más con su guagua. Si tenía una clase a las 14:00 de Santiago, allá era a las 15:00, por lo que alcanzaba a almorzar, prepararse y hacer su clase.

Si tuviera la posibilidad de volver a Santiago, mientras las clases continúen de forma remota, preferiría quedarse en Punta Arenas. “Me siento mucho más segura y cómoda estando acompañada, porque todo el día encerrada con la guagua, uno se empieza a rayar, porque no conversa con nadie. En cambio, con la familia, con mis papás y mis hermanos chicos, por último van cambiando los temas de conversación", cuenta. La periodista sostiene que los más felices con que ella se haya quedado allá son sus papás y sus suegros, porque han podido estar con su nieta, que ahora tiene 10 meses.

Este lunes, Ale Fernández regresa a trabajar a TVN, donde se desempeña como coordinadora de redes sociales y equipo digital, también por vía remota. Sobre hacer su trabajo desde tan lejos, Fernández afirma que es un sueño. “Siempre quise volver a Punta Arenas, pero para los periodistas, como en muchas profesiones, las mayores oportunidades laborales están en Santiago, porque somos un país centralizado. La oportunidad de volver y seguir desarrollándome en lo que me gusta es como para ver el vaso medio lleno de la pandemia”, dice.

Trabajar a 1.833 kilómetros 

Nació en Villa Alemana, estudió en Viña del Mar, empezó su vida laboral en Santiago, consiguió un trabajo en Antofagasta y teletrabaja desde Concepción. Maite Abatte, ingeniero comercial, trabajó por años en la banca, pero desde que era estudiante universitaria le han gustado los recursos humanos. Por eso, en 2018 hizo un magister en el área y a fines del año pasado logró conseguir un puesto en una mina, una industria totalmente nueva para ella, pero que le permitía cumplir su meta.

El trabajo era en Antofagasta y, en ese momento, ella vivía en Santiago junto a su guagua y su marido. No fue una decisión fácil, pero como familia lograron tener todo programado para que ella pudiera viajar de lunes a jueves a la minera Zaldívar, a dos horas del aeropuerto de Antofagasta. “Fue una decisión que costó tomar, pero era todo por conseguir el sueño de trabajar en recursos humanos", afirma. Incluso buscó a una persona que pudiera cuidar a su guagua puertas adentro, ahora de un año y ocho meses, mientras ella no estuviera. Además del sacrificio familiar, trabajar en Antofagasta implicaba levantarse a las 3:00 los lunes y llegar a las faenas entre las 10:00 y las 11:00. Eran más de siete horas las que perdía solo en viajar. [caption id="attachment_1016124" align="alignnone" width="1280"]

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Maite Abatte, ingeniero comercial, vive actualmente en Concepción, aunque su trabajo está en Antofagasta.[/caption]

Sin embargo, su llegada a la mina no se concretó. El domingo 15 de marzo, cuando ella ya tenía todo firmado y listo para irse, le avisaron que no podría subir a la mina, debido a la pandemia. Nunca fue a Antofagasta. Inmediatamente empezó a teletrabajar desde Santiago, sin siquiera haber conocido personalmente a sus compañeros. Debió aprender por su cuenta a trabajar en minería, una industria nueva para ella.

Abatte recuerda que en Santiago, ella y su familia se sentían sofocados, porque estaban encerrados y no tenían familia directa cerca. Solo eran ellos tres. Como nadie podía ir a ayudarlos a cuidar a la guagua, nació la idea de mudarse a Concepción, donde vive la familia de su marido, que hoy es su red de apoyo.

Ahora, Abatte y su familia viven en el departamento de la mamá de su marido y se quieren quedar en Concepción mientras se pueda. Ella asegura que la calidad de vida en la octava región es mejor. Le sorprende que las personas sean más confiadas que en Santiago. Lo ve, por ejemplo, en no tener que pagar por adelantado los envíos que pide. También le gusta más el clima y que las distancias entre distintos sectores de la ciudad sean más cortas. A los alrededores de Concepción, hay lugares que, de lejos, encuentra muy lindos y que le gustaría conocer cuando sea seguro salir.

"Todo el mundo tiene que irse a Santiago a trabajar y las regiones quedan ahí. Quizás ahora eso pueda cambiar. Es una tremenda oportunidad para desarrollar a los profesionales, para que gente de todos los lugares de Chile tenga oportunidades", piensa la ingeniero comercial. Abatte ha preguntado si puede ir a la mina, pero, por temas de aforo, aún no puede y continúa en Concepción.

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Este evento, que reunió en el Teatro Municipal de esa ciudad a expositores de distintas soluciones tecnológicas -entre ellos, Kinesix VR, Zeus y Huawei, partners de Claro empresas- fue también el punto de partida para la nueva Corporación de Innovación y Desarrollo Sostenible de la Ciudad Jardín.