Desde el principio parecía una apuesta ambiciosa, organizar la Cop25 en menos de un año después de que el nuevo gobierno de Brasil echara pie atrás, y el resultado de la Conferencia mundial sobre el cambio climático pareció dar la razón a quienes advertían que podía ser un desastre político en ciernes. La anunciada negativa de los países más contaminantes del planeta a ceder, sumado al negacionismo climático de los gobiernos de Estados Unidos y Brasil, ya planteaban un escenario difícil. Pero en Madrid se sumó otro problema. Durante el fin de semana, las severas y notorias críticas a la conducción de las negociaciones por parte de la delegación chilena llegaron desde otras comitivas y organizaciones. Con todo, el desastre que ya había supuesto tener que cambiar la sede desde Santiago a Madrid por causa del estallido social en Chile, se terminó de configurar en la capital española. ¿Qué críticas se hacen al liderazgo de Chile en el evento y por qué? ¿Quién pagará los costos políticos de una cumbre calificada por el propio gobierno como "insatisfactoria"?